We Live in Time y Small Things Like These: las emociones escondidas

 

 

En Rojo

 

Al ver la maravillosa (por su despliegue de color, brillantez y movimiento) Conclave, reflexioné que el Vaticano siempre ha sido un tema que nutre la imaginación de escritorxs y artistas de todas las épocas. Su historia verdadera o alterada, al convertirse en un reino con ejércitos que conquistaban tierras infinitas y definían el poder, cubre una inmensidad de temas. Sus monumentos, edificios, capillas, iglesias, plazas, sus ritos y vestimenta y la seguridad de que el Papa es el delegado de Dios en la tierra crea, y lo seguirá haciendo, una mística única. Así escribió en detalle Juan Ramón Recondo la semana pasada. Por otro lado, tenemos la vida mundana y siempre esperanzadora (por eso vivimos y no nos damos por vencidxs) de una pareja que intenta balancear la intensidad del momento y la enfermedad y el cáncer que corroe toda visión de futuro en la emotiva y sentimental We Live in Time. Mientras Small Things Like These nos remite nuevamente a la iglesia Católica que tanto bien y mal hace, tanto revela y esconde. Tanto Conclave como We Live in Time y Small Things Like These se exhiben en Fine Arts Cinema.

We Live in Time

Director: John Crowley; guionista y autor: Nick Payne; cinematógrafo: Stuart Bentley; elenco: Florence Pugh, Andrew Garfield, Grace Delaney, Lee Brathwaite, Aoife Hinds, Adam James, Douglas Hodge, Amy Morgan, Niamh Cusack.

Porque fue un filme que me impresionó sin saber por qué en un momento de mi vida, We Live in Time fue como un flashback a Sliding Doors (Peter Howitt 1998) donde el tiempo corre paralelo y se narran dos posibles historias. En este filme, el tiempo se mide por entradas cortas en varias etapas de las vidas de Almut (Florence Pugh) y Tobias (Andrew Garfield), tanto aparte como juntos, tanto marcadxs por situaciones difíciles como momentos tan llenos de felicidad que parece que nada puede dañarlos. Es un romance como los que disfrutamos ver y participar entre carcajadas, lagrimas y muchas sonrisas. Es precisamente la combinación de estos y muchos otros elementos lo que hace tan hermoso y diferente a este filme. Como ya casi resolvimos el flujo del tiempo—nunca se está segurx porque los episodios en nuestras vidas tienden a repetirse—mis comentarios le dan un orden particular que puede o no coincidir con la de otrxs espectadorxs.

Empezar con un accidente casual que pone a dos desconocidxs en un mismo punto de encuentro; disfrutar de una relación intensa, pero sin ataduras; enamorarse a destiempo; decidir revisar lo que parecía convicciones sólidas; aprender a vivir en pareja y luego expandir para incluir un ser que, sin pedirlo, exige toda la atención de los mayores; enfrentar que las prioridades individuales cambian de valor; poder decidir si nos embarcamos en una vida corta e intensa o una larga desconocida. Estos son los desafíos que enfrentan Almut y Tobias en esta vida tan desafiante, llena de locuras, seriedad, alegría que a veces no sabemos definir o escoger. Conocemos a Almut, desde el principio, como una mujer apasionada que lo entrega todo cuando se traza una meta. Así fue cuando joven como patinadora sobre hielo y ahora de adulta como chef de 1era categoría. Todo lo demás—familia, relaciones, amistades—pasa a un 2ndo nivel ya que esto es lo que ella considera la celebración de la vida, esa única que tenemos. Mientras que Tobias busca la estabilidad y está dispuesto a hacer todo tipo de concesiones para poder unir la pasión y las transacciones diarias que podrán hacer posibles la convivencia por largo tiempo. Esto lo vemos en su relación con su padre y su 1er matrimonio. Mientras tanto, Almut vive la intensidad del momento, deja en la distancia contacto con la familia, ve su pasado como algo superable que no hay que repensar y está dispuesta a tener una vida corta e intensa.

