De espaldas al conocimiento

Por Maria de Lourdes Santiago/Especial para En Rojo 

José Molinelli. Su nombre se ha convertido en el recordatorio del precio que pagamos cuando el gobierno opera dándole la espalda al conocimiento. Todo Puerto Rico lo ha escuchado en su incansable peregrinar por los medios de comunicación recordándonos lo que hace décadas había dicho, y advirtiendo sobre lo que se debe hacer. Y no es que antes lo comentara como cosa suya, en algún artículo, o en un salón de la universidad. Lo que el Dr. Molinelli (y otros, como el Dr. José Martínez Cruzado y el Dr. Félix Aponte) ha expuesto consta en documentos y conferencias comisionados por el Estado. Es, en el sentido más amplio “conocimiento público”: un bien que pertenece a todas y que al ser ignorado, con las consecuencias que padecemos, resulta en una malversación tan grave como el que se embolsica fondos públicos.

Al igual que él, y quizás con menos acceso o disposición para participar a través de los medios de comunicación, hay expertas y expertos en los asuntos más diversos, cuyo conocimiento es sistemáticamente despreciado. De nuevo, muchas son funcionarias del Estado. He seguido de cerca el trabajo de las Brigadas Salubristas articuladas por profesores y estudiantes del Recinto de Ciencias Médicas de la UPR. Es un junte extraordinario de ciencia y solidaridad. Después de María, llevaron servicios de salud de todo tipo a comunidades que los precisaban no sólo por haber sido lastimados por el huracán, sino porque en sus condiciones de vida, y con la salud convertida por el sistema en una mercancía inaccesible, cosas como servicios dentales, seguimiento en el hogar a personas mayores con condiciones crónicas o medidas de prevención y de promoción de la salud, sencillamente no iban a llegar si no era a través de las Brigadas. Dos años después continúan el trabajo en esas comunidades, y añaden a su agenda los pueblos del sur afectados por el terremoto. Pero no son convocados por el Estado, que es su patrono, sino por su propia vocación y civismo. Y demás está decir, toda esa sapiencia acumulada a través de la academia y del trabajo en las comunidades, lejos de ser aprovechada y multiplicada se deja a su propia suerte.

El desdén hacia el saber (precisamente en estos tiempos en que tanto se habla de e”conomía del conocimiento), es una de nuestras más grandes tragedias. Nuestras universidades y otras instituciones públicas cuentan con mucha gente que sabe mucho sobre muchos temas. Y es conocimiento que necesitamos desesperadamente. En el tema de la dependencia a sustancias controladas, por ejemplo, Puerto Rico tiene expertos en los campos de la medicina, la psicología, el trabajo social, el alcance comunitario, cuyas investigaciones se publican en revistas de gran prestigio, pero esos hallazgos no encuentran espacio en el diseño de la política pública de ese, que es uno de los temas más angustiosos del país. Igual ocurre en el campo de la educación, donde no hay manera de que el conocimiento especializado y la experiencia de grandes educadores encuentre eco en los altos niveles del Departamento. De hecho, las iniciativas que dominan la política educativa- la estandarización, la negación de la inclusión, el mismo cierre de escuelas- son todas rabiosamente antipedagógicas y claramente dañinas para la niñez. En la agencia que controla el acceso al saber (al menos para los que dependen de la educación pública) reina la total irracionalidad.

Así, parte de la desgracia que hoy arropa al sur de Puerto Rico y que antes azotó a las víctimas del Huracán María es atribuible al terrible vicio de complacer al que tiene y ningunear al que sabe.  Dónde y cómo se construye no lo dicta el conocimiento, sino el apetito de los sembradores de cemento.  Así operan los que conciben la vida del país en plazos cuatrienales, los que creen que los hitos de la historia los marcan cortes de cinta. 

Leí en estos días unas declaraciones del Dr. Martínez Cruzado al Centro de Periodismo Investigativo; lamentaba que igual que con el asunto de los sismos, cientos de estudios realizados en la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez y Río Piedras “podrían resolver problemas en la isla, pero terminan en un anaquel y nunca se les saca provecho”. 

No es por mala suerte que la incompetencia gobierna a sus anchas y carcome el país con su voracidad parasitaria.  Al reverso de la bíblica asociación entre el conocimiento de la verdad y la libertad, está el grillete de la anti cientificidad y la ignorancia.  No dan para más los que hoy y en el pasado han estado en el poder – ni lo necesitan, porque el sistema vive y se nutre de esa incapacidad. No van a escuchar a los que saben y van a seguir acumulando informes en anaqueles y sufrimiento en el país si se les permite a ellos y al poder al que sirven,  continuar donde están.  Eso es un hecho, dolorosamente comprobado.  Está por verse, si igual que ellos, el país va a darle la espalda a eso que tan bien sabe.  En noviembre, en las urnas.  Hasta entonces, en la calle. 

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