- Es necesario que la labor de un padre quede inconclusa. Es un imperativo. El abandono es lo que no debe ocurrir. Nunca. El amor de la madre está ahí, es un presente, tanto para el hijo como para la madre. En cambio, el lugar de un padre ocurre en el estar. Es también un presente, pero es de corte y presencia. Con el corte, la toma de (un) lugar. Un padre es un presente, un obsequio del tiempo para el tiempo. Un padre abre hacia la finitud y el recuerdo.
- Estoy aquí en el Cardiovascular. Exámenes. Hace unas semanas que, luego de un ecocardiograma, el cardiólogo se sienta a explicarme cuál puede ser la razón para los desvanecimientos, el temblor súbito, el despertarme por las noches con palpitaciones, crispación, y la sensación ominosa de que algo definitivamente no está bien, que ya esto no es los constantes ataques de pánico sorpresivos, el constante jadeo en la respiración, un tinnitus fúnebre y ensordecedor, el cansancio. Tu corazón tiene un tamaño normal, la presión está estable. Pero –y señala unos picos en el registro del cardiograma– tal parece que tienes un problema con una señal eléctrica en el corazón. No tienes problema en producir la señal, pero sí en la que transmite esa señal. Puede ser congénito, o como resultado de asuntos como el estrés. Puede ser tratado, y en el peor de los casos, habría que ponerte un marcapasos. Por el momento, tienes estos estudios que debes hacer para saber exactamente dónde estamos con tu situación. Hablamos de otros temas. Termina la consulta. Pago la cita. Tengo en mis manos la batería de papeles para cada examen. No tengo plan médico.
- Lo que pasa por el corazón, no se olvida. Esa es la memoria de los afectos, eso que incide, fantasmal, en la conformación del sujeto y su devenir. Hay recuerdos que aceleran el latido. Hay recuerdos sobre el desamparo. Hace un tiempo que regresé a mi analista. Allí en el diván, un corazón recuerda. El recuerdo es volver a pasar por el corazón. Lo que recuerda este corazón es una memoria del desamparo. El suicidio del padre priva a este corazón de una experiencia de la muerte. Reformulo: la experiencia de muerte que fue transmitida a este corazón, fue la del suicidio, y así, por muchos años, (re)vivió esta experiencia. Un domingo por la madrugada, borracho y harto, se tendió en el cruce a un paso del parque Luis Muñoz Rivera. Espera la muerte que no arriba. Se levanta, y deambula de regreso a su apartamento de aquel entonces. Años después, camina por medio de la Ponce de León, y sólo lo salva el tiempo de reacción por parte de quien conduce. En dos ocasiones este corazón se adentra por el valle de sombras de muerte, y logra cruzar del otro lado.
- Porque quiero ser un padre para mi hijo, tomo una constante distancia del padre que tuve. Vivo en un apartamento de un cuarto, Eduardo duerme en mi cama. Me da terror que en sus 12 años, él despierte y me encuentre en la cama sin vida. Me da más terror el desamparo en el que quedaría, precisamente en este momento en que mis respuestas a sus preguntas se convierten en su conocimiento del mundo. Yo, que en mi vida he sido un suicida, ahora quiero estirar la línea de la vida en la palma de mi mano hacia el infinito. La labor de un padre es inconclusa. Lo que nunca debe ocurrir es el abandono. Es la súplica que hago al tiempo, y como unidad de tiempo, al corazón. Dame tiempo. Recuerda. Aún no es el momento.