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“Like a Complete Unknown” y la leyenda de Bob Dylan

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“Like a Complete Unknown” y la leyenda de Bob Dylan

 

 

En Rojo

No soy crítico del cine y menos de la música. Tampoco soy “dylanogista”, pero sí he seguido casualmente las canciones (y también los documentales y otras versiones fílmicas de su arte y vida) del cantautor Bob Dylan. Eso es más o menos la época – 1961-1965 – cubierta por la película actual Like a Complete Unknown, hasta su premio Nobel por literatura en 2016. Además, he estado — muy de paso – en Hibbing, Minnesota, donde creció Robert Zimmerman, conocido por los últimos 65 años como Dylan.

Durante los años 1956, 57, 58 visitábamos a mi tía abuela, quien era ministra metodista en el pueblito de Deer River, de alrededor de 900 habitantes, dentro de la región Mesabi de minas abiertas de hierro, y para llegar tuvimos que pasar por la pequeña ciudad de Hibbing, el centro comercial de la región. En mi memoria, Deer River fue un poco salvaje: mineros blancos, gomas y aros de sus autos y guaguas (con rifles y escopetas de cazar y cañas de pescar visibles en mayoría de ellos) incrustados por el fango rojo del hierro. También hubo una presencia originaria, una minoría en resistencia con su propias viviendas, costumbres y artefactos culturales.

Para un niño de 8, 9, 10 años, Deer River tenía energía y vida, mientras la calle principal de Hibbing parecía demasiado conocida, seca, vacía de diferencias, doméstica, como la ciudad en Wisconsin donde trabajaban mis papás. Fue en estos años, según la biografía apócrifa de Dylan, que el joven Zimmerman comenzó a aprender a tocar la guitarra, formar grupos de “rock”, admirar Elvis y Little Richard y estudiar leyendas de música folk y blues como Woody Guthrie, Lead Belly y Muddy Waters. En septiembre de 1959, Dylan llegó a la Universidad de Minnesota, no tanto para estudiar sino para tocar, cantar y escribir canciones en la manera de sus mentores para públicos locales en el sector estudiantil Dinkytown de Minneapolis.

Puede ser que Bob estaba en Hibbing cuando yo pasé en el Buick de ’53 con mi familia. Poco importa, porque en enero de 1961 él visitó a Woody Guthrie, sufriendo de la enfermedad incurable de Huntington en el hospital de Greystone Park, Nueva Jersey, y entró en el caótico ambiente cultural “beat” y “pos-beat” de Greenwich Village. Es allí que comienza Like a Complete Unknown como ‘bio fílm’ – tan apócrifo como su propia vida – de los cuatro años y medio que forjaron la presencia icónica — guardada en capas de verdad y ficción, enigmática, en transformación y no entendible pero siempre completamente él — del más destacado cantautor (en inglés) de los siglos 20 y 21.

No hay nada accidental o fortuito en el proceso. Autodidacta o no, él sabía de música y cómo tocarla. Por ejemplo, bajo seudónimos ha tocado como “back-up” con muchos grupos a través de su carrera. Like a Complete Unknown da vistazos de esto cuando toca piano casualmente con la misma fluidez que tiene con su guitarra o dirige cambios en el estudio. Pretendía timidez, naiveté, ser necio o aprendiz, pero a sus 20 años tenía una educación musical – aunque no formal – sólida enraizada dentro de tradiciones populares americanas.

De la misma manera, la poesía de su – penetrante, densa, comprimida y compleja – letra sobre pasa la intensidad y el ritmo de los poetas “beat” y refleja, además de su conocimiento de la letra de Guthrie, Waters, Hank Williams, Lead Belly y muchos otros, y la poesía de T.S. Eliot, Ezra Pound y Dylan Thomas, entre otros.

Su voz, como su música y letra, tiene ritmo, movimiento y textura, pero hace falta melodía. En vez de miel, ofrece gravilla o “papel de lija” (Joyce Carol Oates). En resumen, como precursor de artistas de rap y hip-hop, Dylan no canta tanto como habla, grita, gruñe su letra, romántica o cáustica, de forma única y genial en una voz siempre cortante con el tañido algo torcido de la cuerda de acero de una guitarra.

Como muchos otros, empecé a escuchar a Dylan en los primeros años de los 1960, sin saberlo, en versiones de canciones como “Blowin’ in the Wind”, “The Times They are a-Changing” y “Mr. Tambourine Man” por grupos como Peter, Paul and Mary y The Byrds y cantantes como Joan Baez. Era la letra y música escrita por Dylan que comenzó a transformar la noción de música “folk” y de protesta antes de que saliera un disco (su segundo, “Freewheelin’ Bob Dylan”, 1963) de él cantando sus propias canciones como “Girl from the North Country” and “A Hard Rain a-Gona Fall”.

Esta es la progresión de Like a Complete Unknown como película: Dylan como invisible, entonces visible y luego sobre visible con las expectativas de demasiadas personas pendientes de su cada movimiento. Así surge su necesidad de rompimiento, cambio de dirección y re-invención de héroe a antihéroe.

