Las guerras por venir llegaron

Por Guadi Calvo

Cuando en los primeros meses del año 2011, embozados en los extraños pliegues de la Primavera Árabe, la OTAN y sus socios iniciaron el genocidio libio, publicamos una serie de artículos titulados Las guerras por venir. Allí especulamos con la posibilidad de que Libia no iba a ser la última estación de una guerra que se iniciaba contra el mundo árabe/musulmán.

Lamentablemente, la realidad nos dio rápidamente la razón y, tras Libia, fue Siria que junto a Irán, representan las únicas tres naciones de las cincuenta y nueve del  mundo islámico que enfrentaban abiertamente las pretensiones de dominación de recursos naturales por parte de la alianza pro occidental, compuesta por los países miembros de la OTAN, Israel y el sumiso y obsecuente wahabismo reinante en Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes, Kuwait, Bahréin y Omán.

Trágicamente “la cuestión Gadaffi”, fue resuelta en pocos meses, al costo de convertir a la nación más avanzada de África, en un remedo del mundo Max Mad, donde cientos de bandas armadas se disputan ciudades y pueblos como si fuera en un juego de mesa, en que los muertos que nadie paga se multiplican hora a hora. Mientras tanto, el país se hunde en lo más profundo de la anarquía, haciendo parecer a Somalia, el epitome del Estado Fallido, una nación normal.

Es importante recordar que, más allá de la guerra en Libia, la anarquía y cualquier tipo de poder que marque leyes y normas, las grandes petroleras occidentales como Repsol (España), Total (Francia), ENI (Italia) Exxon Mobile (Estados Unidos), Britsh Petroleum (Reino Unido) e incluso la Compañía Nacional de Petróleo (NOC) que representa intereses de algunos señores de la guerra libios, que cambian según los “vientos” su lugar en el mapa político-militar del país, siguen bombeando petróleo a sus casa matrices.

La entente contra Libia, no se pudo replicar con el mismo “éxito” en Siria,  más allá de los ingentes abastecimientos a grupos terroristas de toda laya que participan en la guerra y contar con los más de 800 kilómetros de frontera que Turquía tiene con Siria, para abastecer a las bandas armadas, repitiendo el mismo rol que Pakistán jugó en la guerra de los muyahidines afganos, contra el ejército soviético.

Por encima de la heroica resistencia del pueblo sirio y del presidente Bashar al-Assad, la pasmosa realidad muestra cientos de miles de muertos y una ola de refugiados de la que Europa está pagando mínimamente sus inmensas culpas y responsabilidades en uno de los actos más atroces desde el nazismo, si hacemos un descarado ejercicio de hipocresía olvidando por ejemplo los millones de muertos en las guerras del Congo, los genocidios de las múltiples guerras balcánicas o la invasión de Indonesia a Timor Oriental con la anuencia de Washington que ha dejado otro genocidio sin investigar y castigar. Estos tres ejemplos son sólo una muestra de los muchos episodios con los que Estados Unidos y Europa deberían cargan sobre sus consciencias, en caso de quedarles alguna.

A seis años vista, la guerra en Siria gracias a la colaboración de Moscú, Teherán y la invencible guerrilla chiita libanesa Hezbollah, parecía encaminarse a una victoria, si bien todavía lejana, prácticamente segura. Esta realidad ha sido violentamente modificada una vez más por la intervención norteamericana con los ataques misilisticos a la base al-Shayrat de la fuerza aérea siria, tras el ataque de falsa bandera con gas sarín a la ciudad de Jan Sheijun (ver Siria: Trump muestra los dientes.), del que Donald Trump se sirvió. No hubiera sido diferente de haber sido Hillary Clinton la designada por el establishment norteamericano, la verdadera aprendiz de brujo que ha puesto en marcha al mundo la posibilidad de una hecatombe de proporciones bíblicas.

