Si Puerto Rico sigue siendo un pueblo colonizado luego de quinientos treinta años, no ha sido por falta de mujeres y hombres valerosos que han luchado hasta las últimas consecuencias para lograr su independencia y libertad. Tanto durante la colonización española, como en los ciento cuarenta y seis años desde la invasión y ocupación militar de Puerto Rico por Estados Unidos, se cuentan por cientos las y los patriotas que han sacrificado su libertad personal y sus vidas en aras de dicho ideal.
Hoy despedimos con profundo pesar y agradecimiento a una de esos seres extraordinarios, la querida y admirada compañera y ex prisionera política Dylcia Pagán, fallecida a los 77 años en su pueblo adoptivo de Loíza, hogar que escogió por su historia y cultura, y por la calidez de su gente.
La historia de Dylcia es igual a la de millones de puertorriqueños de segunda y tercera generación de la diáspora. Nacida y criada en El Barrio, en Nueva York, de padres puertorriqueños influenciados por la prédica y ejemplo del Nacionalismo, no es de extrañar que Dylcia- muy inteligente y despierta desde pequeña-se interesara muy temprano por la situación y problemas de su comunidad, y de la Isla que llevaba tan cerca de su corazón. Esto la llevó al activismo comunitario y político durante los años convulsos de las décadas 60 y 70 del siglo veinte, cuando la oposición a la guerra de7 Estados Unidos contra los pueblos indochinos de Vietnam, Camboya y Laos, avivó el sentimiento antiimperialista en el mundo y dentro de la propia nación americana, y levantó consciencia sobre las injusticias y desigualdades que las políticas imperiales generaban.
En ese contexto, Dylcia hizo sus estudios universitarios y se incorporó de lleno al activismo político en Nueva York, principalmente al desarrollado en aquellos años por el Movimiento Pro Independencia de Puerto Rico ( MPI) y los Young Lords, organizaciones que imprimieron nuevos bríos a la politización y activismo en las comunidades boricuas en Nueva York y otras ciudades.
Al unísono, en Chicago y otras ciudades de Estados Unidos – y también en Puerto Rico- ocurría la misma dinámica política y comunitaria, lo cual acercó a personas y grupos e hizo posible el desarrollo de Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), organización clandestina que llevó a cabo acciones armadas de gran envergadura en Estados Unidos, con el objetivo de llamar la atención sobre la situación colonial de Puerto Rico y adelantar la lucha independentista en la Isla, desde el mismo seno de la sociedad estadounidense.
Por su pertenencia y militancia, Dylcia Pagán y sus compañeros y compañeras de lucha fueron intensamente perseguidos, acosados, y finalmente arrestados, enjuiciados y sentenciados, entre los años 1979 y 1980, a largas condenas en cárceles de Estados Unidos.
En procesos judiciales viciados, los boricuas no presentaron defensa, por considerarse a sí mismos como prisioneros de guerra. Todos y todas pagaron un alto precio por su acción de resistencia patriótica. A Dylcia le costó la separación de su familia, de su entonces esposo, y de su hijo Gullermo/Ernesto de tan solo trece meses de edad, además del encarcelamiento por veinte años en varias prisiones, donde tuvo que adaptarse y sobrevivir sin nunca permitir la quiebra de su espíritu ni el insulto a su dignidad, y dejar un legado de amor y servicio a las demás confinadas, e incluso a muchas de sus carceleras, que siempre la reconocieron como una prisionera política y supieron admirar su temple y valor. En 1999, recibió junto a un grupo de sus compañeros y compañeras, una clemencia por parte de Bill Clinton, entonces presidente de Estados Unidos. Mediante esta acción, se le extendió al grupo una excarcelación sujeta a condiciones por varios años. Una vez cumplido el requisito, Dylcia se incorporó a la vida laboral y al ejercicio y disfrute de su pasión creativa y artística.
Desde entonces, Dylcia Pagán vivió en Puerto Rico hasta su muerte, y siguió siendo siempre la mujer carismática y ejemplar que fue durante toda su vida. Creativa, laboriosa, productiva y repleta de amor por la vida y por su gente. Jamás claudicó en sus ideales, ni se arrepintió del sacrificio realizado. Vivió en la dignidad de quien tiene su consciencia en paz.
En su última entrevista a CLARIDAD en 2019, a los veinte años de su salida de la cárcel, Dylcia Pagán nos dijo que, entre otros proyectos, escribía un libro sobre su vida, cuyo título sería «Guiada por el amor». Seguramente, los rigores de la pandemia y el deterioro de su salud le impidieron concluir lo que, indudablemente, hubiese sido su testimonio documental más elocuente. Como quiera, el título vale, y si no para el libro que no pudo terminar, vale para ella, para su vida heroica y útil, para su largo historial de entrega a su pueblo sin esperar nada a cambio del sacrificio, amor y esperanza que nos regaló a manos llenas.¡Qué vuele hasta las más altas cumbres el ejemplo patriótico de Dylcia Pagán y de su vida plena guiada por el amor!