Especial para En Rojo
“La poesía es la venganza de los introvertidos”, dijo Adam Zagajewski en una conferencia sobre el poder de la poesía. Lo conocí personalmente el 12 de junio de 2019 (recuerdo la fecha porque fue un día antes de mi cumpleaños), en la librería Karakter de Cracovia, cuando presentó Substancja nieuporządkowana (Una sustancia desordenada), su último libro de ensayos, aún sin traducir. Me pareció una persona introvertida cuando lo vi llegar y al escucharlo: pronunciaba las palabras despacio y su tono era moderado, muy agradable. Al terminar la lectura, luego de estar en las sillas del fondo y de conversar brevemente con una pareja islandesa (éramos los únicos que no hablábamos polaco) me puse en fila con uno de sus libros traducido al español y esperé mi turno para que lo firmara. Como apenas comenzaba a aprender el idioma, atiné a decir un “dzień dobry” (buenos días) y le di el libro. Puso cara de sorpresa, me preguntó, en inglés, de dónde era y, tras contestarle “Puerto Rico”, si estaba allí como parte del programa Erasmus. Cerca de dos años después, el 21 de marzo de 2021, justo en el Día Mundial de la Poesía, falleció.
Todavía no logro descifrar el lugar que ocupa Zagajewski en Polonia. Da la impresión de que no se trata, por ejemplo, de los poetas románticos, a quienes estudian en las escuelas desde temprana edad y entre los que se encuentra Adam Mickiewicz (quien cuenta con varias estatuas en las principales plazas de Polonia); de Wisława Szymborksa, conocida tanto por quienes son asiduos lectores de poesía como por quienes no; de Zbigniew Herbert o de Tadeusz Różewicz (ese, todavía, gran desconocido en nuestra lengua), por mencionar a algunos que no ganaron el Nobel. Ignorado por varios poetas de las nuevas generaciones, y también por sus contemporáneos que no pertenecían al grupo de Nowa Fala (Nueva Ola), a veces parecería que es más reconocido en el exterior que en su propia ciudad. En ocasiones juzgado por utilizar las palabras espiritualidad, inspiración, fervor o alma, Zagajewski fue el poeta capaz de pensar más allá de las ideologías y de los dogmas. En sus poemas se une lo biográfico con lo histórico, la belleza con lo trágico; son versos que parecen ser enunciados por una voz también introvertida, pero no por ello menos valiente y audaz. Zagajewski siguió un camino solitario, en el cual se juntaron la melancolía (una pérdida heredada por Lvov, actualmente Lviv, la ciudad en la que nació y que tuvo que abandonar apenas algunos meses después por el cambio de fronteras luego de la Segunda Guerra Mundial) y las revelaciones cotidianas. Su poética tal vez se resuma en el verso “La poesía es búsqueda de resplandor” y en unos cuantos ensayos y memorias como los de En defensa del fervor y Una breve exageración.
Con Xavier Farré, su traductor al español y catalán, recuerdo conversar sobre algunos lugares de la ciudad de Cracovia que le gustaban: la calle donde vivió, uno de sus restaurantes favoritos (Mięta, en la calle Krupnicza), o el jardín botánico de la Universidad Jaguelónica (que tiene una sección de palmeras, tal vez la que inspiró el poema con ese título: “Jardín de las palmeras”). Recuerdo que Ariel rosé, poeta con quien he compartido encuentros en Cracovia, Varsovia y un viaje a Lviv, mencionó que Adam era la persona con quien hablaba de música clásica y de quien recibió unos pocos, pero fundamentales consejos para su poesía. También recuerdo pasear por Planty, el parque rodea el casco antiguo de la ciudad (antes una muralla), y entre los muchos árboles ver uno identificado como el “árbol de la poesía” en honor a Adam Zagajewski. Un árbol introvertido, podría decir; no se lo identifica a simple vista, sino que es necesario un esfuerzo o una casualidad para encontrarlo.
En junio de 2023 se organizó en una sección de la Biblioteca de Cracovia una lectura en su memoria. Leyeron sus traductores y también compañeros de generación como Ryszard Krynicki o Ewa Lipska. La sala estaba abarrotada. Al final, hubo varios entremeses y espacio para compartir. Volví a ver a Xavi, a Ariel y conocí a Maja Zagajewski, su viuda, entre otra gente que estaba allí que era cercana no solo al poeta, sino al familiar, al vecino y al amigo. Ese fue el caso de Daria, una señora que describió a Adam como “a mellow guy”. También me dijo que ella no leía mucha poesía, pero que para Adam eso no era un problema y que se encontraba varias veces con él al comprar el pan.