El evolucionismo del porno-consumo contemporáneo

 

Especial para En Rojo

Para iniciar con dicho recorrido social e histórico acerca de la pornografía, comenzaré definiendo su conceptualización etimológica la cual alude a “porne” que significa prostituta y “graphein” o grafito que es grabar e ilustrar, descripción que se podría traducir como la ilustración de la prostitución. Debo agregar, que siguiendo la línea de pensamiento, que trae autores como Malamuth (2014) señalan que esta terminología deconstructiva se tiene que acuñar y atemperar a nuestra época moderna tardía, puesto que en la antigua Grecia jamás se elaboró tal noción. Destaco esto, puesto que en la Grecia clásica no se era represivo siguiendo la línea de pensamiento que nos presenta Longford (1975) en lo que corresponde sobre el sexo. Una forma de cómo se puede ilustrar tal hecho más a tenor con nuestro planteamiento son las mismas prácticas y diversas representaciones de los cuerpos como esculturas, pinturas, simbologías genitálicas, etc. las cuales constituyen toda una batería conceptual sobre la cuestión sexual y pornográfica desde la era clásica. Tan grande fue este impacto, que inclusive se desarrolló en pleno apogeo de la época moderna, siglos XVIII y XIX el primer texto de historia de las tecnologías sexuales como contraparte del tratado de sexología médica clásica de Sinibaldi llamado “Geneanthropeia[1]” (Preciado, 2002).

Así que, este planteamiento ayuda a esclarecer cómo eso que se definimos como pornografía bajo nuestra sociedad de hiperconsumo hoy cobra otra óptica a la que se ilustraba hace cinco o seis lustros atrás, puesto que la brutalidad, bestialismo, sadismo BDSM (Bondage, Dominatriz, Sado/Masoquismo) hicieron aflorar una nueva fase dentro del porno-consumo. Desde el “establishment” de la pornografía moderna que se cuajó en el siglo XIV con el texto de “El Decameron de Boccacio” logra instalarse una nueva mirada sobre los cuerpos y el mismo erotismo, que no existía en épocas ulteriores. Tanto fue así, que según Longford (1975) no fue prohibido por la Iglesia ortodoxa hasta el advenimiento de las reformas y contra-reformas cuando se implanta en el Index[2]. Cabe señalar, que “El Decameron” aún hoy continúa siendo tema de debate en diversas latitudes del mundo.

Entretantos vaivenes y embestiduras institucionales el problema de la pornografía se revistió durante varios siglos, tanto a nivel psicosocial como económico- políticamente. Subrayo el factor psicológico y económico, porque aun habiéndose desatado el fenómeno de la secularización post-revolución francesa persistía una mentalidad de carácter puritana, que buscaba suprimir y castigar a todos los comerciantes y editores que vendieran este tipo de contenido “hard-core”. El detalle de lo hard-core, soft-core y hard varía de acuerdo a ciertos contextos, pero si seguimos la línea cronológica de los distintos historiadores de la pornografía, en el 1802 se fraguó “La Sociedad Contra el Vicio” debido a que el contenido sexual que se mercantilizaba era uno fortísimo, cosa que era muy distinta en los pasados siglos (Longford, 1975).

Fue a partir de estos destellos de carácter “hard-cores” que se desplegaron un sinnúmero de matices en el campo del porno-consumo, justamente como lo fue la primera traducción inglesa en el 1875 del manual hindú el “Kamasutra[3]” la cual tuvo una notoria acogida sobre todo Occidente. También, es menester mencionar, que uno de los grandes Big Bang’s que tuvo la misma industria del sexo, fue durante esta época victoriana, ya que durante este mismo siglo se realiza la primera película pornográfica de origen francesa “Le Coucher de la Mariee” en el 1896. Esta fue dirigida por Léar y producida por Eugène Pirou en la cual se ve a Louise Willy, una actriz de cabaret, haciendo un striptease y teniendo relaciones sexuales con un hombre[4].  Sin embargo, dentro de los múltiples cambios y giros técnicos que se han dado en el campo sexual, descansa el verdadero malestar de la cultura que se encarna sobre el uso de los placeres y acerca de cómo estos podrían ser utilizados sobre cada cuerpo.

Trazando una línea genealógica desde la óptica foucaultiana, el “dispositivo sexualidad” puede ser vislumbrado desde la misma antigua instalación clásica como un instrumento de control biopolítico el cual está totalmente dotado de condicionamientos y estrategias instruccionales. Es importante delinear, que estrategias como la histerización del cuerpo, pedagogización del sexo para el niño, socialización de conductas y roles sociales y la misma psiquiatrización del placer en todas sus dimensiones han hecho del cuerpo y el mismo sexo una práctica normativa e incluso psicopatológica (Muñiz, 2005). Al observar cómo estas prácticas han sido implantas sobre nuestro andamiaje social, notamos que tales maniobras biopolíticas y psicosociales gestionan nuestro aparato psíquico y corpus en general. Por ende, hoy la industria del sexo ha buscado adentrarse sobre las capas más finas de la estructura psicológica/sociológica eficazmente a partir de las nuevas tecnologías como medio interventor e incluso constructor de modos de subjetivación contemporáneo.

