En Reserva: Sobre Tercera estación de Carmen Hilda Santini

 

[El siguiente texto fue leído en la presentación del poemario Tercera estación celebrada en Casa Norberto el pasado 2 de febrero.]

Las múltiples lecturas del poemario más reciente de Carmen Hilda Santini, Tercera estación, inician desde el intento de desvelar el significado de su título.

Tercera estación (Publicaciones Gaviota, 2022) es el tercer poemario de la autora, siguiendo Código interior (Ediciones Huracán, 2015) y Cuarto de luna (Publicaciones Gaviota, 2017). Por tanto, el título, en parte, hace referencia a que esta publicación es la tercera parada en el recorrido poético, en el viaje poético, de la autora.

No es la primera vez que la autora reflexiona sobre el viaje en su poesía, ni tampoco la primera en que hace de la poesía un viaje. En efecto, es algo presente desde su primer poemario, incluso previo a la lectura del mismo. Me explico: en Código interior, en lugar de un “índice”, la página que indica el título de los textos y la enumeración de sus páginas tiene como único encabezado lo siguiente: “Los poemas navegan por las páginas en este orden”. La metáfora del viaje, en ese sentido, de manera constante se ha relacionado en la poesía de Carmen Hilda Santini con el acto de creación poética; en Código interior, para hacer referencia a la organización de los poemas dentro de la totalidad textual, es decir, en referencia a los poemas en el libro y al acto de lectura por el cual atraviesan los lectores en este poemario-mar.

En Tercera estación, sin embargo, la metáfora del viaje señalada en el título no hace referencia a la travesía de los lectores, o por lo menos no solo hace referencia a esta travesía, sino que también señala la navegación continua de la voz poética. Como tercer poemario, esta es, pues, la tercera parada de Carmen Hilda Santini en un discurrir poético sin destino final señalado o previsible.

Hay un elemento importante que debemos destacar. En un sentido estricto, no parecería ser correcto hablar de una “progresión” en este viaje. Cada nueva estación permite, también, mirar hacia atrás y absorber los trayectos de un proyecto poético todavía inacabado. Las nuevas estaciones no superan las previas, sino solo las continúan y amplían.

Pero la interpretación del título Tercera estación no se limita a la metáfora del viaje, pues “estación” no solo hace referencia a un lugar determinado en un discurrir poético, sino también a un momento. La palabra “estación” también tiene como acepción cada una de las cuatro partes en las que se divide el año (primavera, verano, otoño, invierno), siendo la tercera, por supuesto, el otoño. Las estaciones del año han servido desde los inicios de la poesía para designar las divisiones de la vida individual. El otoño, por tanto, hace referencia a una edad en la vida individual que precede la vejez invernal, pero prosigue la juventud, un momento transitorio en la vida, que resulta ser su propia metáfora de viaje. Quizás sea esta transitoriedad lo que permite que la voz poética se nos presente a la vez como una voz experimentada pero también rejuvenecida: “Lleva tiempo llegar a ser joven”, reza el epígrafe de Pablo Picasso que da comienzo a Tercera estación. Recuerda, también, a aquellos versos de Robert Allen Zimmerman, Premio Nobel de la Literatura del 2016:

Ah, but I was so much older then;

I am younger than that now. (“My Back Pages”)

De esta manera, a través de las variadas acepciones de “estación”, el título de este poemario conjuga lecturas asociados con el espacio (topos), pero también con el tiempo (crono), tanto a un nivel natural como a uno individual. A pesar de lo dicho, las acepciones, aunque simultáneas, no forman un cronotopo en el sentido riguroso del término, pues son lecturas continuas, paralelas, yuxtapuestas.

Tercera estación se divide en tres partes: “Travesía”, “Instantes” y “Huellas”. Quizás por las distintas sugerencias interpretativas del título, da comienzo el poemario con esta primera sección que continúa las distintas intuiciones sobre la importancia de la metáfora del viaje y del paso del tiempo. Leo el primer poema en su totalidad, titulado “El camino”:

 

No importa lo despacio

que se escurra el camino,

no importa si al pie

le da trabajo

separarse de su huella,

lo importante es dejar

que el ojo invente

el sentido del viaje.

Una huella sin recuerdo

se pierde en el camino.

Mas un recuerdo

en la huella

da la imagen

de un destino.

 Con este primer poema, no solo se continúa con la metáfora del viaje, sino que también se intuyen ya, subrepticiamente, la apertura y el cierre de este poema: camino y huella.

