Diablo!! Hay rumba en la barra de las máquinas redondas
-Infracciones a la ley de conservación de la energía en un disco de Barreto, año´73-
Palabra: Juan Carlos Quiñones Dibujo: Dafne Elvira
El presente es perfecto. Es todo lo que tienes.
Has descubierto el puente que da sentido al tiempo
que pensabas perdido. La prueba es el poema
que has escrito.
-Manuel Ramos Otero/Invitación al polvo
En la Calle Arzuaga había una barra
donde a veces levitan los fantasmas.
Para aquel tiempo se llamaba Los Amigos.
Esa barra ya no existe como antes.
La energía no se crea ni se destruye.
Se transmuta en humo y ruido y humo.
Hay algo que se sabe en todo el mundo:
estar ausente es el futuro de las cosas.
Los fantasmas no son gente -esto se sabe.
No convidan ni a la pena ni a la gloria.
Son celajes que deforman el espacio.
Fluctuaciones cuánticas tergiversando el estruendo
sideral. Flujos de intensidad
sonora. Vibraciones inhumanas en el cuero
cabelludo. No son cosas de dar rienda a la nostalgia.
Ay, yo te lloraré, canta un coro
con llanto de cocodrilo
Casi siempre en la barra Los Amigos
había una vellonera de compactos
digitales, tocando los números de siempre:
Marco Antonio Solis, La Zodiac,
A bombazo sí, bum, Grupomanía!!!
aquellas canciones tan quemadas
en la retina del oído y la memoria
Zacarías Ferreira, aydiomío!!!
son las que nadie marca.
Las que se tocan solas.
Que me las pegue pero que no me deje
Así mismo pasaba, igual que todas
las mañanas de todos los domingos. Baladas
de otro tiempo que es el mismo
casi siempre. Un niño inmaculado
pregonaba por la radio -¿serían dos?
No lo recuerdo bien. Eso era entonces
cuando casi siempre, antes-
los números triunfales de los premios
ganadores en la lotería
tradicional. Su voz chillona, de fantasma
chiquito se dispersa en longitud de ondas
radiales por el espacio sideral.
-Docemil trescientos veinte y ocho…
Su ropa blanca pregonaba su inocencia.
Sus pocos años igualitos a los míos.
Los de entonces, que ya no son los de ahora.
Su edad y el lino de su guayaberita
cuidaban la integridad de los reintegros.
¿Persiste aquél niño en tu memoria?
-…cuatrocientos dólares…
La radio es una máquina redonda.
Amplifica la voz de los fantasmas.
¿Y qué otra fucking cosa es un fantasma
que un Sonero Electromagnético?
–El que compra un radio Andrea
por el mundo se pasea. El que sabe,
sabe, dice un dicho tautológico.
La energía no se crea
ni se destruye. Y el que recuerda,
recuerda. Esto también se sabe
dicho de otra manera.
Cuando el reloj apunta cierta hora
sobre el espejo de la barra Los amigos
aquella vellonera se callaba.
¿Y qué otra fucking cosa es un reloj
que una máquina redonda
con agujas que hacen surcos en el tiempo?
La vellonera es una máquina impresora
de fantasmas modelados en el aire
denso y dilatado de este mundo
rotando sobre sí mismos
como los discos compactos y los otros.
¿Y qué otra fucking cosa es este mundo
que una máquina maciza y muy redonda
empujando sus curvas ampulosas
hasta rozar el filo del estruendo
con el culo? Los espectros no son gente
-ya se sabe. Son chorros de luz estrepitada
desbordando en un flujo de ectoplasma
su horizonte eventual hacia la nada.
Ay no, qué oscuro está
en la barra Los Amigos
mientras un tecato jubiloso
aúlla y maúlla Cocinando
Suave por el Paseo De Diego,
calle que ya no existe en este mundo,
¡Puñeta! ¡como tantas otras cosas!
Quiero bailar en la claridad
Ahora, entonces es que antes
se ponen los huevos a peseta.
La vellonera se apaga.
-No es lo mismo llamar al diablo
que enviarle un text, dirá un refrán
devenido telegrafía, como todos los refranes
eventualmente. El tecato aúlla.
Se puya, y ya. Se espantan los fantasmas.
Un borracho se espabila o se derrumba.
La barra ya es otra barra.
Ahora es que empieza la rumba
más dura de todo el solar
La aguja de un antiguo tocadiscos
RCA Victor – el logo: un perrito
escuchando la voz de su amo para siempre
por el embudo de un gramófono-
puya el lomo de un disco de vinilo.
-No es un pájaro…no es un avión…
Es Ray Barreto, año setenta y tres
Aunque no tengo guille de Supermán…
volando bajito, rajando los cueros en la barra
Los Amigos Ay ten cuidado y escucha bien
lo que digo, advierte Tito Allen.
–Mera loco, no juegues a la loto…
amenaza algún a otro borracho
haciéndole segunda al Elegante
de la Salsa -que así era que le decían-
tras escrachar el mingo en el billar de Los Amigos.
¿Y que otra fuckin cosa es un billar
que otra máquina redonda…? -ya se sabe.
-…que te puedes pegar…culmina la advertencia.
Un tocadiscos también es un reloj
redondo. Es otra máquina impresora.
Moldea el espacio haciéndolo sonoro.
¿Y que otra fuckin cosa es el sonido
bestial que joda y jamaqueo
rotundo y gordo del aire estrepitoso?
En ese momento piensa que todo es posible
exorta el invencible Tito Allen.
El brazo de Barreto surca el aire.
La palma de Barreto surca el cuero.
