La célula maravillosa

 

 

Especial para En Rojo

 

(1) La imagen asombrosa

De dónde viene todo esto, me digo, abrumada por lo que he visto agolpándose en la pantalla a lo largo del día. ¿En dónde parará todo lo que se precipita, a veces como cascada, golpe de agua o bombardeo? ¿Cuál es el fondo del abismo? En eso pensaba cuando apareció la imagen de la célula: «Aquí la impresionante imagen de una célula humana.»

La miro. La miro bien. Es una maravilla interplanetaria, nada de los modelos tiesos y concéntricos de mis tediosas clases de ciencias en séptimo grado. Ésta es una pieza enigmática, llena de recovecos y siluetas semejantes a monstruos marinos, seres mitológicos, entrantes y salientes de un laberinto maravilloso. Invita más a la duda que a la certeza, más a la sorpresa del caos que a la previsibilidad científica.

Se convierte inmediatamente en mi célula favorita. Las otras, las de mi recuerdo escolar, parecían un bombón extraño, una dura esfera de juguete o una nuez rellena de gomitas. Esta no, ésta parece blanda y flexible. El corte transversal le da un aire de aparición magnífica, cueva o vagina milagrosa, origen del mundo; invita a pasar adelante, ven, piérdete en sus recovecos, ven a asomarte al asombro.

Asomada ya, descubro, en una imagen de acercamiento, más cositas y cositos, esferas, caminitos, autopistas, cables o cuerdas tensadas, infinitas poblaciones de criaturitas igualmente misteriosas, algún planeta mallado, circuitos o jardines en confusa cartografía. ¿Qué es esto?

No conforme con esta ilustración dominguera, me instalo frente a la caja mágica, tecleteo y al rato tropiezo con varias animaciones en tres dimensiones: una hermosa célula cancerosa que parece una rama florecida, otra que parece un brócoli sicodélico, y un campo sembrado de torres amarillas que representa las células de la piel.

Sospecho que los colores son falsos, que, aunque me parezcan tan armoniosos, posiblemente sirvan para definir mejor sus contornos o respondan a alguna clave como en las cartografías. ¿De qué color son las células? le pregunto al espejito mágico, y Jesica Cortés y Daniel Hernández, de la Universidad Veracruzana, me responden: las células son transparentes y en su mayor parte incoloras. Como son transparentes, se usan colorantes que «tiñen los componentes celulares en forma diferencial». Aquí los causantes del aspecto psicodélico: hematoxilina, eosina, azul de metileno, cristal violeta o la safranina, dicen. A mí todo me suena a farmacopea y quimioterapia, pero me doy por enterada.

(2) La verdad de aquella imagen

Tiempo más adelante leo en un artículo de AFP Factual, la verdad sobre aquella imagen fascinante. Durante la pandemia, cuando pasábamos más tiempo sentadas como yo hoy aquí frente a la pantalla, navegó esta imagen por las mentirosas redes como «la representación más detallada de una célula humana», cuando en realidad era la interpretación artística de una célula animal. El embuste encantador era más elaborado, pues el calce decía: «La representación más detallada de una célula humana hasta la fecha, obtenida por radiografía, resonancia magnética nuclear y microscopía crioelectrónica». Los términos eran lo suficientemente crípticos para ser verosímiles, pero resultó ser un engaño. El artista era Russell Kightley, un ilustrador australiano que publicó en 1981 la imagen de esa «célula animal típica dibujada a 50,000x tamaño natural» para BioCam. AFP informa en su página que, en su respuesta del 12 de mayo de 2022, Kightley les explica que es «una imagen pintada originalmente y hecha con fines educativos hace más de veinte años». Nada de radiografías, resonancias magnéticas nucleares y microscopía crioelectrónica, aunque suene tan elegante.

Su aspecto de objeto mágico es, según cuenta el propio artista, intencional: «Quería que tuviera el aspecto de un joyero abierto, con brillo y dramatismo. Los colores son arbitrarios, pero durante muchos años he pintado las membranas plasmáticas con un verde azulado y el ADN en rojo o violeta», declara. A mí, sin embargo, me conmovieron más las formas de la célula magnífica que los colores, sobre todo su falta de simetría que empalidece los aburridos modelitos con los que representaban las primitivas células de mis clases de biología. Por otro lado, resultó ser que nuestras células, según la ciencia, no son muy distintas a las de otros animales, al menos en tamaño y composición de la información genética, así que el mentiroso dibujo de Kightley no está tan lejos de la verdad, y bien merece nuestro asombro.

