Apuntes para una reflexión de fin de año

 

 

Una reflexión me manda a hacer Alida
Hace tiempo que no estaba en tal aprieto
Mil palabras me dicen que es bastante
Burla burlando, ¡a ver si me salen!  (con perdón de Lope)

 

Me comprometí con una amiga a escribir una reflexión de fin de año. Cuando me senté a redactarla, me sentí atrapada, no encontraba por dónde agarrar la cosa. Me levanté un par de veces del escritorio, di vueltas, se me trancó el teclado, tomé café, ignoré un rato la tarea, leí sobre temas (no relacionados, claro), así se me fue la tarde y… no me salió ni una línea.

En otros momentos de mi vida, hubiese hecho esta asignación rápidamente, con disciplina y alegría. Ese fue mi trabajo por muchos años, preparar y compartir reflexiones sobre temas de interés psico-social. Lo hacía con relativa facilidad, por radio, televisión y prensa escrita. Pensé que esta reflexión fluiría sin demora; para algo me debía servir la experiencia.

Pero no, el tiempo no pasa en vano y hace rato que estoy en ese 31% de la población que tiene 60 o más. Quiero seguir envejeciendo con entusiasmo y con los achaques “bajo control”. Y con suerte, con menos estrés. Por eso, ahora me tardo un poco más en hacer las cosas y trato de hacerlas con mayor serenidad.

Reflexionando sobre las tantas reflexiones que escribí y compartí en el pasado, en este “momentito”, (mientras trato de hilvanar mis ideas), prefiero compartir con ustedes algunos apuntes que puedan animarles a componer su propia reflexión de fin de año.  Con esta conversación imaginaria, conmigo misma y con ustedes, creo que, eventualmente, mi reflexión debería fluir con menos resistencia.

Comparto estos apuntes en forma de lista porque, a mí, las listas me fascinan. Me sirven para organizar muchas cosas en la vida y, con frecuencia, echo mano de ellas cuando voy a escribir o a hablar en público y las ideas andan al garete.

Burla burlando, entro con mi lista de apuntes que me servirá, no para escribir una reflexión, sino para ir organizando esa reflexión de fin de año que me manda a hacer Alida.

 

