En Reserva-“se supone que hayan tres carros, no seis ni siete”

 

por Papiro, transcrita por Rubén Ramos

Especial para En Rojo

 

Estamos frente a la Vila Mayo ante el concierto de la noche del martes en El Boricua. Canta Tanisha. Henry Cole en la batería. Algunos drones y apenas un hilo separan a la gente de la vía.

Pues, él vino y cogió y siguió pa lante, y yo vine y me le paré al lau, dije, mire hermano, hay muchas más luces que la que tienen que haber en la orilla, se supone que hayan tres carros, no seis ni siete y hay siete y ocho carros, no sigas pa lante, porque, nos están esperando y no son los de nosotros, dale pa atrás. Y el tipo comenzó a dar pa atrás un poco, y ahí se encalló en un arenal que había, y ahí ya había salido la lancha de FURA y estaba llegando donde nosotros ya. Me cogieron. Los federales me cogieron. Me metieron preso. Me quitaron to lo que tenía, dice Papiro.

Durante muchos meses estuve viéndolo trabajar en El Bori por las noches. Delgado, la piel bronceada, pómulos altos, el ceño pronunciado sobre sus ojos. La mirada como en un nicho, contemplativa. Su voz baja pidiendo paso mientras avanza a manos llenas abriendo el mar de gente con un “permiso”.

Acho. Prácticamente me vi preso. Me vi preso en el momento ahí. Ya estoy preso. Ya me cogieron. No vua hacer na. Sabe Dios lo que venga ahora. Lo que vino no fue fácil. Me quitaron to lo que tenía. Las propiedades. Quedé prácticamente preso de una noche pa otra. Preso y sin nada. Que todo lo que tenía… Bueno, me dieron una fianza. Pero fue una fianza bien alta y no tuve el dinero para sufragar el gasto. Eran cinco a seis números. Y ya tú sabes…

 Veía siempre a Papiro moviendo bolsas de basura, cajas de cerveza, pasando escoba. Pasaba la mayor parte de su tiempo recolectando el descarte del jangueo en El Boricua donde jóvenes estudiantes y ex alumnos nos reuníamos a conversar la ganancia de nuestra educación. Mas sin embargo, ineducados en cuanto al manejo de nuestros desperdicios. Papiro rápido a la mesa de los estudiantes de derecho que al levantarse dejan sobre ella el lote de envases vacíos de su bebedera.

Me llevaron ante un magistrado federal… El magistrado Justo Arenas de la corte federal de San Juan. Conspiración con intención de introducir, este, introducir, mil ciento veinticinco libras de marihuana. ¿De marihuana?, lo detengo sorprendido. Sí, en un bote. Eso es lo que traíamos nosotros por bote, me contesta. Yo pues hacía, lo que se hace ahora en dispensarios, yo lo hacía acá, cómo se dice, por debajo el agua, underground, yo era un narcotraficante. 

Quise atreverme a conversar con él desde que comencé a notar la música con la que llegaba en la pick up: Shaba Ranks, Chaka Demus, Junior Reid, Buju Banton; un hit parade de dancehall. Papiro tiene el piquete de rasta que tenían los chamacos a principios de los noventa, lo cual me resulta extraño, porque por lo general, quienes vivieron esa época en Puerto Rico luego se movieron a otros estilos, fueron surfers, cacos, en fin. Aquel ‘rasta’ boricua de los finales de ochenta y principios de los noventa es por lo más una estética ya no popular. Mal llamados rastas porque precisamente, era dancehall lo que escuchaban en su mayoría.

No es común ver a un hombre de su edad vistiendo así, ni mucho menos escuchando esas canciones, ventanas abajo, la mano por fuera balanceando un cigarrillo, con un equipo de sonido veinte años más nuevo que el carro que lo lleva instalado. Los hombres que conocí que se le parecían, salvo uno- quien recién salió de la cárcel- ya están muchos encamados o muertos. Contemplo eso y entonces armo el rompecabezas: Papiro debió haber estado preso en algún momento. No por cómo viste, no por cómo se ve, sino porque percibo en él la misma aura de juventud detenida que en amigos y familiares que han hecho tiempo.

