Introducción a Nilita Vientós Gastón, de Efraín Barradas

 

 

 

Miguel Ángel Náter

Especial para En Rojo

Acabado de recibir, este hermoso libro de Efraín Barradas, Introducción a Nilita Vientós Gastón (San Juan, Ediciones Callejón, 2024), tiene el sabor de la vivencia, de la experiencia inolvidable que merece el nombre romántico de «remembranza». Alguna vez escuché a Luis Rafael Sánchez referirse a Petronila, con el amor entrañable del discípulo; nombre transformado, por piedad, en Nila y, luego, por cariño, en Nilita. Es nombre que se aunó a la intelectualidad de Puerto Rico y traspasó sus playas; luchadora siempre, buscadora de talentos y madrina de los mejores. Al rememorar la vida de la poeta española Aurora de Albornoz, y en el fondo de aquella vida el patriotismo que llevó a Albornoz a seleccionar San Juan como última morada, Ricardo Gullón describía a Nilita con justa imagen al tratarse de la lucha por la independencia para la Isla: «sólo Nilita Vientós, ya le digo, podía, no ya igualarla, sino llegar más lejos, subiéndose por las paredes cuando se hablaba de la independencia de Puerto Rico» («Aurora con Puerto Rico al fondo», en Aurora de Albornoz, Hacia la realidad creada, Barcelona, Ediciones Península, 1979, 10). Desde la secretaría de la Asociación de Mujeres Graduadas de Puerto Rico y su revista, que en su momento dirigió otra mujer de calibre (Margot Arce de Vázquez), luego de que aquella publicación asumiera ─por consejos del poeta español Pedro Salinas─ el título Asomante, pasando por las luchas intestinas con aquella misma asociación hasta desembocar en el surgimiento súbito y espontáneo del título singular para su revista ─Sin Nombre─, Nilita gestó espacios donde la intelectualidad del mundo pudo exponer sus opiniones, pero, también, donde acogía a los escritores jóvenes del País, como es el caso de René Marqués y su obra dramática La Carreta, por ofrecer un ejemplo cimero. Así comienza Barradas la justa apreciación de su «mentora», como la considera. El título de su libro es, evidentemente, eco del que Nilita dedicó al escritor estadounidense Henry James (1843-1916), Introducción a Henry James, que publicó Ediciones La Torre de la Universidad de Puerto Rico en 1956. Fue parte de sus intereses en la literatura extranjera y gesto que le valió el apelativo de «snob». Quizás se afiliaba a la vertiente opuesta a la búsqueda de las raíces que impulsó la ya trillada generación del treinta, la cual consideraba «desarraigado» todo aquello que no tratara sobre Puerto Rico. Ahí está la crítica de Rubén del Rosario, Enrique A. Laguerre y Angelina Morfi, por tomar algunos ejemplos. Sin embargo, Nilita como «lectora» ─característica que la define y da unidad a su obra, según Barradas─ como todo intelectual que se precie de serlo ─Antonio S. Pedreira, Josefina Lube, Monelisa Pérez Marchán, Esteban Tollinchi, Mercedes López-Baralt─, tenía interés por lo puertorriqueño y por los más altos valores de la cultura universal. Mujer librepensadora: «Nilita se define a sí misma como una lectora que escribe sobre lo que lee y lo que le interesa» (Barradas 13).

