Breve sobre Lumbre

 

En Rojo

0.Lumbre, como en un fuego que se incendia voluntariamente. Fue lo primero que pensé porque me gustan las palabras. Esa particularmente es una que pronuncio como si fuera un sabor en la boca.

Riel, una editorial que distingo por sus publicaciones de riesgo y el cuidado en el diseño, publicó un poemario de Daisy M. Sánchez titulado de esa luz. Lo de riesgo lo digo con admiración. Publicar buena literatura puede resultar en un contratiempo cuando la ausencia de rigor es ley.

  1. Lumbre acoge poco más de treinta poemas. Las isotopías silencio, ruido, estallido, otra vez silencio, silbido y sombra, le dan unidad al texto. Amo los poemarios que tienen unidad de sentido.

Por otro lado, hay una conciencia del material que es el lenguaje poético que también llama (claro, algo de fuego) mi atención:

He perdido la práctica de algún lenguaje

que no me fue dado.

Leo en este libro el trabajo de la forma, breve, del referente al mensaje mismo; la transgresión hermosa de cualquier tipo de esquema discursivo; la virtud de la intensidad; y alguno lo negará pero la disposición de los signos en la página ocupando el espacio para acentuar el espacio también son parte de una lectura asombrada.

  1. El asombro es una disposición que se tiene al conocimiento y al reconocimiento. Antecede al deseo de conocer y lo posibilita. Eso supone la relación que se establece entre lector y poema(s). Cuando digo asombro me refiero a una lumbre que me permite referirme a sombras,. Las mías o las de las heridas como árboles de palabras. Entonces, leer un buen poemario es un momento de contemplación del fuego. Lumbre y silencio en un solo espacio, como un incidente, un accidente, una afección, un efecto. Hacer silencio mientras se lee es casi regresar al estado primigenio donde el asombro cambia el modo de mirar. La poesía es la lumbre silenciosa donde el sentido y la significación asombran.
  2. EXISTE

De todos los fuegos,

El que se reúne en la mano

Y se estampa en el silencio

Y arde en la noche

Sin nadie para apagarlo,

Ese por siempre

Para ser buscado

Fuera de la mano,

Es.

Sin título

Por Edder González Palacios

 Soy en el fondo una cuestión de luz

-Seferis

Lumbre, de Daisy Sánchez es una unidad poética aguda, ágil, de palabra afilada. Es poesía cargada de muchísima experiencia lectora y madurez de lenguaje. Un libro que muestra que palabra y luz no siempre conviven separadas, que hay ocasiones, que son una sola materia, una misma pulsión.

Dicha adherencia (luz, palabra) nos dice la poeta es: “recorrido de un pensamiento”. Una especie de jornada a la luz, a través de un cauce que brota de una total interioridad cuyo origen está radicado en el espíritu. Como decía el amado Juan Ramón, poeta enteramente nuestro “todo se ve con la luz de dentro, todo es dentro”.

 Es de esa interioridad de donde nacen estos versos, médula de fuego, como individuales chispas de amor, terneza, hermandad, dulzura en comunión con el desasosiego, la angustia, la muerte y la desesperanza. Amalgama que pertenece al misterio poético en su estado puro, revelador y a modo de triada (oscuridad, fuego, ceniza) centro para nacer y morir.

Hablemos de la forma. Treinta y cuatro poemas conforman este libro, treinta y tres en su estructura libre, y un soneto solitario titulado “La Forma”, riñe su lugar como una bandera o una luminaria ante el resto que le cerca como un aro de fulgor. Dice la poeta:

Solo poseo unas manos pretendiendo el fuego que les quema y la figuración de un mito que nada va resistiendo.

Ya descubro a mis hermanos abriendo hambrientos sus bocas a la contestación. La forma no ve. Escúchala, blandiendo.

Se nos queda ese último verso. “La forma no ve. Escúchala, blandiendo” como una testificación de ese pugnar de pureza, un constatar de que la poesía en su materia y en su ubicuidad existe aún y es luz. Esta pieza también sienta las bases del fuego, cuya crecida habría sido detenida en el poema Fénix, cuatro piezas más arriba, erradicado (el fuego) para ser revivido.

No sería justo continuar sin antes definir qué es esta grandiosa ave. Veamos cómo la define el maestro Cirlot en su obra magna, el Diccionario de los símbolos.

Fénix

Ave mítica del tamaño del águila, adornada con ciertos rasgos del faisán. La leyenda dice que cuando veía cercano su fin, formaba un nido de maderas y resinas aromáticas, que exponía a los rayos del sol para que ardieran y en cuyas llamas se consumía. De la medula de sus huesos nacía otra ave fénix (S). En la tradición turca se le da el nombre de Kerkés. Los relatos persas le dan el nombre de Simorgh. Igual que en otros aspectos, simboliza la periódica destrucción y recreación (38). Wirtz da un sentido psicológico a este ser fabuloso al decir que todos poseemos en nosotros un fénix que nos permite sobrevivir a cada instante y vencer a cada una de las muertes parciales que llamamos sueño (59) o cambio. En China, el Fénix es el emperador de las aves y simboliza al sol (5). En el Occidente cristiano, sígnica el triunfo de la vida eterna sobre la muerte (20). En la alquimia, corresponde al color rojo, a la regeneración de la vida universal (57) y a la finalización de la obra.

 Dice entonces la poeta:

Del milagro sé bien esta vez y aquella vez

que todo ceniza, sé

que pasará las veces que son todas la herida,

que se asoma un destello y nos avisa,

que sangramos juntos y es bella

esa luz.

 Todo esto es acumulación para un retoñar “Ese fuego que busca lo oscuro”, que describía Trakl, y encender poemas dentro de un libro que ya se te está quemando, para que veamos la flora del poema devenir ceniza, desde la visión, a la materia, y finalmente reposar (impresa) en el papel, que es también una última forma de ceniza.

A través de esta mítica ave, de las sucesiones de su vida y de su muerte, se revela, como en el miniaturismo medieval, el renacimiento del poema. La “palabra” que Cirlot llamaría, mucho antes, la imagen del mundo.

Sin más, digo, que en estos tiempos donde la luz natural ha sido sustituida por artificialismos, este libro es como un ensalmo que ayuda a contemplar la privada lumbre que cargamos. Me despido y me sumerjo entre ustedes para escuchar por fin a Daisy. Y, como dijo Borges, “que la luz de una lámpara se encienda, aunque nadie la vea”… que así se encienda para nosotros este libro, que con mucha honra hoy figura en la Colección de Poesía de Riel.

Honrado estoy por esta gran dicha. Les invito a leerlo. Muchísimas gracias.

Texto leído en la presentación del libro.

 

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