Los 55 de las fiestas de la calle San Sebastián

Cabezudos en la San Sebastián. Fotos Naiara Cabezas

 

La fiesta folclórica integró sus asiduas comparsas, marchas y procesiones

En Rojo

 La calle rugía más que en otros años. Quizás era el lustro que separa este 2025 del cierre pandémico, o tal vez fue el furor que aún lastra el álbum nuevo de Bad Bunny. A lo mejor no hubo una razón, pero casi un millón de personas afluyeron, entre jueves a domingo, a la isleta del Viejo San Juan. Más de 910,000 individuos que, entre tapones y espectáculos, poblaron la ciudad histórica durante las quincuagésimo quintas Fiestas de la Calle San Sebastián.

Desde horas tempranas del jueves, el tránsito hacia el islote estaba regulado por la Policía. Flotas de motoras, patrullas blindadas y guardias pertrechados demarcaban, en los dos flancos del Puente Dos Hermanos, cuáles carriles servían para qué. Algunos eran para el flujo regular y otro para las guaguas especiales que provenían de Sagrado Corazón y el estadio Hiram Bithorn. Contrario a los vehículos, los peatones peregrinaron ajenos al régimen de los semáforos, bajo un sol vespertino que teñía de naranja y sosiego a la concurrida llegada.

A las 5 de la tarde, cuando aún los visitantes emprendían sus travesías para llegar, el Municipio de San Juan acomodó una tarima justo al inicio de la calle epónima. Entre el sudor, la humedad, las risas, los codazos y los coros, el martirizado San Sebastián “subió” por los adoquines azuláceos del Viejo San Juan. Antes de comenzar la inicial, el Municipio de San Juan reconoció las aportaciones culturales de doña Rafael Balladares. Fenecida hace más de 13 años, Balladares trascendió como la gestora cultural que revivió las “SanSe”.
“Una mujer católica y educadora… promotora incansable del quehacer cultural de Puerto Rico. Su dedicación, junto a Ricardo Alegría, Antonio Maldonado y otros vecinos, transformó esta festividad que comenzó como un evento de comunidad; es la gran fiesta sanjuanera que conocemos hoy. Cinco décadas después, las fiestas de San Sebastián son la celebración cultural más grande y significativa de nuestra isla”, expresó el padre Benjamín “Benji” Pérez.

Para Miguel Romero Lugo, alcalde novoprogresista de la capital, estas fiestas dan espacio para celebrar la música folclórica, las tradiciones boricuas y “sencillamente la puertorriqueñidad”.  En ese sentido, el mandatario municipal loó las figuras de Jasmine Camacho-Quinn, medallista de oro en las olimpiadas del 2020; José Vega Santana, el “Payaso Remi”; y Luis Lozada Cruz, mejor conocido como Vico C.

Poco después, comenzó la procesión. En su estaca elevada, la escultura del san Sebastián avistó a todos los visitantes que, desde las aceras acordonadas, lanzaban silbidos, clamores y vítores. En el fondo se oían el rumor de bombas y plenas como Temporal, Mañana por la mañana y, como un himno recién estrenado, Café con ron, de Bad Bunny.

Al escabullirse de los tramos más angostos, el aporreado san Sebastián ya hacía su llegada a donde intersectan las calles del Cristo y San Sebastián. A solo pasos de la catedral y del busto de Juan Ponce de León, en este “cruce” se dio la mayor contradicción. Aquí, como advirtió don Pedro, se vivió en plena guerra. Chocaban, como un contraste ideológico, los emblemas de Puerto Rico con las publicidades excesivas de rones, cócteles, hoteles y restaurantes. Chocaban, también, los ayes criollos con los esquius mi foráneos.

Acompañado por los Reyes Magos, unas infanterías simbólicas, zanqueros, pleneros y todo el furor de un pueblo aglutinado, el San Sebastián arribó a la Iglesia de San José. Entre inciensos y los vítores, la procesión anual culminó encarando el ocaso.

“Lo más que gusta es ver a tanta gente. Me encanta venir aquí todos los años con quien sea que me acompañe y ver a la gente. Me revive”, contó Rosa, cuyo apellido se perdió entre el clamor de las personas.

Oferta artística

 En la Plaza del Quinto Centenario, que queda a pasos de la Iglesia histórica, el festejo de cuatro días comenzó justo después del desfile católico. Más abajo del tótem, Plena Libre deleitó al público con los ritmos autóctonos de los cueros, metales y los coros aguzados. Sobre el mismo escenario, La India estremeció a los bailadores con su timbre estratosférico y sus músicos sonoros.

Durante todas las fiestas, el Cuartel de Ballajá contó con la exposición usual de artesanos. Animados por la música de Riestra y los Bohiques, Majestad Negra y otras agrupaciones, los visitantes quedaban encandilados. Pulseras, collares y cuadros enormes de molinos y Quijote orlaban los corredores improvisados de este espacio cuadrado. Era como un charco de gente que, por falta de una entrada adecuada, se filtraba a cuenta de gotas gruesas por el cuartel.

El hacinamiento de Ballajá dio cátedra al consumismo exterior. Restaurantes, boutiques y joyerías de franquicias extranjeras turbaban sus ventas ante el imán novedoso de las artesanías locales.

Las Fiestas contaron con múltiples presentaciones en los puntos habituales de la isleta: la Barandilla, el Quinto Centenario, la Plaza Colón y la Plaza de Armas. Desde Vico C, Carlos Vives, Manny Manuel hasta Willie Rosario, el festejo no escatimó en la oferta musical. En un momento dado, se rumoró la llegada de Bad Bunny junto al Gran Combo, una sorpresa que no se dio.

Olga Tañón en su presentación en las fiestas de la calle San Sebastián. Foto Naiara Cabezas

Tras las presentaciones de Andy Montañez, Plenéalo y El Gran Combo, la merenguera Olga Tañón cantó sus palos clásicos para la fruición de los últimos espectadores de las 55ma Fiestas de la Calle San Sebastián. Cuando la noche se cernió sobre la isleta, la calle aún rugía. Cada quien regresaba por el modo de transportación en que llegó, despoblando al Viejo San Juan de este impetuoso festejo que, todos los años, da punto final a la temporada navideña del país.

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