En el primer capítulo del libro de Barradas, Nilita se nos aparece como la esencia de sus revistas, Asomante y Sin Nombre, a las cuales se podría unir Índice cultural, su famosa columna periodística. Nilita se inserta con renombre en la tradición de revistas en Puerto Rico, desde La Guirnalda Puertorriqueña ─Ignacio Guasp─, La Azucena ─Alejandro Tapia y Rivera─, Revista Puertorriqueña ─Manuel Fernández Juncos─, La Revista Blanca ─José González Quiara─, El Carnaval ─Joaquín Barreiro─, Cervantes ─Pedro de Angelis─, Puerto Rico Ilustrado ─Romualdo Real─, Revista de las Antillas y Juan Bobo─Luis Lloréns Torres─, Revista de Estudios Hispánicos ─Federico de Onís─, Índice ─Antonio S. Pedreira─, Gráfico de Puerto Rico ─José Pérez Losada─, Alma Latina ─Graciani Miranda Archilla─, etc., hasta La Torre ─Francisco Ayala y Jaime Benítez─, Artes y Letras ─Bolívar Pagán─ y Zona de Carga y Descarga ─Rosario Ferré─, entre otras. Cada revista, cada nombre que la impulsa con su personalidad y su proyecto. Nilita ─la «inmoderada moderadora»─ se proyectaba, además, a través de la televisión, medio por el cual comenzó a captar la mirada y el oído del joven llamado Efraín Barradas, quien fue dejando atrás su «provincianismo insularista» en el contacto con aquello extranjero que la «snob» de Nilita le transmitía, desde Ionesco a René Marqués, José Luis González y Pedro Juan Soto. El crítico ya experimentado afirma: «ella, maestra intelectual arquetípica, sabía que ni la novela inglesa, ni el teatro francés ni la crítica norteamericana ─como nada humano─ está en oposición a la cultura puertorriqueña» (20). Con la remembranza de sus años universitarios, Barradas no sólo expone lo que fue Nilita, sino lo que fue la Universidad de Puerto Rico y dentro de ella la Facultad de Humanidades ─que tanto ha sido atacada recientemente por la presidencia─ y dentro de ella el famoso pasillo frente al Seminario Federico de Onís del Departamento de Estudios Hispánicos, donde militaba el estudiantado guerrillero de aquellos años. ¿Investigación? ¿Crónica? ¿Biografía? Barradas goza su recuerdo y roza la novela: «Se mezclan los recuerdos y me parece llegar a un mundo de ficción» (24). El mundo intelectual real en el mundo ficticio, aquel que se nutría de luchas políticas que transformaron la revista Asomante en la revista Sin Nombre. Cuando los enemigos lograron quitarle el título, ella hizo de ese gesto su mayor logro: un título más emblemático. Otros personajes se unen a la historia narrada: Ana Lydia Vega, Wenceslao Serra Deliz ─acerca de quien Barradas escribe su primera reseña─, el caricaturista Carmelo Filardi como posible gestor de las letras de Asomante, Lorenzo Homar y Susan Homar ─su crítica más severa y quien lo impulsa a llevar su reseña a Nilita─. La crítica soberbia de Nilita sobre la reseña, el «menospreciado género» que exalta Barradas, sería el gesto que sustentaría la cúspide de uno de los críticos literarios más importantes de Puerto Rico: «Nilita ni sospechaba que, para bien o para mal, su generosa aceptación de mi primer texto crítico determinaría mi vocación» (25). Vocación de reseñista cruel ─como Pedreira en sus «Aclaraciones y crítica»─, Barradas afirma que se hizo de muchos enemigos y de una imagen negativa: es lo que le espera al crítico severo. Aboga por la reseña, tildada como género menor o como producto de quienes no son capaces de escribir algo más extenso y profundo. La reseña, como el soneto y como el cuento, tiene sus secretos y sus mañas. Afirma Barradas: «creo en las reseñas como género hermoso, útil y necesario» (27). Nilita, entre otros, fue su maestra en ese difícil género de la reseña y en la conjunción de lo patrio y lo universal.

La tristeza no se hace esperar en la biografía de Nilita. En el segundo capítulo, Barradas da cuenta del estado en que se encuentra actualmente su casa y herencia material e intelectual: «desgraciadamente […] su hermosa casa, su magnífica biblioteca y sus ricos archivos casi han desaparecido» […] Hoy la hermosa casa de la calle Cordero, la inmensa biblioteca y los muy valiosos archivos están en ruinas» (30). En esto se asemeja a la casa y herencia de Concha Meléndez, donada al Instituto de Cultura Puertorriqueña y abandonada, como pocos saben. En el capítulo tercero, Barradas se encarga de leer los signos del atuendo de Nilita, siguiendo el ya famoso ensayo de Josefina Ludmer, «Las tretas del débil» (Puerto Rico, 1984). La vestimenta puede ser arma contra las injusticias del sistema opresor. Nilita lo sabía y esgrimía bien esas armas. Barradas recurre, sobre todo, al texto de Nilita, titulado El mundo de la infancia (1984), para exponer el sentido de la moda y llega a figurársela como un Brummel femenino: «El dandi y el dandismo son conceptos problemáticos pero útiles para entender a Nilita y su relación con la moda» (39).

En el capítulo tercero, Barradas expone el significado de la foto en la aportación de Ruth Vasallo a través de Nilita Vientós Gastón: una vida en imágenes (1989), donde se ofrecen pistas para acercarnos a un retrato de esa extraña vida. De las fotos se desprende, a su vez, el vínculo de Nilita con la extraordinaria bailarina cubana Alicia Alonso, en el capítulo cuarto. En el capítulo quinto, la semblanza de Nilita sobre la argentina Victoria Ocampo, cuando esta muere, podría servir como autorretrato de la puertorriqueña. Tal como Ocampo fue una de las mujeres más importantes de la intelectualidad hispanoamericana a través de su revista Sur, Nilita lo sería a través de las suyas. De hecho, había un vínculo estrecho entre ambas mujeres: «Para comprobarlo sólo hay que sustituir Asomante / Sin Nombre por Sur e Índice cultural por Testimonios y se verá a la argentina convertida en la puertorriqueña» (63-64).

