En Reserva-Su Uber se aproxima

 

Especial para En Rojo

Llevo más de un año buscando hacerme de un carro sin que el pagaré sea un clavo, lo cual a estas alturas de los esfuerzos, tanto de mi novia como míos, puedo afirmar, con total seguridad, es imposible aquí y ahora.

Carros en la categoría de lujo, dígase Volvo, Genesis, y BMW entre otros, suelen ofrecerse con un mark up más bajo con relación al precio sugerido, con pagarés que llegan a ofrecerse en momentos del año hasta a un 0% de interés. Claro, la lógica bancaria sostiene que las personas con más dinero tienen mejores probabilidades de repago, reduciendo el riesgo del préstamo y permitiendo tasas más bajas de interés.

En contraste, carros económicos como Kia, Toyota y Hyundai se ofrecen, por lo bajo, a un factor de 1.2 hasta 1.6 veces su precio base en comparación con Estados Unidos. Es decir, el carro que te cuesta 25 mil en New Jersey, aquí sale en 37, según los empleados de Honda y Toyota a quienes hemos consultado, quienes lo adjudican al “alto costo de traerlos, más los impuestos”.

Al precio elevado sumémosle las actualmente estratosféricas tazas de interés y una banca local centrada en ofrecer préstamos promulgados como ayuda al consumidor, que se traducen en términos de siete años de repago o contratos de arrendamiento (leasing) donde el deudor al final no es dueño del vehículo y se enfrenta a devolverlo o asumir un pagaré final que saldar o que financiar. Ambos casos, tanto los ya conocidos y temidos 84 pagos como el arrendamiento, están promovidos por los bancos como una apuesta a que la persona no logre el repago y el vehículo sea reposeído.

Así las cosas llevo ya dos años confinado mayormente a un perímetro de 5 millas a vuelta redonda de casa en las que operan el tren, la AMA o Uber. Dichoso yo, dirán quienes ni eso tienen accesible, pero no es una competencia de quién está peor, sino para subrayar la situación de incomunicación que se tiene a lo largo de toda la isla, incluso dentro del área metropolitana donde se ofrece algo de transporte público masivo.

Habiéndome acostumbrado a tener carro desde que empecé a trabajar a los 16, llegar a mis 40 a pie me ha robado de comunicación y acceso a muchas partes de este país que me hacen feliz. «¿Pero Rubén, tan mal te va?» me insiste una vez cada par de semanas uno de mis mejores amigos. Pues miren, ¿la verdad? No, realmente no. Pudiera pagar un carro sin problema. Ahora, la verdad* viene con asterisco y aquí está: *que no me da la maldita gana de pagar $719 aquí por la misma pequeña SUV ‘económica’ que paga $385 en Miami.

La verdad, prefiero estar a pie que participar del esquema de fraude que han creado en esta isla para obligarnos a comprar autos. Pagarés en los ‘bajos’ $850 (sin seguro) o de ‘cómodos’ $580 prolongados por 84 meses a un 6.8% de interés. Me parece injusto, abusivo y una imposición de un mercado de concesionarios y bancos que tienen a un público cautivo entre inmovilidad o deuda.

A eso súmele marbete, seguro obligatorio, costo de gasolina, cambios de aceite y filtro, gomas, costos inesperados a consecuencia de la condición de las carreteras, el sensor de la ignición que se ha morido durante un evento ‘centenario’ de lluvias que inunda la Baldorioty cada seis meses. Si nada de eso, es pelearse el carrito con el crimen que va rompiendo cristales a razón de $160 cada uno solo para llevarse una bolsa de ropa sucia y sudá que avistaron en el baúl. Esto lo digo solo para ilustrar el punto, porque todo esto ya lo saben. Los carros son esponjas pa los chavos.

Fue un amigo de la elemental con quien todavía hablo por Facebook quien primero me puso al tanto sobre Paulson y Ghaffar y de cómo estaban construyendo calladamente un monopolio automovilístico con la ayuda y consideración del gobierno de Pierluisi, quién les recibía personalmente en su despacho para ponerse a su servicio. Cinco meses después de esa conversación, Jay Fonseca hacía comentarios al respecto.

Según reseñan los medios, en los pasados años el dúo había comprado dealers y conglomerados de ventas de autos de forma rápida y agresiva, acaparando una porción significativa de las ventas de carros nuevos en el país. Recientemente los problemas de Ghaffar y una disputa entre los antes socios ha traído a la luz hasta acusaciones de fraude como parte de una nueva relación como demandante y demandado entre quienes hasta reciente celebraban juntos la salud de su imperio feliz.

Pero en realidad, esto no es sobre ellos, aunque sí se trata de todos quienes ven en nuestra situación de colonia y las generosas exenciones contributivas un campo de juego al que invitarse a ser “game changers”, usando su dinero e influencias para acaparar industrias, hoteles, casas, en fin, poseer y encarecer todo lo que se les antoje.

En estos días me he perdido cumpleaños, conciertos, y fiestas familiares. Hasta La Campechada me perdí por no tener cómo llegar, pero aún con todo el FOMO que me provoca, no cambio mi opinión de que los carros son la punta de lanza en nuestro empobrecimiento. Ya, de corazón, ni quiero un carro. Apenas salgo. No quiero invertir en otra carcaza pa’ que la lamba el salitre.

Ahora que andan mencionando expandir el tren pa’ Distrito, no dejo de pensar en cuánto se gobierna en favor de intereses privados cuyo cabildeo moldea el país en favor de la prosperidad de sus negocios en lugar de funcionamientos sociales de optimidad y eficiencia. Algo me dice que primero veremos que llevan el tren a morir allí en servicio al clientelismo antes de planificar una expansión que integre a sectores altamente poblados del área que pudieran aprovechar y mejorar sus posibilidades al ganar movilidad.

 

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