La masacre de Ponce y la literatura.

 

En Rojo

El 21 de marzo se conmemora el terrible suceso que marcó un antes y un después en la historia de Puerto Rico, la Masacre de Ponce. Quienes se interesan por la historia saben que aquel Domingo de Ramos del 1937, la Policía Insular, militarizada, ejecutó a 19 civiles durante una fallida marcha organizada por el Partido Nacionalista. La investigación del propio estado – con Rafael Pérez Marchand a la cabeza- o instituciones independientes norteamericanas concluyeron lo mismo. Fue un acto brutal de represión. Pérez Marchand tuvo que renunciar ante los obstáculos que le impuso el propio gobierno.

Sobre la Masacre de Ponce se han escrito excelentes ensayos, investigaciones y documentos.  Algunos libros relativamente recientes son Verdadera historia de La Masacre de Ponce de Raúl Medina Vázquez, y La Masacre de Ponce de Manuel Moraza Ortiz. Que recomiendo encarecidamente.

A mí me parece, sin embargo, que la literatura nuestra ha sido tímida al recrear aquel evento. Quizás se piense que no es una obligación que la literatura haga recreaciones o reflexiones sobre la historia. Ciertamente, no es un mandato. Sin embargo, es bastante común que todas las naciones revisen las tramas históricas desde la perspectiva amplísima que da la creación.

Ya antes, en este mismo espacio de En Rojo, hemos pergeñado algunos apuntes y otros autores han publicado sesudos artículos sobre ambos temas: el hecho histórico que conmemoramos el 21 de marzo y las relaciones entre la literatura y la historia. Silvia Álvarez Curbelo y Mario Cancel son dos ejemplos de historiadores que dominan ambas áreas.

La relación entre historia y literatura es fascinantes. Ambas disciplinas cuando se centran en la narración de eventos pasados, lo hacen de maneras diferentes y con objetivos distintos. Mientras que la historia pretende analizar los hechos de manera objetiva, la literatura se enfoca en la expresión artística, estética, creativa y en la exploración de las emociones y experiencias humanas. Como hemos dicho antes, Hayden White, ha realizado importantes aportaciones al estudio de esta relación. White argumenta que la historia es una forma de narración y que, al igual que la literatura, está sujeta a la interpretación y a la subjetividad del historiador. Según él, la historia no es simplemente la presentación objetiva de hechos, sino que implica la selección y organización de información de acuerdo con una estructura narrativa. White analiza la influencia de la narrativa en la construcción de la historia. Sostiene que los historiadores utilizan diferentes estructuras narrativas, como la tragedia, la comedia o el romance, para dar forma a sus relatos. Estas estructuras no solo afectan la forma en que se presentan los hechos, sino que también influyen en la interpretación que se hace de ellos.

Con respecto a La masacre de Ponce, ¿quiénes lo han asumido como material literario? Los primeros dos ejemplos que me vienen a la mente son de la autoría de René Marqués y Ana Lydia vega. El autor de Los soles truncos escribió una pieza teatral de un acto que tituló Palm Sunday. La escribió en inglés mientras disfrutaba de una beca de la Fundación Rockefeller para estudiar arte dramático en la Universidad de Columbia. La obra permaneció inédita por años. Conozco la edición de Editorial Mágica prologada por la doctora Maribel Acosta Lugo. Sobre esta obra a dicho la profesora: Palm Sunday constituye un acto de rememorar, una demostración férrea de rebeldía contra las posturas oficialistas que manipulan y escamotean los sucesos históricos y buscan fijar la memoria de los hechos de acuerdo a fines particulares que no toman en cuenta al pueblo de Puerto Rico. Palm Sunday asigna simbólicamente responsabilidades a los causantes de la matanza; al recordar y recrear los tiempos tumultuosos de la Masacre de Ponce. Marqués no solo evita que se desvanezca un capítulo de la memoria histórica insular, la persecución de los Nacionalistas, sino que nos insta a perpetuar la lealtad que todos, desde el pueblo hasta los gobernantes, le debemos a nuestro País.

Por otro lado, Ana Lydia Vega incluye el relato Un domingo de Lillianne en su libro Falsas crónicas del sur. Desde la perspectiva de una niña -que narra de adulta- y dos fotógrafos -narración en tercera persona- asistimos a los hechos del Domingo de Ramos. Sin duda un texto bien documentado, recreando de manera imaginativa las peripecias de los fotógrafos de El Mundo y El Imparcial. “Carlos”, Carlos Torres, cuya vida y muerte son, de suyo, trágicas, está en la azotea de un edificio cercano cuando se inician los disparos.

Son apenas dos ejemplos.

La poesía, más proclive a la exaltación de la emoción, ha utilizado los recursos históricos del período nacionalista, es decir, el de activación política de Albizu Campos y todo el entramado simbólico que conllevó la transformación de aquel partido en un productor de :sentido nacional”, de manera más amplia. Julia de Burgos, Francisco Matos Paoli, Juan Antonio Corretjer, son paradigmas al respecto.

¿Por qué la narrativa no ha utilizado este período -en general- como material para crear ficción? Ese es tema de otra reflexión.

 

 

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