Cómo llegué a Archivo rural, de Vanessa Vilches. Y cómo regresé de allí.

 

 

En Rojo

1.Hace algunos meses -quizás par de años- se publicó el libro más reciente de Vanessa Vilches, Archivo Rural. Mi noción del tiempo es extraña. Conozco a la escritora desde finales del siglo pasado. Es mi colega en la Universidad de Puerto Rico y, además, fue colaboradora importante del En Rojo durante más de una década.

Revisando algunas de sus columnas en el semanario cultural leo esto:

 Últimamente me arrimo a la escritura con la obsesión de la archivista. Invadida por la sensación de habitar un archipiélago con un gigantesco cartel de SE VENDE y aterrada por la continua pérdida del patrimonio natural y cultural, estimo que mucha de la experiencia clasificada comoPuerto Ricodebe preservarse, reescribirse, reproducirse. Y esa aparente cualidad de permanencia que puede tener la palabra escrita, aunada a la voluntad de recuperación de la archivista, consuela.

2.Hago el recuento de los libros que conozco de la autora. Tengo el privilegio de haber leído su primer libro de crítica literaria aún antes de ser publicado: De(s)madres o el rastro materno en las escrituras del Yo. (A propósito de Jacques Derrida, Jamaica Kincaid, Esmeralda Santiago y Carmen Boullosa)(2003). Supe, al leer sus ensayos, que era narradora. Me lo confirmó ella, enviándome algunos cuentos. Cuatro años después se publicaba Crímenes domésticos (2007)

 Ese texto de Vilches, Crímenes domésticos, deconstruye en clave siniestra la maternidad. Digamos, más bien, que el concepto adquiere otras connotaciones con una serie de personajes desde donde se narran múltiples “madres”. De la lactante en el cuento Tortita de manteca a la asesina de Monstruosa sororidad, por dar dos ejemplos.

Luego, Espacios de color cerrado (2012) y Geografías de lo perdido (2018) confirmaban la apreciación de aquel primer libro: dominio de la escritura, oficio de escritora. Lo ominoso, lo extraño familiar, las fisuras en la arquitectura de lo doméstico están otra vez ahí.

3.Entonces, Archivo rural (2022), un formidable conjunto textual que navega entre la crónica y el relato. No me complico. Son cuentos. Son brújulas. Apuntan a una función que garantiza que la voz de la sujeto exista o no se pierda. No se pierda porque deja señales, pequeños relatos que -y aquí faltaría enumerar un montoncito de simbolizaciones- que no voy a escribir ahora porque esto es solo un homenaje a la belleza.

Ahora es el Padre. Las crónicas comienzan poderosamente con el padre  conocido en la muerte, poniendo a funcionar el ‘relato”  del padre simbólico que aumenta su sentido cuando el padre real, biológico, deja de producir su propio relato. Hay, me parece, una revelación: el padre muerto es la función paterna, pero pudo haber sido otro, pudo no haber sido el real. Entonces no sé si estoy haciendo una “sobrelectura” pero ¡que manera de empezar un libro de crónicas!

Pienso que es un libro demasiado hermoso para ser una recopilación de episodios verídicos, comprobables. Lo verídico que acabo de leer -otra vez- es la búsqueda de certificados (de matrimonio, de defunción) que sirven de apoyo al recuerdo. Vuelvo. ¿Son crónicas? ¿Un diario íntimo? Sí, es un tejido de intimidades, de la intimidación que produce la posibilidad de olvidar y que obliga una y otra vez a repetir, pero cada repetición incluye o excluye detalles. Es una crónica porque sujeta la voz a algo muy interior que parecería existir solo en el recuerdo -poca evidencia dura, esa-.

4.No sé, Archivo rural tiene un ritmo muy particular -los sucesos acontecen brevemente en espacios que cobran una importancia enorme -como una geografía sin límites-. Comerío no es una coordenada espacial sino temporal. Pero el tiempo aparece aquí trastocado, el pasado está adelante y el futuro a espaldas de la voz cronista. El pasado ante los ojos se sucede -seduce-, se suscita, se sujeta muy ligeramente y se suelta por la belleza del texto. Las carreteras, la station wagon en la que viaja una familia que incluye siete hermanas, todo es tan real y tan literario. Tan comprobable y ficcional.

Estas breves notas las escribí después de leer rápidamente como quien se toma una bebida porque tiene sed y a la vez, quiere probar un buen trago. Me parece un hermoso libro.

5.Yo soy un lector muy malo. Me detengo en la belleza. Me dejo escribir por la escritura. Ahora mismo no tengo juicio crítico sino juicio esté La belleza arde. Eso es lo que digo. Si tengo tiempo podría decir algo más académico. Pero eso suena a un tiempo lejano en otra galaxia. Ahora digo esto.

A Vanessa: Te abrazo, te felicito, te agradezco este libro.

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