Pero sería errado pensar que esta primera parte, “Travesía”, mantiene sostenido este reflexionar abstracto de manera indefinida, pues rápidamente pasamos de lo abstracto a lo concreto con poemas en los que la voz poética recorre el paisaje de un país en crisis, en sufrimiento. Los poemas pasan a tener corporalidad en la medida en que la voz poética plasma en ellos rostros específicos, sujetos dolidos por el peso de la realidad precaria que vivimos. Y, sin embargo, no hay derrotismo, no hay quietud social en estos poemas, pues es desde este mismo paisaje y sus rostros que una transformación se hace posible, desde él nace, también, el cambio, como indican estos versos de “Sobre este suelo”:

 

Sobre este suelo golpeado

[…] todavía crece la esperanza

[…] el canto

nuevo traza su boceto

desde las cosas caídas

Del trato abstracto del viaje a la experiencia concreta de la crisis y su efecto en individuos, pasamos a la segunda parte de Tercera estación, “Instantes”. Esta es la más distintiva de las tres, pues concentra su atención en una relación social muy particular: la de una voz poética hija de una madre que pierde su memoria producto de una enfermedad degenerativa. Aquí, quizás, vuelve a cobrar fuerza la segunda acepción de “estación” que mencionamos arriba: el otoño de la voz poética contrasta con el invierno de su madre, un contraste que destaca una vida que perdura y otra cuyos recuerdos y pasado desvanecen. Pero este desvanecer hace más, y nos regresa a las palabras de Picasso, aunque desde un ángulo singular: no solo contamos con una voz poética rejuvenecida por la experiencia que produce la vida, sino también por las transformaciones que se dan en la mirada de la madre. Cito algunos versos de “Qué más de mí”:

Tus cuentos van y vienen

y siempre tengo en ellos

asignado algún papel.

Hoy fui la amiguita

de tu infancia,

ayer tu madre

y mañana seré tu prima.

Me multiplicaré en tu vida,

madre querida,

aunque ya no sepas cuánto gozo

cuando alguna vez que otra

me dejas todavía

ser tu hija.

Por la reflexión sobre la memoria y el pasado, “Instantes” está poblado por objetos del pasado (una estola verde, una variedad de flores, una canción) y por costumbres (la tradición de los Reyes Magos). Si en los poemas predominan los tiempos verbales en pasado y en presente, el poema final “Todo de ti me hará falta”, sin embargo, mira hacia el futuro.

Todo de ti me hará falta,

los espacios

que habitas y deshabitas,

tu voz guardada

en los sueños incumplidos,

la mirada perdida y encontrada,

el olor de tu cocina

siempre encendida,

tus manos dulces y trabajadoras,

la bondad y generosidad de tu alma,

la edificación que compone todo tu ser

lleno de comprensión y amor,

y así,

vestida de hija,

dejaré que corra el agua por mis mejillas

y se desborde,

para que se lleve todos los dolores

cuando tú no estés.

“Huellas”, la última parte del poemario, es, también, la más extensa. Cuenta con 30 poemas, lo que equivale a la suma de los poemas de las primeras dos partes. Es, quizás por eso, la de mayor variedad temática de Tercera estación: el paso del tiempo, la naturaleza, la historia no-vivida que se recupera a través del recorrido de espacios llenos de pasados, las amigas y las artistas que inspiran, el arte.

“Huellas” trae a la escena poética aquello que permanece en el pasar de nuestros cuerpos sobre este mundo, como salta a la vida en “Mis pies cansados”.

Sé también que las hojas secas

no son el árbol, pero narran

algo de su vida. Mis huellas

dicen más de mí que de mi pie.

Aporta, también, la mirada que mira hacia atrás, a la historia y a la experiencia personal, para reflexionar desde la madurez que permite, en palabras de la voz poética, la “tercera edad” que se aproxima. Leo, de “Tercera edad”:

Ahora que la tercera edad se aproxima

repaso los enigmas almacenados

en los estantes de mi memoria,

los signos del cuerpo

que el sol y la luna

han marcado sin discrimen,

converso con mis ojos

para ver si puedo

mirar una vez más

el tiempo pasado,

reconocer la esencia

de mi alma transformada

y renovada,

en fin

celebrar

la historia de mi vida.

En “Huellas”, a diferencia de “Instantes”, el tiempo verbal futuro no cobra fuerza hacia el final, sino que late a lo largo de esta sección, resuena como las mismas huellas de la vida y del pasado. Por eso resulta coherente el que finalice esta sección, y este poemario, con el uso del tiempo presente en versos que parecen hacer síntesis del ambiente general del libro, en el poema “Otra dimensión del tiempo”:

Las huellas

marcadas por suspiros,

tristezas y alegrías

siguen su camino.

Es tiempo,

la tercera estación

chispea puro gozo.

Luego de examinada la estructura de Tercera estación, vale la pena preguntarse: ¿qué le da unidad a estas tres partes?, ¿qué le da coherencia a Tercera estación como poemario? Si en Código interior, además de la búsqueda íntima, el espacio del litoral le servía como ancla poética al poemario, y en Cuarto de luna la coherencia la brindaba la escena nocturna que domina los poemas, ¿qué mantiene anudado Tercera estación? La respuesta es la voz. Los lazos que unen las distintas partes de este poemario son fruto de la experiencia vivida por la voz poética. Estas manifestaciones de vida, estas reflexiones poéticas, provienen de una voz que en su tercera estación ha acumulado estas vivencias que plasma poéticamente en estos textos. Estamos, en ese sentido, lejos de un proyecto poético que le da una voz particular e individual a cada poema, que hace cada poema un pequeño microcosmos. Tenemos, además, una voz poética con una identificación directa con la autora real. En ese sentido, Tercera estación es un poemario muy personal, íntimo, en el que la autora nos invita a recorrer parte de su vida con ella.

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