We Live in Time es un filme hermoso y, como un espejo, que ve + que nada nuestra intimidad, nos hace reflexionar sobre lo que nos rodea y lo que llevamos muy escondido como mecanismo de defensa. Ver este filme es como leer las intimidades de los personajes de la escritora irlandesa Sally Rooney (Normal People, Conversations with Friends, Beautiful World, Where Are You, Intermezzo) donde entramos a ese mundo interior donde las barreras se disuelven, pero donde expresar nuestro sentir no es tarea fácil ni deseada.

Small Things Like These

Director: Tim Mielants; guionista: Enda Walsh; autora: Claire Keegan; cinematógrafo: Frank van den Eeden; elenco: Cillian Murphy, Louis Kirwan, Eileen Walsh, Zara Devlin, Liadan Dunlea, Michelle Fairley, Agnes O’Casey, Mark McKenna, Emily Watson, Helen Behan.

Este intenso filme—que pudo hacerse por el respaldo de la casa productora de Matt Damon y Ben Affleck (Artists Equity)—carece, a propósito, de la luz que prevalece en We Live in Time. La historia se desarrolla en 1985, semanas antes de la Navidad, en el pueblito irlandés de New Ross en el condado de Wexford. Estos detalles son importantes porque su pequeñez hace que todos se conozcan, se ayuden, no se olviden de rencillas entre familias, sepan a quiénes no ofender para no recibir su venganza y callar los secretos de la comunidad. Todas las escenas son oscuras, es un invierno muy frío, se trabaja rápidamente antes de que salga el sol grisáceo y se llega a la casa sin casi haber visto la claridad. Bill Furlong (Cillian Murphy) es un distribuidor de carbón y esencial para proveerle a la comunidad, casas y negocios donde puedan resguardarse del frío. Todxs lo respetan por ser un trabajador responsable y un padre de familia proveedor de su esposa Eileen y sus cinco hijas. Es callado, observa, pero no critica, y parece estar satisfecho con seguir la costumbre de la comunidad de no meterse en los asuntos de otros. Todo esto cambia en su mente, pero no en su comportamiento, cuando ve a una mujer obligando a su hija adolescente a entrar en el convento de monjas al que él le provee carbón. Por supuesto, nuestra pregunta y la de Bill, sería por qué esta resistencia de la joven a un lugar conocido por ayudar a la comunidad, proveer educación y ser un bastión de la iglesia Católica. Pero, para Bill este incidente es familiar y por eso su pasado como niño es tan doloroso.

Una vez que nos adentramos al convento—ese donde Bill lleva carbón regularmente—lo que vemos, a través de sus ojos, es un lugar sombrío en vez de acogedor, con monjas que no saben sonreír ni ser compasivas, aunque juren que lo que hacen es por el bien de las almas de las jóvenes encerradas en este y otros lugares conocidos como “Magdalene Asylums/Laundries”. Si recuerdan la hermosa y muy triste historia de la protagonista de Philomena (Stephen Frears 2013), interpretada por Judi Dench, ella fue “acogida” en uno de estos centros por estar embarazada y ser una menor. Y aunque en un principio en el siglo 19, estos “asilos” se crearon para rehabilitar a jóvenes sin hogar y viviendo en las calles y luego se extendieron a jóvenes embarazadas o de comportamiento inmoral (definido por la iglesia Católica), verdaderamente sirvieron para castigar y encarcelar a cualquier joven que los padres creyeran que podía avergonzar a la familia. Además, estos lugares se volvieron un negocio lucrativo al servir de lavanderías en pueblos y ciudades de Irlanda. La práctica no cesó hasta 1996 y la iglesia nunca admitió culpa, aunque el gobierno sí pagó compensaciones a las mujeres sobrevivientes.

En Small Things Like These, el pueblo sabe muy bien lo que ocurre en el convento, pero también saben el poder que ejercen las monjas y la iglesia. Conviven con esa injusticia por miedo de perder lo poco que tienen. Esta tensión y convivencia es ilustrada magistralmente en la conversación que sostiene Bill con la madre superiora Mary (la fascinante Emily Watson) que nos deja en suspenso por la fuerza de las palabras y convicciones que prevalecen en este pequeño pueblo.

 

 

 

 

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