El amor que nace de un piso sin barrer: Shoplifters e If Beale Street Could Talk

Cuando se habla de una familia, nunca se puede tener una sola imagen en mente. ¿Qué significa un padre, una madre, dos niños y un perro frente a dos carros y una casa pintada de blanco? Ese paisaje suburbano es una imagen sin ecos en la realidad y que Todd Haynes desafió en su película Far from Heaven (EEUU, 2002), donde una familia perfecta se desquebraja cuando el marido decide dejar su esposa por su novio y ella encuentra el amor con el jardinero negro. Me crié en un hogar caótico ya que mi papá se fue a Nueva York a trabajar y mi mamá permaneció en la isla con sus cuatro hijos. Por esa gloriosa y manchada casa en Hato Rey, caminaron muchísimos perros sucios y con algo de sarna que se juntaban a nosotros porque le dábamos comida y techo; personas en busca de un lugar donde siempre serían recibidos; malos olores y canciones de Silvio que molestaban a los vecinos; y muchos libros y películas de alrededor del mundo. Mi madre llegaba extenuada después de sus largos días de trabajo en la Autoridad de Energía Eléctrica, mientras mis hermanos y yo cocinábamos, leíamos, discutíamos y nos dábamos la mano cuando era necesario. En esa casa carente de pintura y donde las torres de platos llegaban al techo, se sintió un amor sin límites que nuestras disfuncionalidades nunca minaron. No fue el hogar más saludable de muchas maneras, pero en él aprendí que el calor humano nunca proviene de pisos relucientes. Me rencontré con este pasado en Shoplifters (dir. Hirokazu Koreeda, Japón, 2018), donde el amor familiar más puro se manifiesta entre los olvidados de la gran ciudad.

\Shoplifters comienza con un niño (Jyo Kairi) de alrededor de diez años robando en un supermercado con la ayuda de su padre (Lily Franky). En la secuencia se siente algo de tensión ya que el nene roba mientras su padre hace una serie de trucos para que los empleados no se den cuenta. Padre e hijo disfrutan del crimen. Koreeda no presenta al niño como una víctima de una sociedad que explota su inocencia como en Pixote (dir. Hector Babenco, Brazil, 1981). Sus crímenes son tan inocentes y tan bien planificados como los del niño y su padre adoptivo de The Kid (dir. Charlie Chaplin, EEUU, 1921). El director invita al espectador a ser partícipe de un juego ilegal y necesario para alimentar a toda una familia, compuesta por una abuela (Kirin Kiki), la madre (Sakura Andô) y su hermana (Mayu Matsuoka). 

Mientras regresan a su casa con su botín, padre e hijo encuentran en el camino a una niña (Miyu Sasaki) de alrededor de seis años sentada sola en un balcón. El ladrón se da cuenta que la niña tiene hambre y se la lleva a su casa para darle de comer. El espectador está consciente de que el adulto está secuestrando a una niña, pero Koreeda elimina toda posibilidad de juicio cuando vemos la manera tan amorosa en la que ese nuevo círculo recibe a la niña y cuando su nueva mamá descubre marcas de abuso físico en sus bracitos. El director de fotografía, Ryûto Kondô, nos contrasta visualmente los espacios vastos de la ciudad de Tokio con la casita pobre que desde adentro parece tener las dimensiones de una caja de cartón grande. Inclusive, los niños duermen escondidos en un gabinete repleto de pequeños trofeos que el niño ha encontrado. Kondô retrata un espacio acogedor que no idealiza la pobreza ya que sentimos los terribles pesares de la carencia de cada miembro de ese grupo. Sin embargo, su ternura persiste, inclusive hasta cuando Shoplifters pierde algo de su ritmo en el último acto. Koreeda nos presenta cómo entre los distritos sociales de Tokio se construye un hogar donde un niño logra susurrar la palabra “papá” sin sentirse obligado por un dictamen genético. 

En If Beale Street Could Talk (EEUU, 2018), Barry Jenkins, que dirigió y adaptó la novela homónima de James Baldwin, también nos presenta cómo el amor nace en los ambientes más inhóspitos. Diferente a Shoplifters, el conflicto principal de Beale Street es si el amor entre Tish (Kiki Layne) y Fonny (Stephan James) sobrevivirá en una sociedad plagada por el racismo. La dirección de Jenkins retrata en close-ups el idilio romántico inicial entre Tish y Fonny. Su romance tiene la delicadeza del momento en Moonlight (dir. Barry Jenkins, EEUU, 2016) cuando Kevin y Chiron se besan una noche sentados en la arena y rodeados por el sonido del mar. Mientras que la relación entre Kevin y Chiron nunca se desarrolla por la homofobia de su entorno, Tish y Fonny logran estar juntos y ella queda embarazada. Su estado no es visto como un accidente trágico y, aunque la madre de Fonny (Aunjanue Ellis) y sus hermanas (Ebony Obsidian y Dominique Thorne) la condenan, la madre (Regina King), el padre (Colman Domingo) y la hermana (Teyonah Parris) de Tish están emocionados por el principio de una nueva familia. 

Pero los sueños de la joven pareja pasan la prueba más terrible cuando una mujer (Emily Ríos) acusa a Fonny de haberla violado. La mayoría de los críticos que han reseñado la película declaran que la acusación es falsa y que todo proviene del encontronazo que tiene Fonny con un policía blanco (Ed Skrein) y racista. Sin embargo, me parece que Jenkins prefiere tratar esto con algo de ambigüedad ya que en la familia de Fonny hay momentos de abuso físico y la conducta del amigo con el que lo acusan es algo problemática, entre otros elementos. Lo bello de la dirección de Jenkins es que él prefiere evitar la certeza de una historia fácil y por esto es perfecto para adaptar la obra tan compleja de Baldwin. Muchos han criticado el ritmo lento de la película. No obstante, la historia se desarrolla a su paso, sin ajoros y nos lleva a un momento final que demuestra su mensaje contundente: el amor de una familia sobrevive en una sociedad minada por sus prejuicios. 

Shoplifters e If Beale Street Could Talk elaboran sobre el tema de la familia, el amor y las dificultades sociales que atentan en contra de la felicidad de sus personajes. Estas historias demuestran que la unión entre personas que se quieren florece en una casita pobre de Tokio, dentro de una prisión de Nueva York o en una casa de muchos perros de Hato Rey.

(Ambos filmes se exhiben en Fine Arts)          

Artículo anterior45 Festival de Apoyo a CLARIDAD
Artículo siguienteHamiltonitis o “The Lin-Manuel Miranda Hour”