Como buen investigador, Barradas sustenta sus lecturas solventemente con la ayuda de Luis Nieves Falcón ─Los pasos de Nilita (2000)─, Luis de Arrigoitia, Marithelma Costa, Arcadio Díaz Quiñones, Alicia Finchietti, Juan Martínez Capó y María Solá, entre otros. En el capítulo séptimo ─posiblemente el trabajo más profundo del libro─ dedicado al análisis del libro titulado Introducción a Henry James, ensayo que se había publicado en la Revista de Estudios Hispánicos en 2022, puede evidenciarse la aportación de la crítica local e internacional acerca de aquel libro y la valoración sobre la valoración de uno de los novelistas más importantes de la lengua inglesa, visto por primera vez desde Puerto Rico y en español. La trayectoria vital del desarrollo familiar de Nilita la lleva por La Habana (Cuba), New Jersey; luego en estudios viaja a Ohio (Kenyon College), y en 1978 a Barcelona para participar en el congreso internacional del PEN Club. Antes había viajado a Nueva York, pero el viaje supremo de su aprendizaje fue en 1955 con un grupo estudiantil de la UPR: Francia, España e Italia: «De ese viaje de seis semanas a Europa surgió un pequeño libro, Impresiones de un viaje (1957)» (80). Había sido publicado en nueve columnas de «Índice cultural» en el periódico El Mundo. Según Barradas, es libro imprescindible para conocer la trayectoria vital de Nilita: «En estas páginas hallaremos claves para […] apreciar mejor sus ideas sobre el estado de la cultura puertorriqueña» (80).

Junto con el libro sobre Henry James, la aportación más significativa de Nilita fue su labor como reseñista, principalmente expuesta en la columna «Índice cultural», que la Universidad de Puerto Rico recogió en seis tomos (1962-2003) y que, según Barradas, debería unirse al volumen de reseñas sobre teatro que publicó en 1989 el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Se refiere al volumen titulado Apuntes sobre teatro (1955-1961), que consta de veintiocho artículos publicados en el periódico El Mundo, tal como lo explicó esa otra mujer valiosa, Victoria Espinoza, en las páginas preliminares.

De especial interés para Barradas es la lectura que Nilita realiza del político Pedro Albizu Campos, en el penúltimo de los textos que componen su libro. Con esas reseñas que aparecieron en diversos periódicos y revistas de Puerto Rico e Hispanoamérica, Barradas señala que Nilita se convirtió en «una de las cultivadoras más importantes del ensayo en Puerto Rico» (114). Es posible que aquellos Comentarios a un ensayo sobre Puerto Rico ─«Puerto Rico, 1964. Un pueblo en la encrucijada», de Roberto F. Rexach Benítez y Celeste Benítez, publicado en El Mundo en 1964─ que salieron bajo Ediciones Ateneo Puertorriqueño en 1964 tuvieran importancia para resumir las ideas políticas de Nilita. Se habían publicado, también, en «Índice cultural», en el mismo periódico. Fueron nueve columnas divulgadas entre el 11 de julio y el 5 de septiembre de 1964, en las cuales llegaba a una nefasta situación que parecería ser profecía de nuestro presente:

No puede ser más aterradora la imagen de la sociedad ideal puertorriqueña que favorece el trabajo. Una sociedad formada por hombres desarraigados de lo propio e imposibilitados, por lo tanto, para comprender lo propio y lo ajeno y laborar por los dos; que sólo aspira al goce de los bienes materiales, que mira como sospechosos a los inconformes y los disidentes y tiene temor al cambio. En otras palabras: una sociedad que sería no sólo la negación de lo puertorriqueño ─que es un modo de ser particular dentro de la cultura occidental─ sino también la negación de una verdadera sociedad con sentido de lo universal, de un organismo vivo en continuo proceso de formación. (Comentarios a un ensayo sobre Puerto Rico, Ediciones Ateneo Puertorriqueño, San Juan, 1964; p. 45)

El texto que cierra el volumen Introducción a Nilita Vientós Gastón había sido solicitado por la revista En Rojo del semanario Claridad, cuando la muerte de Nilita. Clausura con lo que nos hace falta: la esperanza en la remembranza y en el reconocimiento de esta Dama de la Cultura puertorriqueña. Esperanza que se extiende a la Facultad de Humanidades, hoy amenazada por la administración universitaria, como extensión de la amenaza que confronta la Universidad de Puerto Rico frente al gobierno y la Junta de Control Fiscal. Agradezco a Efraín Barradas este valioso y hermoso libro que nos entrega su Nilita Vientós Gastón y su necesaria remembranza.

El autor es Director del Seminario Federico de Onís

 

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