Juan Mari Brás, Especial para Claridad
El independentismo puertorriqueño debe buscar su propia reconciliación como paso indispensable para impulsar alianzas estratégicas con los autonomistas y los anexionistas anti-coloniales (estos últimos son pocos pero ya los hay).
Al leer la variedad de fórmulas y planteamientos diversos sobre estos temas, tanto en CLARIDAD como en la prensa comercial y los periódicos y folletines de diversa orientación patriótica, me vino al recuerdo mi visita a un rincón de la Ciudad Prohibida en Pekín, allá para el año 1965. Allí pude leer, en traducción a varios idiomas, un manifiesto de Mao Tse Tung proponiendo un Frente Anti-japonés al Kuomitang (el partido Nacionalista presidido por Shan Kaishek). Tales propuestas las hizo el líder de los Comunistas chinos en los años treinta. Me explicaron mis guías de aquel viaje, refiriéndose a la campaña pro frente unido de Mao, que la misma se fundaba en una realidad insoslayable, la de que China había sido invadida por el imperio japonés y era indispensable juntar las fuerzas de toda la nación contra la pretensión nipona de conquistar y dominar a su patria. Mao señaló siempre, nos decían, que la lucha de clases no cesaría, pero se daría prioridad a la salvación nacional como necesidad urgente de la situación real del país.
Los nacionalistas chinos le hicieron muy poco caso a los planteamientos sobre frente unido de los comunistas. Pero éstos seguían una política de unidad en la lucha anti-japonesa. Unilateralmente, el impetuoso movimiento comandado por Mao evitaba en todos sus movimientos tácticos cancelar u obstaculizar esfuerzos del gobierno Nacionalista para combatir contra los invasores japoneses. El éxito de la visión estratégica de Mao fue la combinación, nunca abandonada en el curso de la lucha anti-japonesa, de seguir fortaleciendo la base de masas del avance de los comunistas, simultáneamente con la continuación de la política unitaria anti-japonesa. El resultado histórico ya se conoce muy bien. Los chinos pudieron expulsar a los japoneses de su territorio, y pocos años después del triunfo aliado en el Pacífico, en agosto de 1945, los comunistas —que nunca dejaron de avanzar en su gran marcha hacia el poder— pudieron derrotar al Kuomitang y tomar control de la China (en 1949).
Claro está, se trata de una civilización y una cultura muy afincada en largos milenios de historia, que le han acumulado a los chinos una sabiduría muy superior a la de todo el Occidente.
Nosotros los puertorriqueños, y en particular los independentistas, que comprendemos la porción más lúcida del pueblo, no podemos subestimar la gran capacidad de maniobra acumulada por varias generaciones de luchadores, que a su vez, por las circunstancias particulares del largo coloniaje que hemos sufrido, nos ha conducido a ensayar y realizar las más variantes formas de lucha. En la actualidad se nos presentan diversas propuestas de reconstruir el forcejeo libertador boricua. Si aplicamos un viejo refrán criollo, “a Dios rogando y con el maso dando”, en nuestras circunstancias de hoy, para el independentismo, significa que busquemos la más amplia unidad de los distintos agrupamientos que componen la defensa de la nacionalidad puertorriqueña; y al mismo tiempo reforcemos el nivel organizativo del movimiento independentista todo lo que se pueda. Individualmente o mediante grupos de tertuliantes será muy poco lo que podamos lograr. No hay sustituto a la organización en las luchas de los pueblos por sus reivindicaciones sociales.
Por eso es muy importante que empecemos a conversar y deliberar sobre el común denominador del independentismo, que es el que puede juntarnos en la práctica para ganar el poder de regateo que solo la fuerza de la organización provee. De ahí que debemos mantener, y en todo lo posible incrementar la identidad colectiva, en la palabra y la acción, del movimiento independentista. No tenemos que fundirnos orgánicamente en una sola entidad, lo cuál es una meta casi imposible al corto plazo.
Es cierto que, al habernos enfrentado a dos dominaciones coloniales sucesivas tan prolongadas, nos hemos convertido en la colonia mas antigua del mundo. Y eso lleva a muchos a pensar que los que insistimos en buscar la independencia como objetivo prioritario estamos estancados en categorizaciones de otros tiempos que ya requieren un nuevo alineamiento de fuerzas. Podríamos estar de acuerdo con lo esencial de ese enfoque táctico. Pero adviértase que estamos hablando de un realineamiento “de fuerzas”. Es necesario, por tanto, contar con una fuerza dada para poder entrar en alianzas que nos permiten avanzar hacia nuestras metas. De eso es que se trata.
Causa Común Independentista (Proyecto Educativo Puertorriqueño), organización fundada por un millar de militantes en Cabo Rojo en 1989, en los casi veinte años que cumplirá en abril del año próximo, nunca ha priorizado en su propio engrandecimiento como grupo. Sus énfasis han estado en promover encuentros y organizaciones más amplias (Encuentro Hostosiano del 11 de enero de 1993, Congreso Nacional Hostosiano que se concretó como resultado del Encuentro, y Movimiento Independentista Nacional Hostosiano, MINH en que se fusionaron dos entidades patrióticas y varios grupos especializados —como la propia Causa Común y el Comité Puerto Rico en la ONU— para darle cauce adecuado a la lucha en un período histórico que con mucha razón podemos llamar nuestro “período especial”.) En esa misma dirección unitaria, hemos llevado a cabo seminarios educativos con la participación de compañero(a)s que contribuyeron con gran enjundia a esclarecer aspectos fundamentales de nuestra situación “especial”. Recuerdo uno que celebramos durante varios días en la Casa Aboy y otro en el Ateneo Puertorriqueño. De igual manera, realizamos un seminario en Aguadilla a fines de 1993 en el cuál acordamos proseguir con el experimento jurídico iniciado por Fufi Santori. Y así lo hemos hecho, a lo largo de años, con la contribución de muchos, con el resultado de haber triunfado en todas nuestras defensas en los foros administrativos y judiciales para hacer prevalecer la realidad de la existencia de una nacionalidad puertorriqueña que no es producto de ninguna ficción jurídica sino de una clara plasmación histórico-social, que es la nación puertorriqueña.
A base de ese claro historial de esfuerzos unitarios, hemos decidido convocar un conversatorio del liderato y la militancia patriótica, de todos los grupos y las no agrupaciones, para empezar a discutir cuál será la mejor manera de prepararnos para la nueva realineación de fuerzas que ya es inevitable. Se anunciará por diversos medios la fecha, sitio y hora de este conversatorio; pero queremos anticipar que todos y todas están invitados e invitadas. Me perdona BLA la especificación de géneros pues creo que eso es parte del nuevo discurso que debemos asimilar por encima de escrúpulos semánticos.