Yo viví muchos años en Fajardo. Ahora mismo estoy viviendo en otro lau, pero… bueno, mi crianza parte de ella fue terminada en Fajardo… mi mamá se quedó sola, sin trabajo. El viejo cogió pa otro lau con una chilla que tenía, ya tú sabes. Yo empecé a pasar máquina, a hacer patios. Me iba con una máquina de hacer grama de hacer patio, un trimmer, una extensión. Llevaba todo el equipo necesario para hacer un patio en ese momento, por las urbanizaciones, iba casa por casa. Por un patio podía cobrar 30, 35, 40 dólares, depende el tamaño del área que fuera a recortar. A veces en un día hacía, lo más 3, si eran pequeños 4, pero si no, uno por la mañana, después al mediodía uno, y ya por la tarde pa finalizar otro. Estuve en esas como desde, los 9 años hasta los 12, pero como a veces cuándo estaba lloviendo no podía trabajar, que eso eran días perdidos. Estaba en la escuela también, que eso yo lo hacía sábado y domingo to el día y en las tardes cuando salía de la escuela y hacía las tareas pues entonces me iba con la maquinita por ahí chinguín chinguín a ver qué patio caía y eso. A veces estaba hasta las 6 y 7 así, dependiendo la estación del año.

Los años y tribulaciones se enuncian dibujados en su figura: sus manos toscas, el ceño siempre fruncido, absorto, enfocado en sus tareas. Papiro tiene pocas palabras con la asistencia. Ayuda con la limpieza, es decir, recoge detrás de los niños que asisten al jazz los martes a quienes sus padres parece nunca les hicieron cargo de sus propios regueros. Detrás de ellos, como alguna vez sus madres, Papiro hace y no dice nada. Tiene el temple de quienes han pasado por peores días. Domar el desorden que se acumula sobre las mesas y aceras resulta poco ante la severidad de otras tantas experiencias. En qué momento cambió lo de cortar grama, le pregunto, ¿qué pasó?

….bueno, conocí un amigo mío en la escuela y, esa era en Río Grande, eran unos cursos sabatinos porque yo me había salío e la escuela, por trabajar- y en eso de… (un camión pasa y divide la conversación). Pues me salí de la escuela, no la terminé y empecé los cursos sabatinos y gané dos años escolares. Pa ese entonces yo tenía los 13 años, estaba trabajando en landscaping. Yo chamaquito, casa por casa por las urbanizaciones, tan, y conocí un pana mío en la escuela superior sabatina que resultó ser el hijo de una persona que era narcotraficante grande de los de antes. Que pasa, yo inmediatamente… el hijo de él y yo hicimos una amistad bien close… y me mudé pa la casa del pana mío, a la casa del papá del pana mío. Dormíamos en el mismo cuarto y ya tú sabes, nos íbamos a la escuela juntos y estábamos to el día. Los hermanitos. Ya tú sabes, bien close. Como si fuera mi hermano. Que pasa, que al pasar de los años nos dimos de cuenta de lo que hacía el viejo y pam, empezamos a cogerle cosas de una casita que había en la parte de atrás que era donde él guardaba las cosas, y ya tú sabes, sabíamos cómo buscarnos dinero de mala manera, como no se debe. Él no se imaginaba que le estábamos cogiendo nada hasta un día que tuvo que pesar que hacer un inventario y pesar todo lo que había y… prácticamente él se dió de cuenta que le estaban robando, que alguien le estaba robando.

 Inmediatamente pues nos confrontó y pues le tuvimos que decir que sí, mira sí nosotros lo cogimos- porque de verdad lo habíamos cogido- no podíamos decirle que no. Él tampoco era un bobo. Pan, y de ahí vinimos, mi hermano y yo montamos un punto en Fajardo y se llamaba el Morro en Montebrisas, en la urbanización. Empezó una cosa como si fuera un relajo, vendiendo así una bolsita que otra, dos tres, to los días, después seis, siguió subiendo la, la, venta, siguió subiendo la venta y siguió subiendo la necesidad de comprar material porque ya ese nosotros no lo habíamos consumido pero lo habíamos gastado, ya nos habíamos comprado carros, yo había comprau, mi hermano se compró un apartamento, yo me compré una casa en Montebrisas, en la tercera sección. (aire) pues, esas cosas malas que hacíamos porque…

 El set de Tanicha termina. Papiro me ofrece un whisky que tiene en la guagua. Va a la barra, busca dos vasos con hielo. Vuelve a servir.  Me recuesto de la pick up mientras conversamos y mientras sirve, le cuestiono sobre cómo esas cosas que él mismo llama malas le estaban dando una prosperidad. ¿Podías dormir bien?, le pregunto mientras extiende el palo de whisky hacía mí.

 Más que tranquilo, porque, digo, cuando vivía en casa del viejo pues fue un poco estrésico al principio, pero después me acostumbré y después cuando compré la casa me fui pa mi casa solo. Tenía 18 años. Se detiene, Solo no, me fui con una jeva. Cuándo compré la casa me llevé a la jeva que tenía. La metí en la casa, amueblé la casa. Pam. Tenía 9 o 10 carros. Dos lanchas. Tenía jetski. Tenía todo, todos los juguetes que hay por ahí.

