El romance de una noche en Vienna: Reseña de Before Sunrise

 

 

Especial para En Rojo

 Bold Lover, never, never canst thou kiss,

Though winning near the goal yet, do not grieve;

She cannot fade, though thou hast not thy bliss,

For ever wilt thou love, and she be fair!

John Keats, “Ode on a Grecian Urn” (1819)

 

Me considero un romántico empedernido. No tengo cura. De hecho, cada San Valentín inspira diferentes reacciones románticas en mí. Estas reacciones han fluctuado entre el romanticismo barato de flores con regalos cuando había novia al romanticismo Sturm und Drang de un joven Werther que llora borracho por su soledad frente al Estudiante escuchando la música de José José. Rechacé ese día de corazones rosados con flores y perritos de peluches porque es precisamente una excusa capitalista para consumir. Todos los sabemos. Convivo hace más de quince años con la mujer más chula, retante y maravillosa del mundo. San Valentín no ha representado nada para nosotros, aunque algunos años ha servido de excusa para hacer una salida a un restaurante bueno (no siempre se puede) y darnos unas copas. Somos felices el uno con el otro y no necesitamos que el Cupido de Walgreens nos lo recuerde. Nuestra relación es compleja y ha enfrentado sus retos. Con todos los tropezones, nos miramos a los ojos y ambos regresamos a aquel viernes, 8 de agosto de 2003, en que nos reencontramos en el Refugio. Esa noche hablamos de nuestros planes de viaje, las tesis de maestría en el Departamento de Inglés y lo que esperábamos del futuro, entre muchos otros temas. Bastante atrevida, ella me buscaba la mirada. Inseguro de nacimiento, yo bajaba la vista porque no creía lo que me estaba pasando. Al despedirnos, ella me besó en los labios. Aunque yo tenía alguito de experiencia, me derretí cuando sus labios mordieron juguetonamente los míos. Ese día lo supe. Pasaría el resto de mi vida junto a Edna. Es obvio que no se lo dije. Para muchos es descabellado pensar de esa manera por un primer beso. Pero todavía busco el tenue sabor a parcha que sentí aquella noche en su boca. Se los digo, romanticón hasta morir. Como esta semana es San Valentín, hoy reseño una de mis películas románticas favoritas, Before Sunrise (dir. Richard Linklater, EEUU y Austria, 1995).

Aunque Before Sunrise es la primera parte de una trilogía sólida que incluye Before Sunset (dir. Richard Linklater, EEUU y Francia, 2004) y Before Midnight (dir. Richard Linklater, EEUU y Grecia, 2013), la primera siempre será la más bella para mí. Esta película emana un romance que no solo enamora a cualquiera, sino que también tiene referencias constantes al cine. Before Sunrise se concentra en una conversación entre Céline (Julie Delpy) y Jesse (Ethan Hawke), que recuerda a la naturalidad y energía del intercambio entre Wallace y Andre en My Dinner with Andre (dir. Louis Malle, EEUU, 1981). Céline y Jesse se conocen en un tren en Europa, cuya genealogía visual se remonta al impredecible mundo de los trenes en The Lady Vanishes (dir. Alfred Hitchcock, Reino Unido, 1938) y Murder on the Orient Express (dir. Sidney Lumet, Reino Unido, 1974). A pesar de que Céline iba a París, Jesse la convence de bajarse en Vienna, la ciudad donde Harry Lime (Orson Welles) se esconde de la ley en The Third Man (dir. Carol Reed, Reindo Unido, 1949). Jesse invita a Céline a caminar toda la noche por esa ciudad de ensueño porque en la mañana tomará un vuelo de regreso a los Estados Unidos. Ese deambular por una Europa de parques y puentes, de personajes raros y miradas fugaces entre enamorados revive la aventura romántica de A Little Romance (dir. George Roy Hill, Francia y EEUU, 1979). El director y libretista, Richard Linklater, usa esa ciudad tan llena de cultura clásica y de destellos de historia del cine como el escenario donde Céline y Jesse conversarán hasta el amanecer.

La sinergía del grupo creativo que incluye a Linklater, Kim Krizan, que escribió el libreto junto al director, Hawke y Delpy se nota en la naturalidad y la espontaneidad tan palpable de los intercambios entre Céline y Jesse. Las conversaciones ponen en duda la separación entre los personajes y los actores. De hecho, uno de los momentos más bellos se lleva a cabo cuando Céline y Jesse entran a una cabina para escuchar “Come Here” de Kath Bloom. Ella se sienta al lado de él en un espacio muy pequeño. La cámara nos permite observar un juego de miradas que se encuentran y se evaden con la timidez de dos personas que no se conocen, pero que sienten una bella afinidad. La sutileza de la cámara de Lee Daniel, el cinematógrafo con el que Linklater también ha colaborado en Dazed and Confused (1993) y Boyhood (2014), retrata cada gesto íntimo sin perder de vista la ambientación clásica que los rodea. Esa noche llega a su apasionado y esperado desenlace en la estación del tren, precisamente donde Céline y Jesse decidieron bajarse para caminar sin rumbo hasta el próximo día.

Saber que Before Sunrise es parte de una trilogía pone en evidencia cómo Céline y Jesse se reencontrarán. Esta película no tiene una trama que podría dañar un spoiler porque su fuerza se basa en los intercambios juguetones y conversaciones profundamente personales que tienen Céline y Jesse. Ese mundo que Linklater y Daniel retratan solo es único porque Céline y Jesse pasearon por allí. De hecho, la película termina con el amanecer en los diversos lugares en donde estuvo la pareja. Sentimos la ausencia de ese romance fugaz en una ciudad que se siente eterna por sus siglos de belleza arquitectónica e historia. Así como en el poema romántico “Ode on a Grecia Urn” de John Keats, la magia de Before Sunrise se resume en la angustia de un romance limitado a una noche, pero cuyo encanto perdurará por siempre.

Así como Céline y Jesse, camino de la mano de Edna desde la lenta muerte de un atardecer hasta esa mañana que nunca podrá separarnos.

 

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