Especial para CLARIDAD
No sé cómo puede andarse por el mundo predicando los derechos humanos y la democracia y al mismo tiempo, con la más tranquila impunidad, actuar de una manera tan cruel y salvaje. Chomsky lo explica de un modo muy sencillo: unos tienen poder económico, militar y político, y otros no. El caso de Palestina.
Me remito a John F. Kennedy para hablar del mundo de Paz y coexistencia que Estados Unidos prefirió ignorar desde entonces. Primero, elevando el costo humano de su intervención en Vietnam. Luego, endureciendo el bloqueo contra Cuba mediante tácticas diplomáticas y por la vía de acciones más burdas como los atentados contra la agricultura y la industria y los múltiples intentos de asesinar a Fidel Castro. Y en simultaneo, auspiciando graciosamente los golpes de estado y la llamada guerra sucia en Chile, Argentina, Brasil, todo nuestro sur y Centroamérica, al tiempo que multiplicaba sus intervenciones en el Medio Oriente y África.
Las entregas de las “carpetas” acá resumen desde la óptica policial la persecución individual de decenas de miles de puertorriqueños durante una fracción de ese siglo XX. Ellas solo dan cuenta de una parte minúscula de las consecuencias del colonialismo y de esta política global de dominación.
«¿Qué tipo de paz buscamos?», preguntaba Kennedy en junio de 1963. Lo hacía pocos meses antes de ser asesinado en Dallas y a sesenta años del genocidio que se practica hoy en Gaza y toda Palestina por parte del ejército de ocupación israelí.
Dijo JFK: “No es una Pax Americana impuesta en el mundo por las armas de guerra estadounidenses. No la paz de la tumba o la seguridad del esclavo. Estoy hablando de paz genuina, el tipo de paz que hace que la vida en la tierra valga la pena vivirla, la que permite a los hombres y las naciones crecer y esperar y construir una vida mejor para sus hijos, no solo paz para los estadounidenses, sino paz para todos los hombres y mujeres, no simplemente paz en nuestro tiempo, sino paz para todos los tiempos”.
Los periodistas Katrina van den Heuvel y James Carden evocaron la trascendencia de este discurso de Kennedy en un artículo publicado meses antes de comenzar la nueva tragedia de Palestina. La traducción la hace disponible el historiador puertorriqueño Norberto Barreto Velázquez. (Ver enlaces abajo).
Para Kennedy, señalan, el espectro de la guerra nuclear al que Estados Unidos y la URSS estuvieron a un pelo durante la crisis de los misiles cubanos hizo que la búsqueda de la paz con el adversario soviético fuera un imperativo. Sin embargo, eso puso al joven presidente en desacuerdo, tal vez fatalmente, con el establishment de seguridad nacional y militar.
“El 10 de junio de 1963”, precisan en su artículo, “John F. Kennedy (JFK) fue el orador invitado a la ceremonia de graduación de American University. Ese día el presidente pronunció el que tal vez sea no solo uno de sus mejores discursos, sino también el más valiente. Ante los jóvenes recién graduados que le observaban, Kennedy invitó a sus conciudadanos a repensar la lógica imperante del conflicto bilateral con la Unión Soviética con un solo fin: promover una paz duradera”.
Uno se pregunta: ¿tiene sentido para cualquier mortal pensar en la sobrevivencia de la humanidad hoy como lo hizo Kennedy ayer? Sin duda alguna, sí. Y al parecer, no será la guerra una garantía para la paz del futuro porque ya el ser humano ha inventado la forma de acabar con la vida de todo y de todos. Esas armas nucleares ahora están al alcance de muchas manos, no solo de los imperios.
Por otro lado, si algo demuestra la perversidad de la correlación de fuerzas actual en el mundo es Gaza. La imagen es para llorar. Desde octubre de 2023 Israel declara un “temible enemigo”. A ese “enemigo” no se le puede eliminar de un golpe ni mediante una ocupación militar que ya lleva más de 75 años. Lo viable es arrasar entonces con todo lo que se encuentre a su paso: las escuelas, universidades y bibliotecas; hospitales, iglesias, fábricas, comercios, talleres, carreteras, puentes, muelles, flota pesquera, parques infantiles, centros deportivos, plazas de recreo, centros de arte y música, hogares sencillos, residencias multifamiliares, jardines y, claro está, los olivos y las flores. El asesinato de más de 15 mil niños y niñas, muchos de ellos de manera selectiva, es una apuesta demencial a impedir la reproducción física de los palestinos a largo plazo.
Así, pues, la guerra no puede ser la paz del futuro por un sencillo e ineludible imperativo moral en este siglo XXI.
Además de Palestina, el mapa geopolítico de hoy no es nada prometedor. Las intervenciones contra Rusia y China, el conflicto armado en Ucrania, la huida desesperada de poblaciones africanas de cara a persistentes conflictos armados o de la super-explotación, las aguas del Mediterráneo que sepultan diariamente cientos de seres humanos, la violencia contra los migrantes en Europa, la guerra sorda que desata la violencia generada por el narcotráfico o la imposición de títulos de propiedad sobre la tierra o el agua, las terribles desigualdades de acceso a la salud y a una vivienda digna, lo que nos depara el cambio climático o los fanatismos de la creciente derecha en Estados Unidos, todo eso y otras fatalidades hablan de un futuro incierto.
El diálogo tiene que ser edificante.
Las autoridades de Estados Unidos deben reexaminar este memorable discurso de John F Kennedy. Es necesario insistir una vez más en el valor indiscutible de las políticas de coexistencia y fijar la “paz duradera” como un objetivo prioritario de la humanidad: “no la paz de la tumba o la seguridad del esclavo”… “no solo paz para los estadounidenses, sino paz para todos los hombres y mujeres… paz para todos los tiempos”.
Referencias: