En Rojo
Lo conocí antes que él a mí. Nos reuníamos semana tras semana en el Deli Restaurante argentino, nosotras, un grupo de amigas, él visitaba su casa como le decía al Deli y a doña Tita y Don Raúl (los dueños). Sabía quién era porque Edgardo Huertas era ya una figura pública y reconocida cuando nos lo presentaron formalmente.
Edgardo Huertas era un ser que se dejaba sentir, era un buen cuentero. En aquellos años todavía estaba terminando de armar la exposición de fotos de artistas que poco a poco sustituyó las estrellas firmadas que anteriormente engalanaban las paredes del Deli (solo quedaron las del techo y una que otra firma en las paredes). Cuando ya teníamos confianza todas con él y a su vez él con nosotras, cada vez que llegaba se sentaba un ratito en nuestra mesa y nos ponía al día de lo que pasaba en el área cultural y de la farándula del país. Pocas veces debatíamos, porque él acaparaba la palabra y realmente tenía una forma de contar que casi nunca nos animamos a interrumpir su relato.
En una de esas tantas veces le pregunté si le gustaría escribir esas mismas cosas en una columna en el En Rojo, claro, como colaboración. Me contestó “voy a pensarlo porque he hecho prácticamente de todo pero nunca he escrito regularmente para un periódico”. Debo señalar que escribir con bases regulares no es una tarea fácil. La próxima vez que nos vimos me dijo que sí, que lo haría y preguntó si le podía poner el nombre de “El baúl de los recuerdos”. Esa fue toda nuestra negociación porque aquí no mediaba remuneración ni acuerdos del tiempo que la escribiría. Para la siguiente edición de CLARIDAD/En Rojo, ya tenía en mi correo el primer Baúl, eso fue para el 2015, durante año y medio escribió cada dos semanas religiosamente. Sobre su colaboración diría en una entrevista con Jaime Torres Torres, “Estoy escribiendo de otra gente con la que he vivido y compartido”, explicó el columnista de “El Baúl de los Recuerdos”, de un enfoque cultural-vivencial. Aclaró además, en esa misma entrevista, que era la primera vez que escribía una columna bimensual para un periódico nacional.
Huertas Feliciano se mantuvo escribiendo la columna hasta que otras páginas reclamaron sus esfuerzos. La columna de Edgardo se convirtió rápidamente en una de las más leídas del En Rojo, el ¡Oye como va! de Irvin García y El baúl de los recuerdos en su momento desbancaron a las columnas que eran las más buscadas: Fuera de quicio y Hablemos Español. En aquella época se hacían encuestas anuales y recuerdo que al director de CLARIDAD en ese momento le sorprendió el flujo de lectores que tenía El baúl y que una de las más que se leyó fuera la dedicada a Joaquín Monserrat (Pacheco). (reproducida al final)
Es difícil decir adiós a alguien tan dinámico y al cual le quedaban muchas cosas por hacer. Edgardo seguirá presente en cada trabajo que hizo y en todas las cosas que ayudó a conservar de nuestro patrimonio cultural.
Desde aquí solo nos resta decirle GRACIAS por la confianza, te vamos a extrañar. A su esposa e hijas, a su familia de sangre y la extendida le enviamos un abrazo grande y solidario.
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El baúl de los recuerdos: Cámara por favor
Edgardo Huertas
Especial para En Rojo
Este baúl de los recuerdos se lo quiero dedicar a una de las personas más nobles, comprometidas, culta, honesta y vertical que he conocido en todos los años que he vivido dentro de la farándula boricua. Su nombre fue Joaquín Monserrat Llardén. Pero para todos los que hoy día somos niños grandes, fue, es y será simplemente: ¨Pacheco¨.
Mi primer contacto con él se remonta a los años setenta en uno de esos días en que andaba por Wapa detrás de Rosita Velázquez y me paseaba entre estudio y estudio, estaba grabando sus intervenciones para Cine Recreo. De inmediato me divisó y me dijo joven lo quiero entrevistar en el programa. Me subieron y me bajaron pues aquel hombre tan querido por todos nosotros sin conocerme dejaba su escenario de Cine Recreo para conversar con un niño curioso que visitaba sigilosamente el estudio donde hoy día se realiza Noticentro. Siempre trataba de usted a los niños pues decía que ¨si das respeto, recibes respeto¨.
Pero, ¨Pacheco¨ tiene una historia que pocos conocen y que voy a tratar de resumir para que entiendan la grandeza de este hombre de apenas cinco pies pero con un corazón gigante. Joaquín Monserrat nació en Barcelona, siempre fue primero catalán y después español. Ostentaba un título nobiliario, era el Marqués de Cruillas. Pero debo decir que aunque renovaba su título, jamás le preocupo o importó mucho. Fue el jugador de menor estatura del equipo de baloncesto de la Federación Catalana y era tan excelente que recuerdo haber visto cortes de prensa en donde reseñaban su desempeño. Mecánico de aviación de profesión y laboraba para la empresa Air France.
Era un hombre culto, disciplinado y observador. Habiendo nacido en Barcelona, automáticamente ya hablaba tres idiomas: castellano, francés y catalán. Por lo tanto aprender era parte de su vida misma. Sin embargo, el decía que era el analfabeta de la familia porque apenas hablaba siete idiomas (bueno, hablaba y escribía). Su hermano Álvaro hablaba nueve y su padre hablaba trece. Ya tendrán idea de que familita.
Tenía otra hermana, Tere por quien Joaquín se preocupó y fue siempre otro de sus mayores tesoros. En España, Joaquín cumplió con el servicio militar, adquiriendo una serie de experiencias y disciplina que marcaron su vida para siempre.
Joaquín adoraba a su hermano Álvaro. Esos dos seres eran uno solo. Álvaro era un importante ejecutivo de una farmacéutica y viajaba a distintos países para establecer y dirigir la empresa. Y detrás iba Joaquín sin depender de su hermano pero estando cerca del mismo. Es así, como llega a Cuba donde se establece en el mundo empresarial con una gasolinera. Allí iba constantemente un productor de la emisora CMQ y cuando le miraba la cara siempre le decía lo mismo: ¨Que cara simpática usted tiene para estar en televisión¨. A lo que Joaquín reaccionaba riendo y pensando : ¨ya este quiere que a mi madre le de un infarto¨. En aquel tiempo ser artista no era visto con buenos ojos por la gente de alcurnia o conservadora. Para ellos, ser un cómico era un desprestigio familiar. Tanto insistió aquel hombre, que era nada menos que Antonio Suárez Santos, creador de infinidad de éxitos en la televisión Cubana, que un día Joaquín se presentó en CMQ y comenzó la historia del actor en programas como ¨La taberna de Pedro¨.
Con la única petición de que no divulgaran su nombre, el simpático Joaquín adquirió el nombre de ¨Pacheco¨ para realizar pasos de comedia. Con la admiración que tenía por Buster Keaton, quiso realizar un personaje similar en español. La diferencia básica es la copa del sombrero pra pra que se le corta a la mitad y se vuelve a coser. El rostro plástico y manejable de Joaquín se convirtió en una cara agradable y querida en la televisión cubana. Realizó teatro y hasta participó en la película ¨La vuelta a Cuba en ochenta minutos¨.
En uno de esos paseos por La Habana, conoció a una joven que estudiaba enfermería y era nadadora y que posiblemente era la única persona que no tenía idea de quién era él. Puesto que Cuba lo conocía, sabía del nombre Pacheco y sin embargo, Consuelo Rubio (Connie) vivía en su mundo y para nada estaba interesada ni en artistas ni en cómicos ni en faranduleo.
Pero mis amigos cuando está para uno, nadie te lo despinta. Se enamoraron y comenzó una hermosa historia de amor que duró hasta el final de sus días. Ella, veinte años más joven que él, pero la fue conquistando más y más cada día, aún después de todos los años de casados.
Con los cambios políticos en Cuba, y con Álvaro fuera de la isla, Joaquín partió rumbo a Puerto Rico prometiéndole a la muchacha que se establecería y la llamaría para buscarla y casarse. Gaspar Pumarejo, empresario que había cambiado la historia de la televisión cubana, estaba establecido en Puerto Rico y Pacheco tocó a su puerta. Puerta que Pacheco tocó y que de inmediato se le abrió. Comenzó a participar en comedias y tuvo su propio programa de televisión ¨Pacheco, detective privado¨. Buscó a Connie a Cuba, llegó a San Juan y se casó con ella. Como siempre, hombre de palabra y acción.
Comenzaron los triunfos, la lucha diaria y el trabajo sin descanso. Pacheco escribía, actuaba, dirigía y vivía para comenzar una familia y un futuro en el país que el sabía ya sería su casa y de donde no saldría.
Cuando Pumarejo decide irse de Puerto Rico a Perú, le ofrecen a Pacheco animar un programa de niños. Cosa que le produjo mucha gracia pues no tenía la más mínima idea de lo que tendría que hacer. Y así nació Cine Recreo y Pacheco y su pajarito investigador se convirtieron en lo más querido de todos los niños de Puerto Rico.
Con ese mismo amor, Pacheco vivió hacia los niños. Guardaba sus cartas, sus dibujos. Vivía para ellos. Hacia presentaciones pero no permitía que se les cobrara entrada. Los auspiciadores tendrían que cubrir los gastos pero los niños entraría siempre gratis.
Pacheco era el vendedor por excelencia. Cosa que anunciaba, cosa que se vendía. Fue portavoz de campañas importantes. Puso la primera piedra de los restaurantes Burger King. Fue consecuente y fiel a sus auspiciadores. Jamás auspicio o probó un producto de la competencia de uno de sus clientes. Para Pacheco el concepto honestidad y credibilidad no era negociable. Y así fueron naciendo otros programas, ¨Arriba Wapa con Pacheco¨, ¨El circo de Pacheco¨ , ¨Contra el Reloj con Pacheco¨ todos producidos por Connie que sin lugar a dudas fue el motor creativo y organizado detrás de las estrella.
Cuando la FCC cambió las reglas para los programas infantiles le dieron a Pacheco la opción de hacer anuncios o animar programas pero ambas cosas no serian permitidas. Pacheco escogió jugar con los nenes y hacer programas y de esta forma ya nunca más lo vimos anunciando ningún producto.
Para Pacheco no había un momento en que los niños dejaran de ser importantes. Cuantas veces nos íbamos a un restaurante y cuando ordenábamos la comida llegaba un nene y veía a Pacheco y este se levantaba se iba a la mesa con el niño y su familia.
Connie decía: ¨Comamos nosotros porque lo que es Pacheco esta noche no estará con nosotros¨. Y llegaba a los cuarenta minutos con su sonrisa de lado a lado, sin hambre pero feliz. Los niños eran su vida y eso no lo íbamos a cambiar.
Pacheco pintaba, tocaba el violín, el piano, el órgano, jugaba billar como un general, amaba los animales, y no había forma de aburrirse con un hombre que sabía tanto y que era transparente. Podría dar tantos ejemplos de caridades que realizaba pero por respeto a su memoria y directrices la caridad debe ser anónima como él quería.
Era coleccionista de monedas, de sellos, de firmas y entre sus tesoros valiosos estaban las firmas de todos los gobernadores puertorriqueños. Conservaba cartas y poseía un estudio dentro de su casa, donde el mundo se había detenido y guardaba hasta la maquinilla de sus primeros libretos.
Un día un gobernante le dijo que tenía que ir al cumpleaños de su hija, a lo que Pacheco de inmediato le contestó que lo disculpara pero que él no iba a cumpleaños de niños ricos ya que no podía ir a cumpleaños de niños pobres.
El gobernante le dijo: ¨Si pero yo soy el gobernador de Puerto Rico¨ a lo que Pacheco le riposto: ¨Pero cuando usted deje de ser gobernador, yo seguiré siendo Pacheco¨. Años más tarde el gobernador le decía: ¨Pacheco tenía razón. Dejé de ser gobernador y usted sigue siendo Pacheco¨. Entró al libro de records Guinness por su bicicletada y se mantuvo trabajando hasta el final. Lamentablemente, el 5 de noviembre de 1996 falleció, dejando un vacío que hasta hoy será imposible de llenar.
Tuve la dicha de ser su asistente de producción desde 1990. Me escribió la comedia ´Cara o Cruz¨para que la protagonizara con Loubriel. Su conexión con nuestra isla era tal, que vivía en una calle España en Puerto Rico y a la calle donde tenía su casa en España le pusieron Puerto Rico en honor a él. Jamás pisó otro canal de televisión que no fuera Wapa pero increíblemente el mayor homenaje a su memoria lo organizó Sandra Zaiter para Telemundo.
Este baúl de los recuerdos lo termino con el alma un tanto estrujada. Es que recordarlo siempre me hace consciente de la falta que nos hace. Su último mensaje cuando le pregunté porque había dedicado su vida a los niños fue: ¨Poder alegrar a un niño, es acercarse un poco más a Dios sin darse cuenta¨. Cámara por favor.