Pero cada paso en ese camino es calculado y consolida la constelación de quien es Bob Dylan. Y siempre existe el trabajo, porque la productividad Dylan como cantautor es asombroso. Todo comenzó con las canciones inmemorables de 1961 – 1965, pero el Dylan real y más importante crece continuamente durante los próximos casi 60 años que no se tratan en Like a Complete Unknown (depende de cómo se cuente, pero hasta cien o más álbumes).

La película actual se basa en el libro Dylan Goes Electric! (2015) de Elijah Wald. La dirige James Mangold (con éxitos notables pero tal vez más al punto aquí como director de Walk the Line (2005), el celebrado ‘bió film’ de Johnny Cash, quien también figura en la trama de Like a Complete Unknown). Es una versión-ficción de los hechos históricos, que funcionan como letreros, mientras mucha de la acción en la carretera es relleno imaginado o inventado. La cercanía de Dylan y Peter Seeger antes de los festivales de New Port en 1963, 64, 65 ayuda mucho a la trama, pero no ocupa tanto espacio en otros recuentos. El nombre de la novia de Dylan cambia en la película a Sylvie Russo (tal vez Suze Rotolo no dio permiso para utilizar su nombre). The Byrds experimentaban electrónicamente con la música de Dylan tan temprano como 1964, el año antes del choque entre “folk” y “rock” y el uso de guitarras eléctricas en New Port en julio de 1965, entre otros datos.

Sin embargo, esta mezcla de hechos e imaginarios hace una muy buena película, tal vez la mejor que vi – no siendo crítico de cine – el año pasado. Las actuaciones de sus cuatro personajes son impecables. El excepcional Timothée Chalamet actúa Dylan de forma precisa, informada y comprometida. El experimentado Edward Norton se transforma en el activista-cantautor-leyendario Pete Seeger. Elle Fanning brilla en su amor y sufrimiento como Sylvie Russo, la novia de Dylan. Mónica Barbaro da presencia vital como Joan Baez, la otra cantautora estrella de “folk” de la época de 1961 – 1965 y la otra, a veces, amante de Bob Dylan.

Es difícil encontrar falta con la manera en que actúan y cantan. Elle Fanning no canta, pero Chalamet, Barbaro y Norton muestran talentos de tocar y cantar tan notables que en ningún momento requieren la intervención ni respaldo de las voces originales. En ese sentido el director Mangold, como hizo en Walk the Line, ha creado un hito en cine musical, y la película, como la vida de Dylan, es la música.

Capturar las complejidades del enigmático Dylan es el trabajo más arduo de la película. Chalamet, aun con ayuda prostética, no logra recrear la totalidad del cuerpo delgado, felino y medio torcido en sus movimientos ni del juego de cara y ojos que proyecta tanto la inocencia como la profundidad del joven Dylan. No obstante, es el mejor acercamiento que han hecho en los muchos intentos. Solamente Cate Blanchett en I’m Not There (2007) logra llegar tan cerca a como lo hace Chalamet al captar algo táctil y sensible de Dylan.

Precisar el punto o raison d’être de Like a Complete Unknown es más resbaladizo: ¿el descubrimiento de Dylan?, ¿el cambio de la naturaleza de la música “folk”?, “¿ver dos romances fracasadas y lo difícil de Dylan comprometerse en relaciones personales?, ¿mostrar la pedantería y rigidez de la supuestamente “natural y libre” música “folk”?

Primero, pienso que es una película creada principalmente para los que no conocen bien la música o el mito de Bob Dylan y que probablemente no son productos culturales de los años 1960. Segundo, aunque es difícil desenredarlas, la película es más sobre la música que la personalidad de Dylan. La música (y letra) de Dylan siempre fue parte “blues”, parte “beat”, parte “country”, parte “folk”, parte “rock” y nunca solamente una(s) u otra(s). Con todas las invenciones, distracciones y máscaras personales, siempre ha sido cien por ciento Dylan con la confianza de creer no solamente en sí mismo sino en su letra y música y sus raíces; confianza suficiente para salir de Hibbing a los 18 años y entrar en el ambiente musical y cultural de Greenwich Village a los 20 años. Para julio de 1965 es la voz más importante de la música norteamericana, y allí comienza su verdadera carrera de vida de escribir y tocar sin tener que pagar más cuotas ni deudas a nadie, ni siquiera a Woody Guthrie.

El primero de enero saqué la tocaCD del closet y busqué los viejos discos (sé que mi IPhone tiene todo esto, pero . . .) y pasé la tarde escuchando y cambiándolos. Mi educación y gustos musicales son limitados: además de ejemplos de “jazz”, cinco cantautores siempre han captado mi atención y afición auditiva: Bob Dylan, Bob Marley, Silvio Rodríguez, Víctor Jara y Paul Simon. Por eso regresé a ver A Complete Unknown el pasado cinco de enero.