Una extraordinaria oportunidad

El presidente norteamericano encontró en el ataque una extraordinaria oportunidad para zafar de situaciones demasiado complejas como para liberarse con facilidad. Tres factores son, sin duda, han los que se han tenido en cuenta a la hora de decidir el ataque. Desde la política interior, la caída de los índices de popularidad de Donald Trump, las molestias de muchos de los poderosos factores financieros e industriales que lo apoyaron frente a tanto ruido y tan pocas nueces y un incipiente resquebrajamiento interno en el partido republicano, lo que posibilitó que se llegará a mencionar la palabra impeachment  en muchos de los centros de poder político de Washington, apenas dos meses después de su asunción,

Desde el ámbito exterior dos cuestiones atenientes a Rusia: la ya mencionada posibilidad de una primera y contundente victoria sobre organizaciones integristas musulmanas como el Frente al-Nusra (al-Qaeda) y el Daesh y que significaría la permanecía de Bashar al-Assad en la presidencia siria y la confirmación, por parte de la influyente revista Forbes, de que  después de dos años de recesión, la economía rusa ha salido oficialmente de la crisis en enero.

Pero Forbes revela además, algo mucho peor para los enemigos jurados del Presidente Vladimir Putin. “Independientemente de cuándo terminó la crisis, la política fiscal conservadora de Rusia ha demostrado ser resistente a los bajos precios del petróleo y a las sanciones”, dice la revista, refiriéndose a las sanciones por parte de la Unión Europea, tras la guerra ucraniana y la crisis de Crimea.

Sin dudas una Rusia reactivada económicamente y envalentonada por sus éxitos internacionales, ponen otra vez a Moscú como el gran enemigo a vencer por las huestes del “bien” que, con tecnología del tercer milenio, ataca países empantanados en el siglo XII como Somalia, Afganistán o Yemen, o a otras naciones estancadas en guerras como Siria, Irak, Libia y acaso Pakistán.

Europa junto a los Estados Unidos, no sólo son responsables de cada uno de los muertos en esas geografías, sino también de los que han caído por acciones terroristas en sus propios países.

Con más frecuencia se producen ataques “low cost” en grandes ciudades como Paris, Niza, Bruselas, Berlín, Londres, Estocolmo y aparentemente en Oslo, donde los Servicios de Seguridad Policiales (PST) noruegos, detuvieron este último sábado a un joven de origen ruso que portaba un explosivo de fabricación casera y escasa capacidad dañina, aunque suficiente para seguir incrementando el nerviosismo en poblaciones que se encontraban a años luz de padecer ese tipo de agravios más acordes y admitidos para poblaciones del tercer mundo.

Tras los ataques de Trump, los países aliados junto a la prensa controlada por el poder se han alineado exultantes detrás del nuevo “sheriff”, al tiempo que las voces internas de los Estados Unidos que se alzaban contra el presidente se han llamado a un monacal silencio.

Por su parte Arabia Saudita envalentonada por el gesto de su patrón, ha amenazado a Irán, enemigo jurado de Washington, con una guerra si continúa inmiscuyéndose en cuestiones de los países árabes.

Mientras tanto,  más atentados se han replicado en Siria donde las organizaciones terroristas han entendido el bombardeo de Trump como una señal de que los viejos tiempos de la dupla Hilary Clinton y el senador John MacCain  han vuelto y el Pentágono y los sicarios mediáticos afines estarían dispuestos a seguir dando cobertura a sus acciones.

Si entendemos que la guerra en Yemen, el monumental incremento de las acciones cada vez más osadas de grupos  como el somalí al-Shabb, los nigerianos de Boko Haram, el nuevo conglomerado terrorista de Jamaat al-Nasr Islam wa al-muminin(Grupo para la victoria del Islam y de los fieles), con presencia en la amplia franja del Sahel, el movimiento Wilayat Sina (Provincia del Sinaí), que este domingo tras dos atentados asesinó en Egipto una cincuentena de cristianos coptos, el talibán y en Daesh en Afganistán y Pakistán, los grupos integristas en el Sudeste Asiático como Muyahidin Indonesia Timur (MIT) o el filipino Abu Sayyaf y las bandas wahabitas que actúan en Chechenia (Rusia) como Imarát Kavkaz (Emirato del Cáucaso) y el Movimiento Islámico de Turkestán Oriental (MITO) en la provincia china de Xinjiang, todas estas organizaciones sostenidas con recursos de Arabia Saudita y Qatar, nos hace sospechar que aquellas guerras por venir del 2011, definitivamente han llegado.

Reproducido de: www.portaldenoticias.ar

El autor es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Oriente Medio y Asia Central.

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