Claro de poesía: Caribe tengo la voz

Especial para En Rojo

Es de celebrar la llegada a Puerto Rico de Ritual Papaya, de la poeta dominicana Yaissa Jiménez. Su publicación en Santo Domingo en 2018 ha contribuido a afianzar esa formidable literatura extramuros que ha dado la República Dominicana del tercer milenio de la mano de autores como Homero Pumarol, Rita Indiana, Rey Andújar, Frank Báez, Alejandro González Luna, Natacha Batlle y Sorayda Peguero. Me refiero a una literatura que expande sus márgenes para hablar de una República Dominicana localizada más allá del folclore, en el ámbito abierto y expansivo de ese “tejido cultural” que es el Caribe según Luis Rafael Sánchez. La poesía de Jiménez apela a las mismas coordenadas, pero magnifica el alcance de la tarea con la delicadeza de su canto, de una finura que recuerda al de una gigante de la poesía dominicana: Aída Cartagena Portalatín. En Ritual Papaya el llamado de esa voz es a la construcción de un espacio que no sigue diseño alguno, más bien se dilata en formas impredecibles como las de los manglares antillanos, tan ricos en alquimias de todo tipo que algunos de los pueblos indígenas de la región eligieron esa espesura para enterrar a sus muertos. Con el ceremonial de su errancia fecunda, el sujeto de la poesía de Jiménez genera transmutaciones llamadas a ofrecer la posibilidad de habitar un espacio caribeño ajeno a los códigos y las nomenclaturas.

Dos pesos de nada

Quiero comprarle dos pesos de nada, a nadie.

Tirar al viento dos monedas

y que se estrellen contra el concreto.

Que tiemble el pedazo de tierra

y sus alrededores.

Que el impacto derribe

un par de altares en el proceso.

 

Quiero comprarle dos pesos de nada, a nadie

Y con la voluntad de mis soles

seguir caminando, dejar atrás la gentileza

de quien miente y sufre,

de quien estafa y se hace indiferente,

sólo porque el capital debe mantenerse intacto.

***

Puerto de la muerte

Puerto de la muerte,

así bautizarán a Sansoucí a partir del día cero.

Cuando el tiempo se paralice,

de las lágrimas de Yemayá

nacerá un hechizo aterrador.

Del fondo de la mar

saldrán flotando los cuerpos,

todas las hijas de la luna

volverán a reclamar justicia,

flotarán en las aguas

y encallarán directo en el ferry

y en los pesqueros.

Que la cúpula de turistas sea testigo,

que se espanten, que vomiten,

que se les encoja el alma.

Que este mar de cuerpos muertos

avise que en la isla encantada

la inquisición no ha terminado,

que aquí las brujas aún son asesinadas.

 

***

La alquimia de los sensatos

El elemento verde y medicinal

en medio de la trufa.

Las costritas quemadas

en el asado sobre palos secos y sin pulir,

al fuego silvestre,

sin llama domada,

protegiendo al corazón.

El punto y coma

y su incomodidad necesaria para diferir,

argumentar o remojar.

Las líneas tiesas en el lino,

la impasible, inalterable,

inquebrantable suavidad en la seda.

El color frío en medio del óleo caliente.

El ocre pálido, los ocres duros que elevan

la nitidez de los amaneceres.

Las sombras voluntarias.

La alquimia de los sensatos en todo,

el paso en reversa para sostener,

el manto que no se ve pero que acoge,

que traza, que suspende las espaldas cansadas.

El truco en el soplo al oído,

la recreación de la voz de la conciencia,

pero más melódica, más convincente,

nunca servil, pero siempre esperanzadora.

 

De Ritual Papaya (Santo Domingo: Zemí, 2018)

 

 

 

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