La punta del estilo surca el disco.
La puya del tecato hinca la vena.
La sed de aquel borracho empina el codo.
La flecha del reloj surca la hora.
¿En qué punto del surco pica y salta
la punta resuelta de la aguja
sobre el espiral oscuro de la pasta?
¿En qué minuto del número?
¿En qué segundo del long play
elepé del sonido invulnerable
es que rompemos la Victrola?
Diablo!!
El brazo del tocadiscos
raspa el disco de vinilo. Con su aguja
traza y descifra los sonidos
grabados en las huellas indentadas
sobre el abismo de la superficie.
¡Igualito que las palmas de Barreto!
¡Igual que la jeringa del tecato!
¡Igual que la caneca del borracho!
Todos los tocadiscos del mundo
son mancos. Zurdos todos.
¿Qué dicen de los zurdos en la calle?
Que ninguno de ellos llega al cielo.
Que tú no puedes conmigo
Diablo!!
Barreto azotaba los tambores
Yo tengo mis protecciones
a diestra y siniestra exagerando.
Repercutiendo la configuración del mundo
musical. Se mean de miedo los fantasmas
-que no son gente, ya se sabe.
Sincopan los relojes, salía peste
a macho y a piel curtida
desbordando las alcantarillas.
Échamele un poquito de azufre!! Brrr!!
reclama Roberto Romero, alías Tito
Allen en la barra Los Amigos, el borracho
se desnuca, bota sangre por la boca.
Descarga lo suyo a lo ambidiestro, Ray Barreto.
Manco no era ni en las curvas, ese diablo
que tú no puedes conmigo
Buscando una mejor sonoridad
-canta el Elegante de la Salsa-
las claves auditivas del enigma
se cifran en los surcos de las cosas.
Un pistilo de metal hace su viaje
en espiral, hacia el centro del abismo
guayando el surco. Long play.
Un disco de vinilo es un reloj
derramado. Con la ayuda de nueva sangre
Es otra máquina redonda.
-Materializa el aire, escribirá el guarachero
Luis Rafael Sanchez, al que le dicen Wico.
Un aparato chato y giratorio
flotante, desbocado al agujero
prieto del embudo.
Un perro sin amo escucha.
Sangre nueva, exigirá un vampiro
rumbeando por la Calle Robles
hacia la Ponce de León
-a par de cuadras de la barra Los Amigos-
buscando a quien devorar.
Cruza levitando la esquina
donde el trecho
-a lo hecho pecho-
pierde el nombre
propio de la madera.
Fuerte fuerte
Dicen que murió de un flechazo
Hacha y machete
buscando la inmortalidad
a la ribera de un río.
Lo último que escuchó fue un zumbido.
Igual que les pasa a los tecatos
cuando aullan y se puyan
por el bejuco allí donde la de Diego
pierde el nombre Y podrás apreciar el candente
furor con sonar y sabor de verdad.
El tiempo es un delirio del escucha
bailador. Barreto toca el tambor que a mi
eso me inspira, implora el Elegante de la Salsa
Roberto Romero, alias el Tito Allen.
Las palmas que fustigan esos cueros
son máquinas que rajan la materia
arrastrándola al éxtasis
horizonte eventual de la galaxia.
Los tambores son agujeros negros
derritiendo los vinilos de este mundo.
La inspiración es el trance necesario.
La voz es la ultratumba del sonero
poblando el universo de fantasmas.
Ay, tú me llorarás
con llanto de cocodrilo
Los muertos ya no son gente
-eso es algo que se sabe.
Ay no podrán destruirme
advertirá otro borracho
soneando con Tito Allen
desde el baño de la barra
afincando y desafinando
aullando y apuntando con la pinga
-Mea feliz, mea contento
colgando al final del brazo.
-pero por favor, mea adentro.
Se escracha la minga en el billar
empañado de verde en Los Amigos.
Ya se levanta la aguja.
Se ha apagado el tocadiscos RCA
Victoria. En el logo desgastado
por los meados del tiempo
un perro se pone triste.
Se calla la voz del amo
abandonando el embudo para siempre.
Se prende la vellonera.
El tecato se mece en su paseo
sideral por el Paseo
De Diego.Ya regresan los fantasmas.
Con una pala, hizo un panteón canta la Zodiac.
No hay nada más difícil que vivir sin ti
despecha Marco Antonio
Solis, alias El Buki.
-A lo hecho pecho.
Giran los discos compactos.
Todo vuelve a donde debe. Cada palabra
retorna a su lugar. Cerveza. Schaefer.
¿Y qué otra fucking cosa es un poema
-este poema- sino otra máquina esferoide
ensamblando signos que levitan
sobre las pieles cóncavas del mundo
bongocero? Un armatoste de símbolos
rechinantes, perturbando el abismo de la superficie
sonora, igualito que los címbalos
resonantes de Ray Barreto, el poema. Este.
Es la mejor cuando se toma más de una
En una barra de la calle Arzuaga
ausente como tantas otras cosas
la vida es otra máquina redonda.
Una cosa fenomenal, afirmará el locutor
la primera emisora de la radio antillana
Luis Rafael Sanchez, que le dicen el Wico.
Ven pronto a guarachear que la música está buena
invitará el gran Roberto
Romero con Ray Barreto
domando el cuero de los bongoces.
Vive y vacila, conmina el Elegante al bailador
escucha -que los muertos no son gente.
Desprovisto de forma está el futuro.
La energía no se crea ni se destruye.
A son de hacha y machete se transforma.
El hijo de Obatalá
ya se contentó.