En ese sentido, la pornografía que hoy se consume por doquier ha retransformado el imaginario social, la estética de los cuerpos, el dispositivo sexualidad, el deseo y el mismo decoro, provocando a su vez la destrucción anímica de ese otro y faltante. Según Chul- Han (2017): “es pornográfica la falta de tacto, y de encuentro con el otro”. Así que, en otras palabras, la pornografía más allá de llevarnos a un estado de goce y gratificación inmediata, es otra forma alterna de exacerbar nuestra relación “yoica”. Es decir, que al aliarse la pornografía con las nuevas tecnologías y dispositivos sociotécnicos como la informática se le busca asignar un valor uso, cambio y goce a los objetos con el fin de cederle nuestra subjetividad idealizándolos.

Y, ¿Cómo se ha establecido dicho enlace con nuestra psiquis, tanto a nivel técnico como práctico? A través del dispositivo electrónico (dildos, ciber-dolls, smartphones, laptops, reconstrucciones biotecnológicas, etc.) se ha ido construyendo este estadío intersubjetivo y coaccionado, dado a que hoy todo está mediado por lo digital, cualidad que a su vez configura la psique humana mediante su uso cotidiano. De este hecho sociocultural, es que se desprende la intrínseca relación que coexiste entre el consumo/conducta humana y deseo/fantasía en el mundo pornográfico. Quiérase decir, que en la medida que la cultura de consumo reajusta sus condiciones materiales (socioeconómicas) la misma psicología de masas va creando nuevas necesidades, imaginarios y deseos recurrentemente.  Ante este advenimiento de nuevas tecnologías y desarrollos de técnicas sociales emerge consigo un cambio crucial y radical sobre la subjetividad humana contemporánea, dado que estos mismos hechos han generado otros tipos de prácticas sociales y dominios del saber sobre la estructura psicosociológica.

Un pertinente ejemplo sobre cómo los dominios del porno-consumo han ido avasallando las capas más finas del cerebro humano neuropsicológicamente hablando es mediante las interconexiones que se efectúan entre las zonas subcorticales, lóbulos funcionales como el temporal y frontal al igual que en la memoria de goce.

Traigo a colación este hecho y dato empírico, ya que estudios recientes dentro y fuera del campo de las neurociencias se ha demostrado cómo el cerebro humano a partir de sus esquemas mentales y mecanismos de defensa los cuales descansan en la plasticidad neurológica logran condicionarse a diestra y siniestra del refuerzo conductual de goce que ofrece el porno-consumo. A raíz de este despliegue interconexo que juega el mismo conexionismo cibernético con nuestro aparato psíquico ponemos en relieve también cómo la memoria del goce ha logrado estructurarse en nuestros funcionamientos más básicos como lo es de registrar, codificar y recuperar información. Tan contundente ha sido dicho embate a nivel intersubjetivo y neuronal que nuestras funciones más básicas de memoria y aprendizaje están prácticamente entorpecidas por la demanda ganancial de excitación que genera la pornografía.  Es gracias a estos señalamientos que la memoria del goce busca fragmentar todo tipo de contenido y esquema mental que diseñamos porque tiende a agruparse o desagruparse sobre las falencias que no podemos acceder al instante. (Arias, 2016). Por tal razón es que esa excesividad de consumo pornográfico acarrea una irresolución circulatoria y eficaz que su estado sublime ofrece por encima del contacto interpersonal, cualidad que la imagen y movimiento hiperreal impulsa sobre nuestra subjetividad[5].

La problemática hoy bajo era digitalizada y post-Covid-19 es tan crítica y autodegenerativa, que carga con la consecuencia de sutileza destructiva de la flexible simulación de la alteridad. El mejor ejemplo es el fomento de las políticas de autocuidado y ética del bien común desde el distanciamiento social, cualidad que ha hecho más agresivo este embate. De ahí, que estas cualidades fenoménicas incidan sobre nuestra vida anímica virtual logrando perforar y redefinir las nociones imaginarias, y de posibilidad para encaminar a nuestro deseo. Así va desplegándose el verdadero malestar en la cultura contemporáneo interconexamente entre la relación maquínica vs. ser social más estratégicamente con los dispositivos para la búsqueda de placer inmediatos concebidos como aparatos fármaco- pornográficos y gadgets electrónicos.

Sin duda alguna, la constitución de otros conceptos, objetos, axiologías y técnicas mismas dentro de la industria del sexo ha hecho valer la construcción de un nuevo sujeto o ser social moderno. Por esta razón es que este proceso de construcción más allá de ser uno psicosociológico es uno subjetivo, ya que el deseo como dice Deleuze (1981) es siempre revolucionario, porque es como el devenir que no cesa de agenciar e interconectar cuerpos heterogéneos.

