CARTAS: Reflexiones docentes sobre la cultura de la excusa

De mis 64 años, cuarenta han sido dedicados a la docencia universitaria. El proceso aprendizaje-enseñanza es mi motor vital; lo fue cuando estudiante, lo es en mi profesión y lo será hasta mi última exhalación. ¿Porque estoy tan segura de ello? Por mi actitud ante la vida; creo que la educación libera y la libertad no es negociable, el conocimiento da poder y es una responsabilidad impostergable, y la integridad moral nos da paz de conciencia siendo una obligación inescapable.

Poseer inteligencia no es un privilegio sino una responsabilidad socio-histórica-existencial, permanente y dinámica, que conlleva cultivar, expandir, diversificar y exaltar las operaciones superiores del pensamiento. No es la inteligencia por sí sola lo que nos mejora; es saber usarla para solucionar los problemas sin hacernos daño ni a otros.

La vida, en sí misma, es un complejo problema con el que lidiamos diariamente. Cómo vivimos nuestras vidas es la propuesta personal que damos de solución al gran problema existencial. Habrá cosas que nunca podremos controlar y algunas que pueden acortar o desgraciar la vida. Pero hay muchas otras cosas que podemos aprender a manejar cuando nos proponernos una vida satisfactoria, sino extraordinaria. Queda claro que no basta con sobrevivir; eso hacen el resto de los animales. En los humanos, lo esencial debe ser la ética del buen vivir coexistiendo con nosotros mismos y los demás. Quizás ese es parte del problema, olvidamos la meta de vivir sabiamente porque nos ahogamos sobreviviendo neciamente.

Todos tenemos problemas personales. Unos son graves e insolubles, otros simples o transitorios, pero es desconcertante la “cultura de la victimización y la excusa” que hemos ido generando en Puerto Rico donde los problemas personales son excusas “a priori” de justificación al incumplimiento de responsabilidades. Debo decir, con toda honestidad, que a veces me enfada, otras me confunde. En la mayor parte de las ocasiones, me obliga a cuestionarme qué hemos hecho en Puerto Rico para reforzar la mentira y la manipulación cuentista como estrategia “normal” de vida.

Esto es lo que oigo: La culpa es del otro. Lo malo es ajeno. Mis situaciones personales son peores. Las reglas están mal. El orden es injusto. Las consecuencias son para otros. El gusto es el criterio para determinar lo bueno; el esfuerzo y el sacrificio banalidades inútiles o tontas. No hay tiempo para agradecer ni reconocer pero sí para criticar, acosar, humillar o insultar. A nadie le importa nada ni nadie. No hay disposición para corregir errores ni espacios para mejorarse sino para atacar a quien se atreva sacarnos de nuestras auto-creídas mentiras, el malo sale bien y el bueno cae de bobo…

¿El cuento y la excusa deben subsanar la irresponsabilidad, mala acción o error, incluso los voluntarios? Pierde integridad moral el que deja de pagar sus cuentas, deja de hacer su trabajo, compite con trampas, plagia ideas, choca y se da a la fuga, roba cuando cree que nadie le ve, mata excusándose en el vicio, insulta culpando las hormonas, tira la piedra y esconde la mano, fomenta el rencor y la venganza en vez de la justicia. Pierde humanidad el irresponsable. Muchos gritan que hemos perdido valores pero poco hacen con sus ejemplos para corregir su queja. Vaya con la doble moral.

La buena educación nunca es una experiencia deformante. Educar no es dar notas sino ayudar a pensar de la manera más responsable posible pero la cafretización de los valores pro-sociales se ha normalizado al punto de la desgracia y la vergüenza. ¿Qué debemos hacer? Podemos empatizar y reconocer los problemas pero no validar la impunidad ni el incumplimiento trabajando para educar un puertorriqueño moralmente integro, saludable y positivo con su vida y país. Aunque no se entienda el valor de la responsabilidad, debemos comprender que sin ello solo nos queda el caos anárquico. Aunque se eliminen escuelas públicas y las matriculas privadas peligren siguen siendo instituciones pilares, de la mano con la familia, para la enseñanza de valores necesarios. La ruta es clara: la responsabilidad es un estilo de vida y un cimiento de la personalidad saludable.  Los educadores NO nos quitamos nunca.

La autora es sicóloga social comunitaria y profesora universitaria

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