En Rojo
“Volveré”, una obra teatral de títeres de Deborah Hunt (Teatro Victoria Espinosa, 9, 10, 11 de mayo de 2025), se presenta casi como una taxonomía de la extensa variedad de inventivas formas y técnicas – un “smorgasbord” – del arte internacional del titiritero. Es el arte que Hunt ha practicado, enseñado y perfeccionado en Puerto Rico a través de más de tres décadas. Hay muchos universales en el mundo de los títeres. No obstante, los personajes, cuentos, máscaras, muñecos a mano, marionetas, piezas de escenario, grabados, “crankies”, sombras chinescas, utilería artesanal, etc., que Hunt utiliza en “Volveré”, además de ser el resultado de una increíble producción artesanal personal, muestran el sello creativo genial e inconfundible de ella.
El público se cautiva por sus gestos y mañas idiosincráticos aun cuando las imágenes creadas son tan variadas y asombrosas que desafían el intento de palabras para describir o evocarlas. “Teatro de lo inútil”, ella lo llamaría, que es absurdista, cómico, violento y cínico como “Punch ’n’ Judy” y absolutamente real y más penetrante que la acción dramática “humana”. Deborah crea un teatro puro de títeres, objetos y payasos de talla estética extraordinaria que es internacional y local simultáneamente.
Esa noción de asombro, de “hacen falta palabras” — de parte mía — para describirlo corre como un subtema del Festival de Teatro Puertorriqueño de 2025. He podido asistir solamente la mitad de los montajes, pero todo me indica – como en “Volveré” de Deborah Hunt — que esto ha sido el mejor Festival de Teatro Puertorriqueño de años recientes, uno no distinguido por una o dos obras excepcionales, pero por casi todas del programa. “Volveré” muestra la rara textura sensorial y detalle artesanal que caracterizan varias de las otras obras del Festival de 2025, y volveré a ellas y a Deborah Hunt más adelante.
Sin embargo, primero, prefiero dedicar espacio al programa general del 62ndo Festival de Teatro Puertorriqueño y el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP). A través de los años, no he estado siempre de acuerdo con las políticas operacionales del ICP y programas como lo de Artes Escénicas (antes División de Teatro). No obstante, este año –de hecho, por varios años – Artes Escénicas y los festivales de Teatro Internacional y de Teatro Puertorriqueño han ido transformándose por enfocar en temas e individuos cuyas contribuciones al arte teatral han cruzado barreras críticas y dejado huellas transgeneracionales tanto dentro como fuera del país. Dedicaciones a figuras como Rosalba Rolón, Idalia Pérez Garay, José Félix Gómez, Luis Rafael Sánchez, Rosa Luisa Márquez (y siento que no puedo incluir todos los nombres) y su integración en el diseño y la programación de obras han resultado en festivales de más pertinencia a los retos culturales – para no hablar de la farsa política a nuestro alrededor — que nos enfrenten diariamente y más envergadura estética.
Sin poder ofrecer evidencia contundente – porque estoy muy distanciado de la administración del ICP – yo diría que el crédito de las mejoras de años recientes y especialmente del 62ndo Festival se debe al director del programa de Artes Escénicas, el talentoso administrador y director teatral, Ismanuel Rodríguez Soto. Además, en años recientes el ICP ha logrado un balance curioso. Dentro de los gobiernos recientes y actual de poca competencia y niveles constante de endogamia y corrupción, el ICP bajo la administración executiva de Carlos Ruiz Cortés ha mostrado un compromiso cultural admirable y una gran competencia organizativa. (Dentro de esta “nueva” administración, su renuncia no sorprende.)
Sin embargo, la estabilidad institucional y los logros relativos en años recientes parecen ser problemáticos y el partido del gobierno de turno intenta desmantelar el ICP. Sus éxitos, su relativa despolitización, su cumplimiento, aún si parcialmente, con las metas y el mandato legal lo hace el enemigo del peor que mediocre desempeño de gobiernos estadistas que siempre intentan destruir las mejores instituciones – como la Universidad de Puerto Rico – del país porque los acontecimientos de ellos desvelan la nefasta falta de cumplimiento del deber del gobierno al pueblo puertorriqueño.
La edición 62nda de Festival Puertorriqueño – que estrenó el 27 de marzo y culmina el 1 de junio – da prueba excepcional del compromiso y competencia del Instituto al crear este banquete variado de obras para hacer el mejor foro de teatro en el país. La dedicación es al doctor José Luis Ramos Escobar –subrayando el papel de Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico como fuente continua de creatividad y formación artística. Incluye las primeras “Residencias Artísticas” (con funciones) de Teresa Hernández (“Prometea Cansada”) y “Volveré” de Dehorah Hunt. Además, reestrena la obra ya “clásica” del teatro puertorriqueño “Historia de Horror casi en Blanco y Negro” de Joaquín Octavio González.