La mejor manera de cómo exponer tal ejemplo interrelacional entre el ser social moderno y su significante privilegiado son las propias producciones de cintas VHS, celuloides, cine para adultos, fotografías ilustrativas, DVD’S, dildo-mercados, magazines, teleoperadoras sexuales, muñecos inflables, strap-ons, traseros de plástico (twerking butts), ciber-burdeles, etc. que antes se consideraban lo último de la avenida del consumo homo-erótico. Con el devenir de los tiempos, estos artefactos sexuales han dado otro viraje a nivel psicológico, neurológico y cultural cuyo significado y entendidos sociales en la actualidad incentivan nuevas formas de socialización e interrelación. Sin embargo, ¿Cómo estos dispositivos técnicos forman parte de nuestra cotidianidad biopolítica y sexual identitaria? Gracias a las invenciones cibernéticas y biotecnologías todo lo que se nos hacía imposible de producir o realizar psicológica y sociológicamente hablando se ha visto posibilitado por el mundo ciborg biosocial. Algunos ejemplos que ilustran más tenor dicha exposición contractualista lo es el dildo[6], las hormonas o feromonas, las personas transgénicas, drogas, cibersexo, el cuerpo transexual, prótesis cibernéticas y robóticas, entre otros (Preciado, 2011).

Hoy día, muchas industrias para el entretenimiento para adultos han apostado e incluso abogado por la inclusión de estos dispositivos sociotécnicos, ya que son objetos de carácter heterogéneos y a su vez alternativos dentro del terreno de lo sexual/biopolítico/identitario e intersubjetivo. Esto se debe a que más allá de haberse considerado la pornografía como un dispositivo reproductible del mundo de la fotografía y la misma imagen desde los tiempos prehistóricos, en plena contemporaneidad se le ha dado otro giro significativo, tanto en el aspecto psicosociológico como en el entorno geo y ciberespacial. De ahí, la mandatoria exigencia de reflexionar y accionar, si realmente estamos solucionando una necesidad ilusoria pasajeramente o más bien recrudeciendo la interminable debacle entre ser humano versus máquinas inteligentes.

 

Referencias
Baudrillard, J. (1970). La sociedad de consumo. Buenos Aires, Argentina. Siglo XXI.
Baudrillard, J. (1981). Simulación y simulacro. Buenos Aires, Argentina. Paidós.
Braunstein, N. (2012). El inconsciente, la técnica y el discurso capitalista. Buenos Aires, Argentina. Siglo XXI.
Chul-Han. (2018). Hiperculturalidad. Madrid, España. Herder.
Chul-Han, B. (2014). La agonía de Eros. Madrid, España. Herder.
Deleuze, G. & Guattari, F. (1972). El Anti-Edipo. Vol. I: Esquizofrenia y Capitalismo. Buenos Aires, Argentina. Paidos.
Freud, S. (1990). Tres ensayos sobre teoría sexual. Barcelona, España. Alianza.
Longford, L. (1972). Pornografía. Buenos Aires, Argentina. Grijalbo.
Malamuth, N. (1986).  Sex Violence & Values: Changing Images (T.V. Movie). UCLA Publications Journal. California University.

Notas

[1] Vern. L Bullough muestra el primer estudio descriptivo y exploratorio de la historia de las múltiples técnicas sexuales que se utilizaron en la época moderna como gran monopolio para la producción de aparatos e instrumentos dedicados al uso y prevención de la masturbación. Ver: Sexual Variance in Society and History, Nueva York, Wiley. (1997).
[2] Este fue un catálogo de libros prohibidos por la autoridad de la Iglesia ortodoxa: Index Librorum Prohibitorum. Instruido por el concilio V en el 1515.
[3] Es uno de los textos hindús más antiguos de la historia, que trabajan a nivel general los temas sobre el comportamiento sexual humano desarrollado entre el 240 y 550 D.C.
[4] Ver: http://www.uneac.org.cu/columnas/emilio-comas-paret/breve-historia-de-la-pornografia
[5]   Cabe mencionar que cuando utilizo el concepto de subjetividad es partiendo de la mirada postestructuralista de los pensadores Delueze & Guattari los cuales rompen con la mirada cartesiana tradicional y darle a éste otra óptica de la diferencia a la que transitan los elementos de la fluidez, molecularización y pluralidad.
[6]     Dentro de las fuentes que nos presenta Beatriz Preciado (2011) logré hallar que la genealogía del concepto dildo se remonta al siglo III A.C en Mileto, ciudad floreciente de Asia Menor. Dicha ciudad era famosísima entre los griegos por la fabricación y exportación de “olisbos”. Éste, era en la época clásica considerado como un facsímil razonable del miembro viril el cual era realizado en madera o en cuerno relleno, que a su vez era utilizado con aceite de oliva para lograr masturbarse con el mismo. (Ver: “El manifiesto contrasexual”. p-185.)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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