Sobre la distribución desigual de la empatía humana: algunos cuerpos no necesitan poesía

Ilustración Lorraine Rodríguez

Este texto fue publicado originalmente en www.thelipstickpolitico.in y traducido para CLARIDAD por Sofía Gallisá Muriente para ampliar su alcance dada su enorme pertinencia en Puerto Rico. Teresa Córdova Rodríguez corrigió la traducción.

En los pasados dos días he aprendido muchas cosas. He aprendido que es digno y heroico tomar las armas para defender a tu patria contra la ocupación. He aprendido que solidaridad significa boicot, desinversión y sanciones, además de financiar la resistencia armada. Y lo he aprendido en ese lenguaje exacto, sin ningún tipo de ironía. Resulta que ustedes tenían el lenguaje todo este tiempo. Resulta que ustedes pueden reconocer una ocupación cuando es blanca. Ustedes pueden entender la resistencia cuando es blanca. Ustedes pueden sentir el dolor del exilio cuando es blanco.

Por tanto tiempo nos hemos tropezado en ese espacio entre el horror evidente y un mundo que no ve nada y no escucha nada. Hemos gastado tanto de nuestras vidas contorsionando y reorganizando los cuerpos de nuestros muertos para que cupieran en un marco legible para ustedes. Solo para aprender una verdad que ya conocíamos en la profundidad de nuestros huesos.

El horror es evidente, no necesita articularse. Algunos cuerpos no necesitan enmarcarse. Algunos cuerpos no necesitan poesía, ni artículos de opinión, ni películas, ni literatura, ni “historias de interés humano”. Algunos cuerpos son sólo inherentemente humanos, merecedores de un duelo colectivo, sin cuestionamientos. Y ayer, cuando me desperté y vi cómo los estadounidenses alababan a un hombre ucraniano amarrado a una bomba (no estoy bromeando), quedé impactada por lo inagotable de su empatía. Porque ¿quién pensó que ustedes eran capaces de ello? Nosotros no.

Cuán hermosa e inagotable es su empatía. Cuán extensa es su comprensión sobre los límites de la condición humana. Que digno de ver que todo este tiempo habían sido capaces de comprender. La importancia de defender la patria, la dignidad de la resistencia, el dolor del exilio. Ustedes aprenden rápido, también; lo aprendieron todo de la noche a la mañana. No necesitaron nada. Fue intuitivo. Evidente. No les tuvieron que enseñar a preocuparse.

Sin embargo, cuando el estado colonial por asentamiento de Israel bombardea la prisión al aire libre más grande del mundo, donde más de dos millones de personas están atrapadas en una franja de tierra de apenas 10 kilómetros de ancho, nos obligan a tener conversaciones interminables ¿sobre qué? Sobre cohetes caseros. Sobre si un niño lanzándole una piedra a un tanque cuenta como terrorista o no.

Ahora mismo se pueden compartir por internet recetas para cocteles molotov y nadie se alarma. Ahora mismo puedes enviarle dinero a la resistencia ucraniana, al ejército ucraniano mismo, y los FBI y MI5 del mundo no vendrán a tocarte la puerta. Algo insólito está ocurriendo. Es como si el mundo estuviera patas arriba y todas las reglas que nos obligaron a seguir nunca existieron.

Quizás es porque las reglas son distintas para nosotros. Quizás es porque, de alguna forma, el mundo ha sido convencido de que la guerra y todo el sufrimiento que viene con ella es algo que forma parte de nuestra naturaleza. No como los “europeos con ojos azules y pelo rubio” que sufren en Ucrania. Después de todo, “esto no es Afganistán, esto es una ciudad relativamente civilizada y relativamente europea”. Quién podría negar que “estos no son, obviamente, refugiados tratando de escapar del Medio Oriente… o el norte de África. Se ven como cualquier familia europea que podría ser tu vecina”. Como cualquier persona merecedora de nuestra empatía y solidaridad. Todas esas son citas tomadas de comentaristas de algunos de los noticieros internacionales más grandes: la BBC, CBS y Al Jazeera. Son cosas que han dicho realmente personas, de forma abierta y significativa.

No puedo creer que alguna vez nos convencieron de medir nuestras palabras por miedo a alienar al opresor. Que la resistencia, por todos los medios, fuera algo que alguna vez se tuvo que debatir.

Al carajo con todo eso.

No quiero volver a escuchar de los cohetes. Voy a recordar este momento. Nunca más voy a explicar esta mierda. Ustedes nunca necesitaron una explicación. Así que dejemos que sea lo que es: el ocupado y los ocupados, el colonizador y los colonizados, y entre ellos, ninguna necesidad de diálogo que sea una farsa, “un tipo de conversación entre la espada y el cuello”.

Esperaba tener coraje, pero en vez de ello estos últimos días están llenos de dolor. Ninguna cantidad de ira parece tener efecto y estoy cansada de contar una y otra vez las tragedias humanas impensables como una lista de compras de supermercado: Iraq, Afganistán, Yemen, Somalia, Palestina, Cachemira, etcétera, etcétera en una montaña inacabable de cuerpos marrones y negros.

Incluso aquellos que dicen que simpatizan con nosotros rechazan nuestra humanidad completa. Solo simpatizan si haces un espectáculo de tu dolor. Solo simpatizan si mueres en un silencio estoico. Solo simpatizan si eres una víctima pura, sin quejas y merecedora de sus oraciones. Rechazan la humanidad de la ira, la dignidad de la resistencia y, Dios no lo quiera, la esperanza de la liberación.

Quizás en un mundo distinto este momento podría ser solo sobre las vidas ordinarias afectadas por la guerra en Ucrania. Pero no puede serlo. Entiendo la aversión a comparar tragedias, la siento en mi propio corazón. Pero esta tragedia ha desenmascarado una tragedia más grande: una verdad amarga sobre el sufrimiento humano global que debe reconocerse.

Dices que ahora no es el momento. Pero ¿cuándo lo es? Nunca es el momento para nosotros. Este es el mundo que crearon, donde nuestro dolor solo importa por proximidad.

Esta creación de una jerarquía del dolor revela una imaginación patética de empatía limitada. También ignora que lo que estamos hablando está ocurriendo ahora mismo. No estamos cambiando el enfoque de algo que está pasando actualmente por una retrospectiva histórica. Esa distribución limitada y desigual de empatía humana ocurre mientras hablamos. Las bombas caen en todos estos sitios a la misma vez, y ustedes solo conocen o se preocupan por uno. Ese precisamente es el punto.

La sal en la llaga, la gota que colma la copa, creo, es ver con nuestros propios ojos la condena inmediata e inequívoca de la injusticia en Palestina cuando las personas piensan que esas imágenes son de Ucrania. Nada que pudiera escribir o decir podría ser una condena más clara de este reclamo vacío de humanidad universal.

La autora es una abogada, investigadora y escritora de Pakistán. Ha investigado extensamente acerca del discurso de odio y la violencia extrajudicial en Pakistán. Fue escritora para dos cortometrajes animados pioneros, Swipe y City of Smiles, que trabajan la intersección entre el fascismo religioso y la tecnología. Fue la editora fundadora de Hashiya, un canal de historias críticas en lenguaje urdu con un enfoque en el colonialismo, las historias violentas y el trauma intergeneracional. Su trabajo  tiene un acercamiento interdisciplinario y un enfoque en discursos antiimperialistas y derechos indígenas como una vía a un trabajo de derechos humanos alternativo en estados poscoloniales como Pakistán. Actualmente es becaria en Derechos Humanos de la Escuela de Derecho de Columbia. Twitea por @khayalibiryani

 

 

 

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