El Festival incorporó las obras para jóvenes con funciones escolares “Agua0” de Ricardo André Lugo Torres y “Centinela de Mangó” del reconocido grupo Y no había luz, la obra nueva “El último sol trunco está a la venta” de Viviana Torres Mestey y termina con la pieza diaspórica “Zoetrope” de Javier Antonio González del Caborca Theatre de Nueva York. La oferta también cuenta con la participación de Teatro del 60, con la presentación del documental “Victoria… para siempre” de Vicente Juarbe e Idalia Pérez Garay sobre la reconocida profesora, teatrera y archivista teatral Victoria Espinosa y el archivo teatral que conlleva el nombre de ella de la facultad de Humanidades del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. A esto se añade, Gloria Rosario y la Compañía Teatral El Corillo de la Felicidad con “Un corillo en el asilo parte, II”. Todas las obras se han presentado en el Teatro Victoria Espinosa y en el Teatro Francisco Arriví del ICP en Santurce y varias han viajado – como “Prometea Cansada” y “Volveré” — a otros puntos de la isla.
Aquí he explorado aspectos del programa completo, pero voy a reflexionar solamente sobre cuatro representaciones de las nueve — las únicas que por razones geográficas he tenido el privilegio de asistir: “El último sol trunco está a la venta” de Viviana Torres Mestey (en esta prmera parte) y “La Historia e Horror en casi Blanco y Negro” de Joaquín Octavio, “Prometea Cansada” de/con Teresa Hernández y “Volveré” de Hunt en una segunda parte.
El realismo poético, el estilo dramático de René Marqués en “Los soles truncos” y Francisco Arriví en “Vejigantes”, es casi sinónimo con el Festival de Teatro Puertorriqueño. Muchas veces es asumido como la base del mítico teatro nacional y de la llamada “nueva dramaturgia” de los 1980 y 90, aunque pocos de sus autores lograron dominarlo al nivel de Marqués y Arriví. La forma realista pretende acción directa y transparente, pero de hecho presenta retos estéticos y temáticos resbaladizos.
“El último sol trunco está a la venta” sigue en la tradición realista de Marqués y Arriví. De hecho, es una manera de re-imaginar en términos actuales “Los soles truncos” como obra icónica del coloniaje y la transformación económica y social de Puerto Rico de una cultura autónoma a un territorio de clientes y sujetxs domesticadxs.
La obra nos presenta el espíritu rebelde todavía presente en la omnipresente pero ya desaparecida abuela. Las tres “hermanas” experimentan un diario vivir en situaciones ya empobrecidas por sueldos miserables de maestras. Además, hay los apagones de LUMA, el alto costo de la vida colonial, lo difícil de mantener un apartamento en el Viejo San Juan, la promesa de la diáspora – reflexiones de “La carreta” — como una solución a medias, el casi hostigamiento del gringo que quiere comprar el apartamento y la nostalgia por el campo y la economía agrícola –“la tierra” o “la montaña” – como un posible futuro.
El enfoque es la identidad en limbo ya que las referidas tradicionales parecen estar en transformación por el aparente no parable cambio demográfico que dejan todas las mejores propiedades del Viejo San Juan en AirBnB o viviendas de tiempo parcial en manos de dueños mayormente estadounidenses. La situación es real (y transcaribeño) y un San Juan sin sanjuaneros, un Vieques sin viequenses, un Puerto Rico sin puertorriqueños parece estar acercándonos más cada día.
Giomar Cruz, Irmaris Rodríguez, Yadilyz Barbosa, Jianna Pagán y Nelson Rivera traen actuaciones valientes a la obra, pero para mí, su solución de una de las hermanas de vender y mudarse a un terreno en las montañas y para las otras regresar a la diáspora no es muy convincente. ¿No hay otras opciones u otra visión más penetrante? No estoy buscando soluciones ni promesas falsas, pero después de su exposición radical y muy actual, entre “Los soles truncos” y “El último sol trunco . . .” – casi 70 años — algo debe surgir.
Siento que no podré asistir “Zoetrope” (29 -31 de mayo, 1 de junio) en el teatro Victoria Espinosa. La obra híbrida de Nueva York escrita y dirigida por José Antonio González egresado del Departamento de Drama (UPR-RP) y el programa graduado de Columbia University de Nueva York, también incorpora otrxs artistas formadxs acá pero ubicadxs allá. En inglés y español y con subtítulos, este último montaje del 62ndo Festival de Teatro Puertorriqueño todavía tiene taquilla disponible y da la impresión que seguirá iluminando la visión de este Festival de “lo que podría ser un teatro puertorriqueño”.
Regresaré con reflexiones sobre “Prometea Cansada”, “Historia de Horror en casi Blanco y Negro” y “Volveré” en mi próximo escrito.