José Julián de Acosta y la voluntad cultural: a doscientos años de su nacimiento

José Julián de Acosta y Calbo nació el 16 de febrero de 1825 en la ciudad de San Juan de Puerto Rico. El escenario social que acoge su existencia estuvo delimitado por la violencia del esclavismo y el de la censura, además de un “vacío” historiográfico y cultural puertorriqueño. Precisamente esa violencia y ese vacío se “confabulan” y permiten el desarrollo de una de las mentes más amplias y profundas de las que se tenga conocimiento en la historia de Puerto Rico.

Acosta y Calbo escribió sobre múltiples temas y en algunos de estos temas fue precursor de su estudio. Un ejemplo de ello lo es la historia del arte puertorriqueño, la arqueología y la educación en Puerto Rico.

En 1846 se publicó el segundo  Aguinaldo Puertorriqueño  y entre sus páginas puede leerse “Recuerdo a José Campeche” por José Julián de Acosta. Un texto del que se ha hablado muy poco o simplemente nada, sin embargo, es un texto muy significativo en el que se destaca al pintor José Campeche y Jordán casi una década antes del texto de Alejandro Tapia y Rivera sobre el mismo pintor nacido en el año 1751. La escritura de Acosta en torno a Campeche es fluida y ornamentada. Se destacan a genios del arte universal y se puntualiza la grandeza del arte puertorriqueño. Acosta insta a apreciar y a estudiar el arte de Campeche como una manera de profundizar en lo puertorriqueño.

La Italia a las artes debe su celebridad, y en nuestros días el lugar distinguido que en la escala de la civilización ocupa. ¿Y dejaremos nosotros dormir en el silencio del olvido un insigne artista, una de las glorias del país? No, las producciones de José Campeche han excitado demasiado la admiración popular para quedar su nombre confundido… / […] Recorriendo las páginas de nuestra historia artística no encontramos en ellas más época que la de Campeche; nada antes que él, ni siquiera un precursor. Su aparición […] es entre las armonías sublimes y sencillas de una naturaleza virgen, en una sociedad naciente, en un pueblo casi ignorado […] sin pasado artístico, mas cuyo horizonte ilumina presagiando un porvenir que felizmente podrán recorrer nuestros artistas familiarizándose con los cuadros en que lo dejó vinculado (Acosta 1846).

Conviene destacar que en “Recuerdo a José Campeche”, Acosta inicia un discurso histórico sobre Puerto Rico que tendría su amplitud en su trabajo de las  Notas  de 1866 que publicó como parte de la nueva edición de la  Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico  –del siglo XVIII– de Agustín Íñigo Abbad y Lasierra en su propia imprenta.

En sus  Notas,  Acosta despliega todo su conocimiento humanístico y científico potenciados por una “voluntad cultural” que se desdobla a lo espiritual. Esta obra es de gran significación historiográfica y cultural, puesto que es el primer texto de historia crítica sobre Puerto Rico en el que se exponen escenarios de la región que antes no habían sido documentados. Y con voluntad cultural precisamente nos referimos a esa intención del puertorriqueño en poner de relieve escenarios propios de su lugar de nacimiento que aún no habían sido recreados por la escritura histórica. Las  Notas  podríamos decir pone de manifiesto lo puertorriqueño. Luego de un “vacío” que precedió a la generación de Acosta, en su obra expone o discute acerca de escritores puertorriqueños, la agricultura puertorriqueña, el territorio puertorriqueño, la población puertorriqueña, entre otros escenarios puertorriqueños. Es en este texto donde Acosta se muestra como precursor del estudio de la educación y la arqueología en Puerto Rico.

En lo que respecta a la arqueología, en las notas “Ídolos” y “Antigüedades indias”, Acosta se centra en la cultura de los aborígenes y cómo los «vacíos» o silencios de esta población, contrastado con el ruido de la conquista y colonización, sería en un futuro ocupado por la arqueología. No es que Acosta discuta estrictamente el concepto de arqueología, pero sí dejó huellas para iniciar con el estudio de la arqueología en Puerto Rico. Esta obra de Acosta nos permite reflexiones que ubican a los aborígenes en un espacio de “vitalidad” y de reivindicación poblacional y cultural como parte del escenario de la historia acerca de Puerto Rico que comenzó a articularse. La representación del aborigen iniciaría su desdoblamiento en la historiografía puertorriqueña. Del silencio aludido pasamos al pronunciamiento claro de la arqueología. Acosta sabía que la arqueología –o los objetos o antigüedades indias– hablarían acerca de ese pasado y lo reconstruiría.

Y con relación al ámbito educativo, la nota “Carácter, costumbres y cultura intelectual de los habitantes de Puerto Rico” es una exposición de la educación o la instrucción pública en Puerto Rico y en esta exposición emerge como protagonista el Seminario Conciliar de San Ildefonso. Un espacio de conocimiento que desde 1832 sería parte del desarrollo educativo y cultural puertorriqueño.

¿Por qué estudiar a Acosta y su obra a doscientos años de su nacimiento? ¿Qué reflexiones nos comparte para el ámbito cultural puertorriqueño del siglo XXI?

En efecto, “Recuerdo a José Campeche” y las  Notas  de Acosta son obras de su propio tiempo. Toda obra lo es, aunque en el análisis posterior se le impongan criterios de otra época. Estudiar estos textos en el siglo XXI es una tarea compleja, pues, su autor ha sido una figura identificada con las ideologías liberales de su época, pero no con el prototipo del liberal separatista o revolucionario que inspira a luchar por más justicia, derechos y libertades en la sociedad colonial que aún permanece.

No obstante, profundizar en su obra –y trascender su propia época– nos ha revelado discursos de identidad que urgen mirarse y pronunciarse en tiempos en que la calidad de vida de los habitantes de Puerto Rico está en juego, así como su patrimonio cultural. Un patrimonio histórico y cultural precisamente como el Seminario Conciliar, situado en la antigua ciudad de San Juan, del que Acosta inició su documentación y la divulgación de su valor como una manera de preservarlo. Si alguien conocía muy bien de la preservación y conservación histórica era Acosta. Ello se observa tanto en los textos –la información histórica como patrimonio– como en los restos arqueológicos, el arte de Campeche y las instituciones públicas de la sociedad puertorriqueña decimonónica. Todo ello es parte de la voluntad cultural de Acosta.

En el texto sobre Campeche al igual que en las  Notas,  Acosta logró representar y declarar la importancia de su lugar de nacimiento. Es necesario el diálogo en torno a estas obras para recuperar la memoria colectiva que nos ha legado Acosta. Los textos de José Julián de Acosta y Calbo han trascendido su propio tiempo y se posicionan en el nuestro como patrimonio vivo hacia donde recurrir para hallar una parte de la inspiración necesaria en momentos de crisis social y cultural. Esto es, la inspiración necesaria para defender nuestro patrimonio material e inmaterial, a la vez que luchar por nuestros derechos culturales que están muy ligados a instituciones como la Universidad de Puerto Rico, el Instituto de Cultura Puertorriqueña y, en efecto, el Seminario Conciliar.

Valentín Pagán es historiadora y dirige el Museo

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