La candidata a la gobernación por el Partido Nuevo Progresista (PNP), Jenniffer González, no quiere enfrentar los verdaderos problemas de Puerto Rico. La realidad es que ella no tiene ni puede ofrecer soluciones a dichos problemas, sin arriesgarse a molestar, ya sea a las esferas de alto poder- de las que depende -o a sus donantes, que le financian la campaña hoy para cobrarle el «favor» mañana.
Por eso, ella prefiere distraer a los medios de prensa y asustar a los votantes con el fantasma inexistente del «comunismo» que, según ella, sería entronizado en Puerto Rico de ganar las elecciones y acceder al gobierno Juan Dalmau y La Alianza, a quienes el PNP ha identificado como su principal adversario en esta campaña eleccionaria. Esto les ha hecho apretar el botón del pánico y – copiando la histeria de las campañas en Estados Unidos- dar un giro ideológico existencial, entre el «bien» y el «mal», a la contienda electoral que culmina el martes, 5 de noviembre de este año.
La candidata sabe que no existe tal amenaza «comunista», pero también sabe que en la militancia de su partido, principalmente entre quienes se formaron durante los años de la Guerra Fría, dicho tema recrudece viejos odios y animosidades, que ella puede aprovechar para consolidar su base de apoyo. También se aprovecha de la prédica de miedo y dependencia que el Partido Popular (PPD) y el PNP le han inculcado a nuestro pueblo por los pasados 60 años.
El PNP de hoy no es el partido cerradamente ideológico de antaño. Se ha ido transformando, desde los gobiernos de Pedro Rosselló hacia acá, en una convergencia por conveniencia entre intereses particulares diversos, cuyo pegamento es el acceso al presupuesto de Puerto Rico, a los puestos de confianza en los altos niveles del gobierno, a la posibilidad de repartir contratos jugosos con dinero público, y cobrar prebendas y favores por el acceso a las distintas instancias de poder. El PNP de hoy ha devenido en una vieja y desgastada maquinaria, totalmente aferrada y dependiente de los haberes del Estado para mantenerse viva y sobrevivir.
Si ganaran Juan Dalmau y La Alianza, al PNP- y también al PPD- se le acabaría la respiración artificial que les ha mantenido a flote durante las pasadas décadas, especialmente desde que comenzó su desgaste interno bajo la carroña de la ineptitud, la corrupción y la crisis fiscal y económica de Puerto Rico. Por eso, la candidata del PNP ha resucitado el discurso anti comunista, y así tratar de desviar la atención del pueblo sobre el desastre de la privatización de la energía eléctrica con LUMA y Genera, los repetidos escándalos de corrupción, y evitar enfocar sobre los gobiernos PNP de estos últimos ocho años, donde ocurrió la renuncia de un gobernador y el arresto de una gobernadora, ambos de dicho partido.
Además, el país vive un descenso sin precedentes en el nivel y calidad de vida de la gente, en la prestación de los servicios esenciales a la ciudadanía, hay crisis en la educación, la salud y la seguridad públicas, además del deterioro evidente de la infraestructura e institucionalidad gubernamental. Todo esto pretende ignorarlo la candidata del PNP, quien durante los últimos 20 años ha sido una de las tres principales líderes de ese partido, además de legisladora, portavoz de la mayoría legislativa, presidenta de la Cámara de Representantes y Comisionada Residente durante los dos cuatrienios más recientes, los mismos que7 han hecho desbordar la paciencia del pueblo.
Avivar el fuego del odio al adversario, llamando falsamente a Juan Dalmau «comunista» y «aliado de asesinos» es una táctica vil, propia de quienes no tienen la capacidad, la trayectoria ni los argumentos para un debate de ideas y propuestas nuevas, que es lo que Puerto Rico requiere en este momento. El electorado puertorriqueño está harto de la ineptitud y corrupción del bipartidismo PNP-PPD. Y rechaza a los candidatos y candidatas de «libreto», que reciclan las mismas propuestas y repiten como cotorras los mismos argumentos trillados.
La candidata del PNP evade someterse al escrutinio de la prensa y del público. Prefiere hablar de Venezuela, Nicaragua y Cuba, todas naciones soberanas bajo asedio del mismo gobierno de Estados Unidos, bajo cuya bandera Puerto Rico se está hundiendo. No le conviene hablar de nuestros problemas porque ella ha sido participe de los mismos y figura principal en todas las fracasadas administraciones recientes del PNP.
Si Jenniffer González aprendió algo en sus ocho años en Washington, debería saber que el enorme ensamblaje de espionaje, desinformación, desestabilización y persecución de Estados Unidos mantiene una vasta operación en Venezuela, Nicaragua y Cuba , y en toda la región del Caribe y América Latina. Ese mismo ensamblaje no permitiría siquiera ni un asomo de interferencia por parte de algún otro gobierno- de esta región o del mundo- sobre los asuntos internos de Puerto Rico y Estados Unidos. Precisamente por eso nos mantienen como colonia, bajo una Junta de Control Fiscal nombrada por el Presidente y el Congreso de Estados Unidos, con una enorme red de instalaciones militares, de telecomunicaciones y de espionaje en nuestro suelo, y con nuestro espacio aéreo, aeropuerto, aduanas, y aguas territoriales bajo el control total del gobierno de Estados Unidos.
Hablar de amenaza «comunista» en las circunstancias actuales de Puerto Rico es una charlatanería de marca mayor, más propia de una candidata insegura y a la defensiva, que de una aspirante a gobernadora con la intención de gobernar con seriedad y buenos propósitos.