(3) La danza de la célula

Semanas después de la maravillosa imagen que me recordaba más un templo maya perdido en la selva que la catedral de Chartres, aparecía la noticia de las dos mujeres en una, la prueba fehaciente de que no era el ADN, como pensábamos, la responsable de nuestra huella única, sino la Maravillosa Célula, la que encierra en uno de sus muchos laberintos, el secreto de cómo se distingue un ojo de un riñón y hasta dónde llega la mano. El caso era el de Karen Keegan, una mujer de Boston que llegó a pensar que dos de sus hijos no eran suyos durante su desesperada búsqueda de un riñón sustituto. Resultó que Karen tenía dos secuencias distintas de dos genomas diferentes, dependiendo de la célula que se analizara. ¡Dos personas en una! Ésta es la prueba, según Alfonso Martínez Arias, de que el ADN no es el que define nuestra identidad como se había establecido a finales de siglo pasado. El investigador afirma que los genes no son los que definen la singularidad de una persona, sino la célula. No hay instrucciones en el ADN para la especialización de las células, esa que distingue el hígado del pie derecho. Dice Martínez Arias: «la auténtica maravilla es cómo un mismo genoma puede construir estructuras tan diferentes como un ojo y un pulmón en el mismo organismo. Demos a las células el crédito que les corresponde». Este descubrimiento es el que explica, posiblemente, y según el artículo, el fracaso del primer gato clonado en el 2001, el rayado Copy Cat, que frustró el deseo de aquellos que deseaban la inmortalidad de sus mascotas.

Ese día descubrí la maravilla de la gastrulación, qué hermosura, que Martínez Arias describe como «una danza celular con una coreografía perfecta», y ocurre a los catorce días de la concepción, «un baile que dura seis días y termina con la diminuta esfera convertida en el primer boceto del individuo. En esa nueva estructura de 20 días ya son distinguibles los tres ejes de la futura persona: izquierda y derecha, arriba y abajo, vientre y espalda.» A las dos semanas, cuando se llega a las cuatrocientas células, se inicia la danza de la gastrulación, y las células, todas con exactamente los mismos materiales de ADN, van especializándose y transformándose en cerebro, hígado, corazón, pie derecho. Todavía no se sabe cómo lo hacen, pero por ahí van.

Vuelvo a mirar la ilustración de la célula. Me perdería por ahí, por cada uno de esos pequeños laberintos. ¿Qué eres? ¿Sapo, becerro, muchacha? ¿Y esto, qué será? ¿Un ojo, un riñón, una espuela?  Y un poco más allá o un poco más adentro: ¿serás ingeniosa, alegre, víctima, victimario? Es difícil todavía adivinar, a partir de esta maravilla, quién o qué y cómo, la vida, el devenir, la emoción se distribuirán en esa danza.

 

(4) Ironías de la vida

Por esa maravilla, esa perfección inexplicable, es que me parece tan abominable la violencia, toda. Y pienso no sólo en los bombardeos de Gaza, sino también en el odio de los hombres mujericidas, esos que tratan el cuerpo de la muchacha como una cosa, que después de acuchillarla son capaces de decirle al cómplice que hace amagos de vomitar: no te preocupes, esa cosa no te va a hacer nada. Una cosa no fue nunca, siempre fue una hija de la misteriosa coreografía de las células; cómo es posible que tú también, hermano cruel y monstruoso, te hayas compuesto del mismo polvo de oro, en la misma danza de esos maravillosos veinte días.

Ante ese perturbador pensamiento, marco la hora del reloj: 4:40 y tomo nota. Es la hora del asombro, de lo tremendo y tenebroso, cuando se escucha trinar el pájaro que canta, tuit arriba, tuit abajo, cuando sólo un ladrido lo acompasa, y se escucha el rumor de la avenida, que a esta hora suena como el agua. ¿A dónde van tan rápido y temprano? ¿Quiénes serán hoy ustedes, breves conjuntos de células prodigiosas?

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