Especial para En Rojo
Las obras Crónicas chichables (2019), Grindr/ano Tomo 1: Anuncios engañosos (2023), Grindr/ano Tomo 2: Como gaveta que no cierra (2023) y Grindr/ano Tomo 3: Estoy más solo que un perro (2023) de Alexis Aguirre son cuatro cuadernos narrativos que abordan la sexualidad de un joven universitario que busca amor y placer a través de aplicaciones de ligue como Grindr (para chat y encuentros gais) y Growlr (para osos, machos velludos o corpulentos). Tanto las Crónicas chichables como los tres tomos de Grindr/ano cuentan aventuras eróticas que exploran una detallada forma de amar y hacer el amor, que a la vez describe toda una educación sentimental. Alex, el personaje narrador, nos cuenta de cada uno de los hombres con los que incursiona en la cama, con quienes busca establecer una relación tanto física como afectiva. A lo largo de la narración habla de las clases sociales de los personajes, de las zonas erógenas de una ciudad llamada San Juan en contraste con el pueblo de la isla de donde procede.
Hay una concatenación especial entre todas las historias, que acompañadas de ilustraciones sugerentes, de posiciones sexuales entre dos hombres, refuerzan la erótica de Alex Aguirre, quien estudió cine y creación literaria en el Colegio de Cinematografía, Artes y Televisión (CCAT) y en la Universidad de Sagrado Corazón (USC). La ilustración y el diseño de los cuatro cuadernos son también del autor, quien elabora pegatinas eróticas, arte erótico, separadores de libros, penecitos de hule, etc., disponibles en Pomarrosa Tienda, Amazon, Facebook, Tik Tok y Youtube donde se encuentra su mercancía, revistas y podcasts.
El lenguaje que usa Aguirre en su literatura erótica es directo y claro sin eufemismos poéticos: “Me senté en la cama para besarlo en la boca. Le chupé la lengua, algo que siempre me excitaba antes de que me lo metieran. Me senté sobre su pelvis dándole la espalda. Poco a poco me penetró con su longaniza de casi ocho pulgadas suavemente para ir acostumbrándome”(“Crónica chichable 9: Sin leche”, Crónicas chichables, 131).
En este pasaje, podemos apreciar la bellaquera deslumbrante de los personajes y las artes amatorias de uno y otro mientras el narrador nos indica con precisión lo que pasa y confiesa sus fantasías, como chuparle la lengua al otro antes de que lo penetre a la vez que nos enseña las tácticas de relajamiento necesarias para una buena penetración satisfactoria y masaje de próstata, signo del orgasmo masculino completo. Y así, a lo largo de los cuatro cuadernos asistimos a un performance educativo de cómo se aprende y se ejerce el sexo gay, con o sin satisfacción, en el proceso de negociación del placer que narran estas historias breves. En Crónicas chichables, cada crónica abre con el pasaje más candente como un avance del relato antes de dar paso a la narración. Esto podría ser parte de una forma de narrar más allá de la página de una manera visual tomando en cuenta el entrenamiento cinematográfico del narrador.
Una de las líneas de abordaje de lo que se cuenta es la búsqueda del amor a través del sexo o viceversa, cómo el amor puede llegar de otro que se enamora de Alex y a él no le interesa. La falta de luz eléctrica en ocasiones lleva a Alex a buscar sexo en una travesía de cuerpos marcados por el trauma del desastre. Entre flaquitos, gorditos, universitarios, profesionales, blanquitos, nenes ricos y toda la tecnología del porno digital vía teléfonos celulares y computadoras, o vídeos caseros grabados para erotizarse, y notificaciones, esta literatura de la segunda década del siglo XXI en Puerto Rico da fe de la necesidad de amor y de conexión (real o no) que busca esta generación. Las ilustraciones refuerzan esta idea y sugieren más que muestran lo que está pasando en cada narración. Recuerda el periplo de la literatura gay boricua desde obras como La mirada (1975) de René Marqués, el emblemático cuento “Vida ejemplar del esclavo y el señor” (1975) de Manuel Ramos Otero o “Borinquen Restaurant” (1992) de Edgardo Sanabria Santaliz, hasta llegar a La patografía (1998) de Ángel Lozada y los cuentos de Moisés Agosto Rosario (como Nocturnos y otros desamparos de 2007) y Eïrïc R. Durändal Stormcrow (como Cielos negros de 2014 publicados bajo el nombre de David Caleb Acevedo). En este “continuum” podemos insertar la narrativa de Alexis Aguirre, quien se considera discípulo de Durändal Stormcrow.
En ediciones de autor de Amazon, del sello Pomarrosa, con ciertas limitaciones de edición de los textos y corrección de ortografía, se lee fácilmente sin ser una literatura fácil. Todo lo contrario, porque entre “anuncios engañosos”, “como gaveta que no cierra” y “estoy más solo que un perro” se denuncia la falta de solidaridad familiar para un joven gay nacido en una familia tradicional que rechaza su naturaleza sexual y debe desplazarse a la metrópoli para poder vivir su verdad sin violencia ni desprecio buscando también un proceso de sanación ante tanta agresión y abuso del núcleo familiar. Y en este sentido, esta es una literatura necesaria que hay que leer con los cinco sentidos alertas, no sólo para degustar con placer sino también para hacernos conscientes de un serio problema de un dogmatismo religioso visceral en la sociedad puertorriqueña que, como un cáncer, reprime y violenta a todas aquellas personas que atentamos contra esas ideas pasatistas que rechazan la modernidad del género que dicta una mayor apertura a nuestros apetitos sexuales sin censuras. La erótica de Alexis Aguirre es, pues, una celebración de quiénes somos y quiénes podemos ser si aceptamos todas nuestras diferencias con respeto y dignidad.