TOPOGRAFÍA: Artes de Guerra

La actual situación del país (incluida la UPR) me ha hecho recordar el cierre de un montaje teatral que vi hace tiempo. Durante un festival teatral, un grupo presentó una obra que terminaba cuando los actores bajaban cantando del escenario y se mezclaban con el público. A la vez, repartían hojas en las que aparecía la letra de la canción. Finalmente, los espectadores se unían al canto. Esto ocurrió hace años en el ahora abandonado teatro Sylvia Rexach en Puerta de Tierra. El grupo se llamaba Rueda Roja. La canción decía: “Si el enemigo avanza, nos retiramos, si el enemigo acampa, lo hostigamos, si el enemigo se cansa, lo atacamos y si se retira, lo perseguimos”.

Se trata de un final que entrelaza las artes del canto, el teatro y de la música con la guerra. También la letra nos hace pensar en un juego de movimientos que sugiere una danza entre opuestos. Por otra parte, el movimiento de los actores hacia el público así como la integración del público en el canto final comunica un significado más profundo y abarcador: la unión de artistas y espectadores, del arte y la vida en una acción común de gran valor para todos. Es evidente que la letra de los versos refleja la influencia del legendario libro El arte de la guerra de Sun-Tzu (siglo IV a. C.), que aplica nociones de la filosofía china del taoísmo tales como la acción y la no acción al fenómeno de la guerra. Por ejemplo, los consejos del capítulo 4: “Si no se puede vencer, se debe defender; si se puede vencer, se debe atacar. Defender cuando la fuerza es insuficiente; atacar cuando la fuerza es abundante. [. . .] Así, por un lado, nos protejemos a nosotros mismos; por el otro, tenemos una victoria completa.”

Como es obvio, las palabras del canto teatral equivalen a las reglas para un combate. Supone dos ejércitos o bandos que se enfrentan en un terreno donde pueden ocurrir diversos movimientos y estados de ánimo tales como el ataque, la retirada, la espera, el cansancio y el descanso. Tales cambios sugieren un juego de movimientos como una danza cuya lógica parece obedecer a una visión más amplia del conflicto.

Según leemos, la lógica de los versos insiste en una particular sabiduría: el reconocimiento de las condiciones propicias para la acción. Solo si el enemigo ataca hay retirada, solo si acampa se le hostiga, solo si descansa se le ataca, y solo si se retira se le persigue. Es claro que una de las reglas implícitas es la protección de los combatientes. Debe haber armonía, equilibrio entre la ofensiva y la defensiva, entre el ataque y la autoprotección. No hay exhortación a sacrificios inútiles. Por lo mismo, otra vez, presupone la sabiduría como el conocimiento justo y preciso del momento para la acción y la no acción, que equivale a una forma silenciosa de la acción. Es claro que la retirada forma parte de las reglas de combate. La otra regla implícita es la constancia de la lucha. Pero para ser constante habrá que saber cambiar los modos de la acción (por ejemplo, evitar el combate directo, reagruparse y protegerse etc.) y variar la distancia y cercanía entre los cuerpos de los combatientes o danzantes. Las dos reglas implícitas, autoprotección y constancia, pues, presuponen la libertad y la imaginación para el cambio.

Pero la regla que preside a las otras es el conocimiento del terreno. Esto incluye conocer la “topografía”, los planos en que se lucha. Ya pensando en la vida cotidiana en la cultura moderna, uno de los terrenos más importantes de cualquier lucha es el ideológico, es decir, la interpretación de los hechos, la versión de la realidad que prevalecerá en la mente del público ciudadano, que a su vez determinará la actitud que este asuma ante lo real.

En este punto ya se hace patente la conexión entre el momento actual del país (incluida la UPR) y los versos de la obra donde se cruzan las coordenadas del arte y la guerra.

Pues bien, si hablamos del “territorio” de Puerto Rico, vemos que el terreno más importante donde se libra la lucha del pueblo y los universitarios en contra de la Junta de Control Fiscal y sus súbditos es el ideológico. Si bien puede parecer que lo esencial del conflicto es un asunto de eficiencia en las operaciones de contabilidad y finanzas, en realidad es un enfrentamiento de visiones de mundo, de ideología y mentalidad. Tanto los súbditos de la Junta, como ella misma y los que la nombraron ven el mundo de un modo y creen que debe permanecer así. Las cifras, aunque importantes, son recursos teatrales como el libreto, la utilería y el vestuario. También son tácticas de confusión, como gases lacrimógenos y esprei de pimienta que ciega e impide ver el origen ideológico del conflicto. De ahí el lenguaje técnico y especializado. Asimismo, los planes y leyes para la administración de gobierno y reforma de la Universidad son armas dentro del conflicto ideológico. Por ejemplo, la idea de que la Universidad es un gasto innecesario, que no es eficiente, y por lo tanto, hay que imponerle eficiencia con una reestructuración y una nueva ley universitaria, es un conjunto de frases que forman parte del libreto ideológico.

Un aspecto importantísimo de este teatro es, desde luego, la comunicación de imágenes. Ocurre un gran teatro en el que el gobierno y la Junta hacen los personajes de bondadosos salvadores, disfrazados con chaquetones y corbatas, con su maquillaje de afeites y peinados, que hablan con un volumen y tono de voz que pretende comunicar civilización, urbanidad y orden, repitiendo el guión de que sus posturas están basadas en análisis económicos hechos por expertos, en cifras, estadísticas etc. Todo es danza y teatro ideológicos. Lo que está entre las líneas del libreto es quitarle al pueblo lo suyo para dárselo a los bonistas y ellos, de paso, cobrar su gran comisión. Por eso es importante pensar en las imágenes que se han de oponer al teatro de la Junta y sus súbditos en la lucha por prevalecer en la llamada opinión pública, las conciencias de los otros que ven la televisión, oyen la radio, leen periódicos, navegan por la internet, conversan con familiares, amigos, vecinos, etc.

Se trata, pues, de una lucha que es danza-teatro de imágenes, de signos, que quiere persuadir al público sobre el significado de la realidad. Por eso, los actores, combatientes, danzantes universitarios del pueblo, saben muy bien que en estos días el terreno sobre el que se acampa, se descansa, se retira, se huye o se ataca es el espacio invisible de las mentes de los espectadores (que también son del pueblo). Se deben, pues, a su público, que debe conocer sus versos para también poder cantarlos. Y esa canción, conociendo el terreno, debe ofrecer siempre la más sabia estrategia de combate. “Si el enemigo acampa lo hostigamos . . .”

El autor es poeta y profesor de la UPR.

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