Claro de Poesía: Arriba el ave

En Versión del viaje (2018), el extraordinario primer libro de Claudia Becerra, sobresale un lenguaje de singular plasticidad y hondura filosófica que hace que su obra sea perfectamente reconocible entre la de por sí notable producción poética del Puerto Rico del siglo XXI. En la poesía de Becerra el milenario motivo del viaje en la literatura se representa en el desplazamiento del sujeto por los territorios ilegibles del afecto y la experiencia, así como en el viaje de la metáfora, que en sus textos es un auténtico festín. Con todo, es un viaje que no apunta a la redención. Esta particularidad desmarca la escritura de Becerra de la tendencia a la proyección de la esperanza evidente en el acento de sus contemporáneos. Ciertamente, la añoranza, esa “nostalgia vuelta al revés” según Cioran, se manifiesta en Versión del viaje más allá de cualquier sentido de finalidad o acabamiento. Es una poesía que remarca la certidumbre de que lo fundamental para que la añoranza “pase a ser cobijo” estriba en lograr que el viaje garantice la necesaria aparición del asombro.

1

No alcanzaste la sabia adivinación de los embarques.

Como ellos, no aprendiste la lección de la cumbre

y del leve hundir de la proa entre oleajes.

Tampoco la rápida adaptación de los mástiles,

el sano juicio y la trabajada ojera haciendo guardia

a la noche desprendida. Oyes crujir la madera

como una fractura de huesos en desuso.

Arriba la estrella. El ojo en su submundo.

Presientes que no impedirás el naufragio.

2

Sin orillas.

Habría que ver qué le ocurre al tiempo

cuando el mar discurre sin continente.

Practicante del balance, eres el condenado

al borde del tablón: talones firmes,

los ojos apresados, la voluntad maniatada

y, al fondo, el temor del no-más-mundo.

Sólo entonces puede que el horizonte no sea

aquella aflicción y pase a ser cobijo. Un pronóstico

de tormenta que detrás de todas las impresiones

-de nube densa, de furia gris- de pronto

te alcanza la frente a modo de brisa breve.

Sea la sorpresa tu nuevo confín.

Estés a salvo, como si dijeras

tierra firme.

3

El mar a mansalva. Gritas a lo ancho,

a lo breve, tu pelo al viento.

Arriba el ave que te nombra deriva,

y, sobre todo, tu albedrío lo contradice.

Te recuerda la sentencia:

no gozarás jamás el diseño del ala.

Nada aquí te devuelve aunque te observes

en el agua. Descubres que sola,

la mirada solamente funda.

Así, vas sembrando imágenes como si

cada cosa fuera una especie ligada

a tu pequeño huerto de tallos y ocios.

Mira allá, tu estropeada plenitud de alga,

restos de algún fondo inasible,

desfloración incauta, inservible trozo

con el cual entretener la mirada.

Está a lo lejos. Te prohíbe el tacto.

Te inicia en la sed.

De Versión del viaje (Folium, 2018)

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