Días en una escuela (1)

 

“Es racismo con cariño, señora.”

Esta mañana, en medio de la conversación que empiezo todos los años para esta época en la clase de español para hispanohablantes (también llamada “español para nativos”, en uno de esos giros grotescos que toman los anglicismos no intencionados), hice la pregunta que siempre hago al final de nuestra unidad sobre la historia colonial de nuestros países. “Nuestros países”, dicho sea de paso, se ha convertido a lo largo de los años en una suerte de atajo, o shorthand, que se refiere a mucho más que las regiones de donde venimos los que ahora vivimos en este pueblo de imposibilidades y alguna cosa feliz. Pues la pregunta de rigor al fin de esta unidad, la que como de costumbre me he inventado como una, pero que es muchas a la vez, tenía que ver con las clases sociales. Con que cuántas podían identificar ellos en sus países y cuántas aquí, en éste para ellos aún nuevo entorno del noreste de los Estados Unidos, en este rincón en el que viven con parientes que apenas conocen, al que llegaron luego de travesías que nadie, y mucho menos un niño, debería hacer.

Uno de mis alumnos trabaja en una panadería de 3:00 a 7:00 de la mañana, todos los días excepto domingo. Mi clase es a las 8:00. Siempre llega a tiempo, casi siempre listo, con su tarea hecha y presto para ser, como decimos aquí, un enthusiastic participant. Aquí no hay pena alguna, es sólo un dato. Como él ha habido y hay y seguirá habiendo tantos, y la mayoría desaparecerá en la nube de caras que reconozco al caminar por la avenida improbable: ésas que aún no han vuelto y quizás nunca vuelvan a su sitio querido en medio de la milpa de Guatemala.

Pues la pregunta de rigor, que apuntaba también a esas palabras que hemos definido este año, palabras como prejuicio y ciudadanía e hispano y latinx, dio paso a las respuestas que ya son de esperar.

Bueno, señora, acá las clases sociales no mucho se notan.

Sí se notan pero no es porque te mires más indio que otro.

No mames güey, acá hay mucho discrimen.

Pero allá hay más.

Acá los americanos hablan del racismo todo el tiempo, allá no.

Allá el racismo no es igual, estamos todos mezclados, es algo económico, ahí es donde se ve.

Eso, económico, sí, señora, así: económico

Sí, mamón, pero allá nos decimos cosas, nombres pues, que acá… pues.

Yo trabajo con unos hispanos que son, usted sabe, de color, y se llaman negrito, pero así, de cariño, así como parecido a nosotros allá también.

Y entonces la sentencia, lanzada con una ternura y una sonrisa parapelos.

“Es racismo con cariño, señora. Así es en nuestros países”.

Rúa es autora, entre otras publicaciones, de Neural de la colección narrativa de la editorial La Secta de los Perros (2022).   El texto que reproducimos es parte de una serie de crónicas sobre el oficio de impartir clases de español para hispanohablantes que son mayormente inmigrantes centroamericanos recientes, con experiencias radicalmente diferentes de las de otros estudiantes en un suburbio norteamericano.
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