Tenía un Iroc Z, tenía un BM M6, un Porche 930 turbo, un Mercedes 500… Tenía un volky convertible del 74, una guagua para cargar ganau, porque nosotros bregamos con vacas, también bregamos con vacas. Bregábamos con vaca y con vaquitas, suelta una pequeña carcajada, con vaca y con vaquitas. Pero mere, pues llegó el momento en que me pillaron y se acabó todo.

 Duró 7 años la prosperidad de Papiro.

 Pues hice tiempo y cuando salí tenía un poco de dinero guardau y… pero ya en la cárcel me puse bruto y me rompí el cable metiéndome porquería. Tuve mitad de la sentencia aquí y mitad en Estados Unidos. Wisconsin, Oklahoma City, Reno… era el sistema federal. Reno, MCC New York, MCC Miami, FDC Miami, Norfolk Virginia y unas cuantas más en el área este de la nación americana. Eso fue hace treinta años, y pues, mucho ha cambiado, hay muchos que han muerto también, que ya no están con nosotros.

 Como a los dos días (fue) que me dejaron llamar. Llamé a mi hermana. Le expliqué: me pararon los guardias entrando por el muelle de Fajardo. Estoy arrestau, no sé, creo que me van a someter los cargos de narcotráfico, me cogieron esto y esto y esto, y no tenía el equipamiento de montarme en la embarcación completo, me metieron un montón de multas.

 Ellos se encargaron de que el caso fuera productivo para ellos. Me defendió el estado junto con Marcos Torres Rivera, el abogado que brega casos de racismo de aquí en Carolina. Los dos bregaron bien, los dos bregaron bien dice inclinando el palo. No me sacaron pa la calle porque obviamente es una cantidad bien grande de sustancia, entiendes, pero trataron de conseguir la, mucho menor, de la menor de la sentencia que me tocaba y pues le hice los diez años, le hice tres afuera, terminé jukiau, jodío.

 Estuve un par de años después de ahí inestable, económicamente, del trabajo, conseguía trabajo y como era chamaquito, todavía era chamaco, este, ya a los 25, 26 ya era rabiascoso, quería mandar pal carajo a los jefes y me iba de los trabajos. Mucho vaivén. (Pero) tenía que pagar renta porque mi mamá tiene una casa verdad, pero eso era de mi mamá, yo no puedo ir allí después de grande ya a meterme con una mujer a casa e mi mai, jamás y nunca, ni a menos que sea una emergencia, pero, de lo contrario a vivir no.

 Le pregunto qué haría si tuviera que volver a pasar por ese proceso, si estaría dispuesto a vivir todo eso, o si sentía que sabiendo el desenlace, evitaría iniciarse en esto o si lo haría igual.

 Eso es algo bien difícil de explicar, porque ya uno probó, como uno dice, lo que es tener comodidades y sabe al no tener las mismas de antes que estás atrás y eso te deprime. Empieza la depresión. A mi me dio… me dio una depresión bien cabrona que no salí casi en tres semanas de mi casa cuándo salí de la cárcel. No quería salir ni de mi casa cuando salí de la cárcel. Pa ningún lau. Si acaso alguna cita médica de lo que me estaba chequeando en aquellos momentos, pero pa jangueo de nada.

 Me acabo el trago absorto por lo que siento es una aceptación improcesable y le cuestiono si para él todavía valdría la pena jugarse su libertad para volver a tratarlo y sin flaquear ni dejarme terminar me dice,

 Claro que sí, si tuviera la oportunidad de hacerlo sí, porque sé hacerlo. Aún consciente de las consecuencias. Lo hago sí, claro que sí. Si es un cantazo que puedo buscarme una buena purruchá pa seguir viviendo el resto e mi vida… por lo menos una casita, un carrito, una guagua, uno tiene que estar conforme a lo que está viviendo porque si no eres conforme a lo que estás viviendo no vas a ser felíz nunca en la vida. De verdad. No vas a tener prosperidad en la vida porque todo se te va a echar atrás, todo, todo, también, he pasado esas experiencias como ser humano.

 Asiento a lo que dice y chocamos las manos tan duro que me saca del whisky y la conversación. Desde la ventana de la barra, El Cano le hace señas que lo necesitan. Papiro asiente y va a donde él. Sobre la tarima un grupo nuevo de músicos va afinando sus instrumentos para iniciar el jam que corresponde el segundo set. “Gracias, pa”, le lanzo en despedida. “Tú sabes como es pai,” me contesta Papiro, mientras avanza por la puerta a la derecha de Betances.

“…Luego te cuento más cosas”, dice mientras la música se levanta devolviéndonos al jazz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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