Especial para En Rojo
Hace días que me viene constantemente este recuerdo: Duque y yo tomando el roncito de la tarde en su casa en La Habana, hablando bastante aunque no exclusivamente de política. Por alguna razón, siempre que quería subrayar algo sobre la realidad cubana, me llevaba al balcón de su casa en un segundo piso y cuya vista en diagonal alcanzaba el malecón. Me señalaba las calles y las casas como si eso nos diera perspectiva de tiempo y de lugar. Duque tenía mucha apertura para el diálogo y la discusión política. Igualmente, las veces que discutimos sobre ciertos temas, al final terminaba diciéndome lo mismo: “Ya estoy muy viejo para cambiar lo que he sido toda mi vida”. Yo lo entendía bien.
Ya antes escribí sobre mi querido Miguel Ángel Duque de Estrada (“Duque”), bautizado como mi abuelo cubano y fallecido en 2017, a sus 90 años. Pienso en él insistentemente en estos días porque gente como Duque ha invertido tanto (por no decir todo) en la construcción de una Cuba revolucionaria, que ya no está dispuesta a cuestionar sus propias consignas y certezas. Lo entendí siempre. Pero el tiempo también es de otras nuevas generaciones. Yo misma no soporto escuchar a uno que otro muchacho cubano por las redes sociales diciendo que la Revolución no le ha dado nada. La juventud no es solo ese estado de frescura y renovación que sugiere su imaginario. Es también, por naturaleza, ignorancia y, por lo tanto, también ingratitud. Eso es irremediable y creo que universal, así que no hay que perder el tiempo lamentándose por ello. Sea como sea, a la juventud hay que escucharla e incorporarla en las decisiones del País. ¿Qué pasará si la Revolución no es capaz de inspirar e incorporar a una juventud amplia, con ideas y necesidades políticas, ávida de incidir y no sólo aquella que llegue dispuesta a obedecer? Todos los movimientos políticos requieren de juventud y renovación para mantenerse vivos.
Me dirán que no son sólo jóvenes los que han protestado en Cuba y es cierto. Me pareció acertado el análisis de internationalviewpoint.org (la traducción es mía): “El gobierno afirma que fue un enfrentamiento entre contrarrevolucionarios y comunistas; la prensa burguesa dice que representaron a los oprimidos que se levantan contra una dictadura; otros han argumentado que se trata de una clase trabajadora revolucionaria contra una burocracia políticamente degenerada. En realidad, las protestas del 11 de julio reunieron las tres perspectivas anteriores: las organizaciones contrarrevolucionarias —financiadas por Estados Unidos— atacando violentamente al Partido Comunista; grupos de intelectuales, que sienten sus libertades civiles severamente restringidas, enfrentando la censura; y la clase trabajadora exigiendo que el gobierno mejore sus condiciones de vida”.
Tengo un inventario de excepcionalidades que hemos aprendido, y en mi caso vivido, en Cuba. La Revolución Cubana ha sido modelo y esperanza para quienes luchamos por un mundo más equitativo. Hay servicios médicos y educación gratuita de calidad para toda la población, con las limitaciones obvias del bloqueo económico pero con las garantías de que, lo que hay, se dedica al bienestar de la gente como derecho humano y no a enriquecer a compañías multimillonarias. Según datos de UNICEF, “la tasa neta de matrícula en la enseñanza primaria es del 99.1%, y la tasa bruta de escolarización en la educación secundaria del 96.4%, con altos índices de paridad de género en todos los niveles de enseñanza”. Además, el sistema siempre ha provisto de alimentación básica para toda la ciudadanía, con especial énfasis en la niñez. Es cierto que en tiempos de escasez mayor como este (a raíz de la pandemia) es muy poco o insuficiente lo que el Estado puede repartir pero eso está muy vinculado al bloqueo al que Estados Unidos ha sometido a esa isla simplemente por ser socialista. En Cuba no se están escondiendo los suministros del pueblo como ha ocurrido en Puerto Rico. Estos sencillamente escasean. Que, aparte del bloqueo, el gobierno pueda hacer más para evitar la escasez o para lograr una mejor repartición de lo que tiene, eso también debe ser cierto y, para corregirlo, es legítimo protestar.
Durante la pandemia, vimos cómo en Cuba sacrificaron, tal vez extremadamente, la economía a cambio de proteger al país de los contagios. Cerraron el aeropuerto durante largos meses, lo que nunca logramos hacer en Puerto Rico. En Cuba se estableció un sistema de rastreo con gran celeridad, enviaron al personal médico casa por casa durante meses para evaluar y supervisar a los pacientes potenciales. En agosto de 2020, ya Cuba contaba con 500 ventiladores fabricados por ellos mismos, pues la empresa suiza que le proveía ventiladores había sido adquirida por una compañía estadounidense, lo que impediría futuros negocios con la Isla.
Como si esto fuera poco, ya este año Cuba tenía varios candidatos vacunales, que desarrollaron y produjeron como pudieron, con lo que tenían. “No podíamos ponernos creativos con la vacuna. Teníamos que hacerla con lo que había disponible”, contaron los científicos a cargo de la vacuna en un conversatorio reciente con Claridad.