  1. Me decido. Una reflexión de fin de año pide tiempo, disposición, apertura. Muchos de los asuntos los hemos pensado ya y se van acomodando en “grandes temas”, pero igual pueden causar desasosiego, tristeza. Los recuerdos casi siempre vienen cargados de emociones. Seguro que parte de mi resistencia tiene que ver con eso porque sé que, en una de las listas de este año, debo incluir a los seres queridos, familia y amistades que están enfermas. Y en otra también, mucha gente querida que ya no está… Y tendré que detenerme a pensar en la Vida que pasa.  En otra lista tendría que anotar lo que tuve que dejar de hacer para cumplir con la agenda de terapias, citas y consultas médicas, sin hablar de las listas de medicamentos que tuve que ir actualizando. Y pienso en el pasar del Tiempo.
  2. Clarifico, poco a poco, dónde quiero poner los énfasis en mi reflexión. Esta lista que voy componiendo no debe leerse como una receta. No lo es. En la práctica, ni los pasos ni el contenido corren en estricto orden puesto que temas y comentarios se entrelazan y son intercambiables. Una reflexión de fin de año puede empezar por el principio, por el medio o por el final.  Cada cual la va componiendo a su manera.  Ahora imagino lo que estoy pensado como un espiral de temas y experiencias sobre las que ya he pensado antes, pero sobre las que vuelvo, con una nueva mirada, mientras van buscando su lugar en mi lista.
  3. Pienso en logros y desafíos. Dicen que es una buena práctica identificarlos porque ayudan a marcar el fin o el principio de proyectos o etapas. Un importante logro de este año en mi vida personal ha sido el desarrollo de “rutinas cariñosas” que conectan mi realidad actual con el ideal de vida responsable, saludable, feliz y solidaria que quiero tener en este tiempo.  Apalabrar los logros junto con los desafíos permite evaluar, ver dónde hay que cambiar de ruta, conectar con el futuro.
  4. Paso balance. Hay muchas maneras de hacerlo. Desde lo micro hasta lo macro. O al revés. Siempre se quedarán cosas que podrán rescatarse en otro momento. Anoto dos o tres puntos en mi lista corta: son los temas imprescindibles, los que han marcado todos mis tiempos. Para mí, un gran logro siempre va atado a la participación individual y comunitaria, sobre todo cuando es para para fortalecer la defensa de los derechos humanos, la atención y prevención de la violencia de género, del maltrato hacia la niñez y hacia los adultos mayores, la promoción de la equidad, la denuncia de lo que nos violenta y degrada.  Este año ha sido particularmente difícil. El futuro… ¿Será que tendremos que ver cómo destruyen lo que durante décadas soñamos y construimos?  Este asunto requiere pensarse con calma, pero para defender los principios desde los que hemos vivido y trazar nuevas rutas de lucha, le robo tiempo al Tiempo.  Para mí, sacar este tiempo es un ejercicio de lucha y libertad personal.
  5. Dudo un poco. ¿Incluyo los proyectos que tengo a mitad? ¡Pues claro que sí! Muchos de los proyectos de vida importantes están, más que incompletos, “en proceso”. Tomemos en cuenta que diversas y complejas circunstancias contribuyen a lo que podemos ser y hacer.  La historia de la colonización y la dependencia, el efecto de huracanes, terremotos, pandemias, el cambio climático, el desastre político, la corrupción, las inequidades, las pobrezas, son algunas de las fuerzas mayores que no le favorecen a nadie, ni a los colectivos ni a individuos. Injusticias en todas sus modalidades en el entorno mundial inciden en nuestras realidades. Comprender contextos en los que vivimos e interactuamos permite mirar nuestras vidas con benevolencia, (sin apendejamiento).
  6. Me aquieto. Mientras escribo, medito, aquieto mi mente, hablo conmigo misma, consulto. Siento que voy adelantando. Organizar esta lista en el pensamiento ya es un ejercicio de reflexión. Escribo, elimino, añado, recuerdo algo que sucedió que quiero y no quiero incluir…
  7. Comparto los apuntes con ustedes que me leen y agradezco que compartan los de ustedes. El tiempo me dice que las mejores reflexiones son las que podemos socializar, añejar, lamentar y celebrar en confianza, entre familia y amistades, con gente con quienes compartimos historia y futuro, pasteles y pan, tristezas, canciones, vino, gente con quienes hemos construido espacios de diálogo y resistencias, con quienes nos curamos los dolores más íntimos.

Decía que el año que está por terminar ha sido difícil, por no decir terrible.  Los anteriores, también lo han sido. Las pérdidas, los sufrimientos, el sentido de desamparo e impotencia, la desilusión, son señales de las pesadas cargas de los años que han pasado y de los que vendrán. La mejor respuesta que conozco para resistir y seguir luchando por lo que creemos es la esperanza. La esperanza que se hace realidad en el abrazo, en el acompañamiento, en la escucha activa, en la cercanía física y espiritual, en refrescar alianzas que generen auténticas transformaciones en la vida de familia y en la convivencia comunitaria, social y política.

En tiempos de oscuridades donde están amenazados nuestros proyectos de justicia social, equidad, paz y amores incondicionales, nos podrán apagar la luz, pero no la esperanza.   Así es que, seguimos cerca, junto a la “gente necesaria” del poeta Hamlet Lima Quintana que “llega hasta todos los límites del alma”. Caminemos y reflexionemos, reflexionemos y caminemos, dando gracias por gente buena y necesaria como Alida Millán que “me mandó” a hacer una reflexión de fin de año que, aunque la acabo de terminar, queda abierta…

 

Este articulo fue publicado en la edición impresa de CLARIDAD del mes de diciembre, 2024.

La autora es psicóloga social.

 

 

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