Especial para En Rojo
La celebración de tiempos como la Cuaresma y la Pascua plantean à las Iglesias cristianas el reto de repetir los mismos textos litúrgicos y retomar oraciones y cantos que vuelven anualmente. Sin embargo, eses cánticos y ritos no deben ser usados como si fueran rituales de un tiempo circular que se repite siempre a cada año. Es fundamental que los textos litúrgicos sirvan como alimento afectuoso de la memoria, no para volver al pasado y si para vivir ahora la novedad del hoy de Dios. Así, en esta Cuaresma-Pascua de 2025, la llamada la nuestra conversión social nos llega a través de iniciativas como la campana por la Paz del Consejo Mundial de Iglesias y el Jubileo de la Esperanza que el Papa Francisco propone a las Iglesias cristianas y a toda la humanidad.
Lamentablemente, esa propuesta del Jubileo aún es muy centrado en viajes a Roma y ritos medievales, como atravesar puertas santas de las basílicas romanas y ganar indulgencias. Hoy en día, pocas personas están interesadas en obtener perdón de la jerarquía eclesiástica, ni tiene sentido seguir con esa cultura de pagar penas del pecado y obtener indulgencias.
Sin duda, este actual Jubileo sería más eficaz si comprometiera a las comunidades cristianas y a sus ministros con el anuncio de la misión que, en un sábado, en la sinagoga de Nazaret, Jesús dijo que había venido a cumplir: «El Espíritu de Dios ha venido sobre mí y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los empobrecidos. Me ha consagrado para liberar a los encarcelados, devolver la vista a los ciegos y esclavizados, poner en libertad a todo oprimido y anunciar un año de gracia (Jubileo) del Señor».
Todos los que le escuchaban se quedaron muy sorprendidos por lo que decía y se asombraron aún más cuando dijo: «Hoy esto se hace realidad, y no sólo para ustedes, judíos, sino para toda la humanidad» (Lc 4, 16- 30).
En línea con la propuesta de Jesús, este Jubileo de la Esperanza debe comprometer à las comunidades cristianas con la paz en el mundo, haciendo patente la solidaridad con el pueblo palestino y denunciando el genocidio cometido por el Estado de Israel con el apoyo del gobierno de Estados Unidos contra la población palestina. También es urgente vincular las Iglesias con la causa de los pueblos originarios y sus derechos colectivos. Forma parte del Jubileo hacer con que la Madre Tierra tenga el descanso que merece y de lo cual necesita. De esta manera, será posible vivir la Esperanza de la fraternidad entre seres humanos, en comunión con todos los seres vivos.
La dificultad para hacer real y eficaz esta propuesta de Jubileo para la Tierra y para toda la Humanidad es que ya no vivimos más en tiempos de cristiandad, salvo en ambientes clericales donde se pretende retomar a siglos pasados y los eclesiásticos se aíslan en ilusiones de poder divinizado. No importa lo que proponga el Papa o lo que digan los obispos y curas, el mundo sigue su propio camino y, sobre todo, las generaciones más jóvenes están más conectadas a los medios virtuales y a las agencias de comunicación.
Cuando, finalmente, la jerarquía y el clero católicos se den cuenta de que necesitan de las Iglesias hermanas y de otras comunidades religiosas para llevar a cabo su misión en el mundo, se abrirán efectivamente al diálogo ecuménico y se acabarán Jubileos centrados en Roma. Pastores y fieles construirán juntos comunidades sinodales, en diálogo con otras confesiones y demás grupos religiosos, así como con toda la humanidad para educar à las comunidades y organizaciones sociales y caminar juntos hacia un Foro Mundial de toda la sociedad civil. Entonces, podrá ser real el sueño de Paz y Justicia del Mahatma Gandhi, de Nelson Mandela y de tantos hombres y mujeres que han luchado para hacer real el Jubileo de la Esperanza proclamado por Jesús. Solo en este momento, podremos decir como Él: «Hoy se cumple esta palabra que acabáis de oír» (Lc 4,21).
El autor es monje benedictino y ha publicado mas de 40 libros. Este articulo se publicó originalmente en al edición impresa de CLARIDAD/en rojo del mes de marzo.