Según he sabido, después de muchos meses de sacrificio y ante la desesperante situación económica, Cuba decidió abrir al turismo en Varadero y eso ocasionó los brotes de COVID-19 en Matanzas, muy difíciles de manejar. Aún así, Cuba sigue siendo de los países que mejor controló la pandemia en América.
Sin embargo, este historial de éxitos no significa que no haya problemas y cosas que cambiar en nuestra isla hermana. Eso lo sabe el pueblo que vive allí, no los que vivimos fuera. En todos los países se utiliza la protesta para lograr cambios, sean estos grandes o pequeños. Así como en Puerto Rico hemos protestado por asuntos que van desde el colonialismo y la corrupción hasta por salvar cuatro palos de meaito en una acera, en Cuba debe haber cantidad de razones para protestar. Y si no hay alimentos, la gente, por más consciente que esté sobre los efectos del bloqueo, no está llamada a protestar en la Oficina de Intereses yanqui, primero porque ni está en funciones y, segundo, porque ese no es su gobierno y es a este al que tienen que reclamarle.
Tal vez, para nosotros desde Puerto Rico, la desigualdad y la corrupción que puedan haber en Cuba no sean tan significativas dado que nuestra ventaja comparativa en ambas es abrumadora. Pero la gente de Cuba tiene perfecto derecho a reclamar acciones inmediatas contra la corrupción, contra los privilegios de ciertas “clases” o contra las desigualdades, o contra la ineficiencia que provocan las colas o un mal servicio de transporte público, lo que sea. Si quieren protestar por sus cuatro palos de esquina, también. La protesta es un poder que se reserva el pueblo y ningún gobierno debe reprimirla, mucho menos un gobierno socialista que aspira a enaltecer la dignidad humana ante todo.
Todos los cubanos revolucionarios que conozco, más los líderes de su gobierno, desde los hermanos Castro hasta el actual Díaz Canel, son los primeros en admitir que hay mucho que cambiar en la realidad cubana, en su gobierno. Entonces: ¿Por qué tanta resistencia a estas protestas? No se puede justificar una vida entera de supresión de la libertad de expresión por una posible invasión de Cuba que siempre será una amenaza. No se puede justificar que el pueblo cubano viva en un estado perenne de excepción.
Nosotros en Puerto Rico no le hacemos favor alguno a la Revolución Cubana ni a nuestras amistades revolucionarias que viven allí, exacerbando la polaridad con los estribillos de siempre. Somos las amistades de la Revolución Cubana quienes podemos, desde afuera, reconocer que muchos de los cambios que exige parte de su población no contradicen los más grandes principios revolucionarios: más participación, respeto a la libertad de expresión, más democratización del socialismo cubano, más equidad.
No les hacemos un favor al mirar para otro lado y no cuestionar las detenciones arbitrarias, los juicios sumarios, el encarcelamiento de personas que reclaman pacíficamente. Mucho sabemos nosotros de cómo cualquiera, especialmente las personas más vulnerables, puede ser víctima del sistema de justicia criminal, más aún si no cuenta con los fundamentos de derechos humanos.
Sí, debe haber infiltrados del exilio miamense en las protestas. Sí, algunos recibirán dinero a cambio de protestar. Aquí toda la vida los ha habido y no por eso dejamos de hacer los reclamos necesarios. No son la mayoría. Como tampoco puede una creerle ciegamente a la policía cubana cuando dice que todos los arrestados ejercieron violencia en las protestas. Lo mismo dicen acá cada vez que hay arrestos en las protestas y sabemos que no es cierto. Además: ¿cuánta de esa supuesta violencia son actos legítimos de expresión dentro de un contexto de protesta? Está claro que hubo violencia de parte de muchos manifestantes. Volcaron dos vehículos de la Policía y atacaron a pedradas un hospital infantil, lo cual es reprochable. Pero no toda la gente arrestada actuó violentamente.
Sí, habrá quienes pretendan atacar el socialismo y la soberanía cubana. A esos se les ha hecho frente siempre. Hay millones de personas en el mundo dispuestas a defender la soberanía de Cuba. Lo que no se puede es simplificar la situación con más polarización: partiendo de la premisa de que ese sea el interés de todos los que protestan en Cuba.
Cuba ha avanzado siempre. A veces lentamente, sí, pero lo ha hecho. Avanzó radicalmente con su postura hacia las comunidades LGBTTIQ, a las que reprimió brutalmente durante demasiado tiempo, y esto no lo digo yo, lo aceptó el propio Fidel Castro abiertamente. Avanzó incluso en la apertura ideológica con su expresión cinematográfica desde los años 90 con la producción de filmes sumamente críticos como Fresa y chocolate. En los últimos años avanzó abriendo espacios de libertades económicas y de movimiento. Recientemente aprobó una nueva Constitución que se supone diera un nuevo aliento a la ya sexagenaria Revolución. ¿Cuándo va a dar el empujón final hacia el respeto del derecho a la protesta, la libertad de expresión, y los estándares fundamentales para juicios justos para todos, con derecho a defensa y a apelación?
Hay jóvenes que han sido ya condenados a 10 y 12 meses de cárcel y no tuvieron derecho siquiera a defenderse. No es aceptable. Y si queremos una Cuba socialista, libre y soberana por mucho tiempo más, tenemos que ser capaces de señalar aquello que sencillamente no es admisible ni para ellos ni para nosotros ni para nadie, en ningún lugar del mundo.