Un mundo sin exclusiones

En esta última semana de junio, en Brasil, la Iglesia Católica celebra la 32ª Semana Nacional del Migrante y Refugiado. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) define como refugiado a quien se ve obligado a dejar su país para escapar con vida o para preservar su libertad humana e intenta ser acogido en otro país. Migrante es quien se ve forzado a morar fuera de su lugar de origen por pobreza económica, condiciones ambientales adversas, como sequías y tsunamis, o por seguridad de vida suya y de la familia. Según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), en todo el mundo, en los últimos años, el número de inmigrantes y refugiados se ha multiplicado. La ONU reconoce a 65 millones de personas como refugiadas políticas o ambientales. Además, es imposible llegar a una estadística exacta de los migrantes que intentan vivir en otros países o en otras regiones de su mismo país. No podría ser de otro modo en un mundo en el cual las ocho personas más ricas tienen una riqueza equivalente a la mitad más pobre de la población mundial, es decir, 3, 5 mil millones de personas. El pueblo norteamericano paga con sus impuestos casi mil millones de dólares al año para que el gobierno lance las bombas más potentes no nucleares sobre Afganistán. Las grandes agencias de comunicación, propiedades de las mismas empresas que fabrican y venden las bombas, hacen creer al pueblo que si no existen fondos para la asistencia sanitaria y educación y si el desempleo aumenta es culpa de los migrantes y refugiados, que toman el puesto de los nacionales. Los europeos son llevados a pensar que su bienestar está amenazado por migrantes y no por los intereses imperialistas que cierran industrias en Italia para abrirlas con más ganancia en países asiáticos. Así, los sudafricanos, empobrecidos por un mal negociado fin del apartheid, asumen actitudes violentas y racistas contra los migrantes negros de Zimbabue, Nigeria o Mozambique, tan pobres como ellos, como si fueran culpables de la injusticia que la desigualdad social provoca.

La única autoridad mundial que se ha pronunciado sobre la tragedia de las migraciones forzadas a favor de los migrantes ha sido el papa Francisco que propone que gobiernos, organizaciones de la sociedad civil e Iglesias practiquen  cuatro verbos fundamentales: acoger, proteger, promover e integrar. Quien es cristiano siempre se acuerda de que Jesús, nuestro maestro, ya nació como migrante, sin un techo digno donde posar la cabeza. Toda la historia del pueblo bíblico es la revelación de que todos somos peregrinos en busca permanente de otro mundo posible.

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.

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