Especial para En Rojo
El cine inevitablemente hace referencias a otras películas, demostrando la influencia de ciertos directores que continúan marcando nuevas generaciones de cineastas. Esto se ve en todo arte. Un director o artista celebra sus influencias y sigue construyendo sobre las obras de sus maestros de maneras directas e indirectas. Sin embargo, estas referencias no siempre funcionan, obligando a considerar: ¿por qué se cita visualmente otra obra? Hay diversas maneras de responder a esta pregunta y no pretendo que mis respuestas sean las únicas a considerar. Veo las referencias como un diálogo que un artista mantiene con otras obras. Una película no existe en un vacío, sino que forma parte de una red de puntos de contacto que se extiende hasta más allá de la mirada de los artistas y técnicos que le dieron forma. Una imagen nos transporta a otra construida previamente y que posiblemente desemboque en otras conexiones. Esta ruta escurridiza y algo borrosa la determina aquel viajero o espectador que decida emprender una exploración de vínculos visuales en una obra. Cada imagen es un enunciado que el público reconoce y que permite una economía de lenguaje. La sonrisa demente del Joker de Heath Ledger o Joaquín Phoenix devela la oscuridad en la mirada del Alex DeLarge (Malcolm McDowell) o del Gomer Pyle (Vincent D’Onofrio) de las películas de Stanley Kubrick, así como también muestra destellos de la risa silente de Gwynplaine (Conrad Veidt) en The Man Who Laughs (dir. Paul Leni, EE. UU., 1928). Las referencias forman una comunidad de espectadores “entendidos” que no solo disfrutan de una obra por su belleza, sino que se maravillan por la complejidad de un mosaico donde cada loseta es una experiencia visual singular. En la reciente The Substance (dir. Coralie Fargeat, Reino Unido y Francia, 2024), las referencias llevan al espectador por incómodas transformaciones monstruosas de una mujer condenada a envejecer ante el edadismo y la misoginia de la industria de la televisión.
En The Substance, Elisabeth Sparkle (Demi Moore) es una gurú de la belleza física y anfitriona de un programa de ejercicios en la televisión. Ya en sus cincuenta largos, su cuerpo carece de la flexibilidad y musculatura de sus veinte. Elisabeth observa su imagen en el espejo. Ella sabe que Harvey (Dennis Quaid), el productor de sonrisa viperina y actitud de depredador, pronto la reemplazará por una mujer más joven. Desesperada por el implacable pasar del tiempo, Elisabeth encuentra una solución en una sustancia misteriosa que la dará una segunda vida. El líquido mágico permitirá que Elisabeth se desdoble. Durante siete días, ella será Sue (Margaret Qualley), una mujer en sus veinte cuya juventud le devolverá la atención de los hombres a su alrededor. El interés de esos hombres abre para Sue un mundo de nuevas experiencias sexuales y le devuelve el triunfo profesional a través de su programa de ejercicios. Sin embargo, al final de esos siete días, Sue debe regresar al cuerpo de Elisabeth donde debe permanecer por siete días. Este ciclo semanal de transformaciones comienza a minar la relación entre ambas identidades hasta concluir en una explosión de carnes colgantes y pústulas sangrientas que vomitarán sobre todo el sistema explotador que ha tornado a Elisabeth en un monstruo.
En su excelente y violenta película, Revenge (dir. Coralie Fargeat, Francia y Bélgica, 2018), Fargeat captura el traumático proceso por el que Jen (Matilda Anna Ingrid Lutz), la protagonista, pierde su inocencia a raíz de una agresión sexual y se convierte en un espíritu de venganza que arremete en contra de sus agresores. La película se enfoca en el empoderamiento de Jen y en su ataque a un grupo de hombres que la tornaron en el objeto de sus degradantes fantasías sexuales. Fargeat captura otra metamorfosis en The Substance. Esta evoca los cambios físicos de Seth Brundle (Jeff Goldblum) en The Fly (dir. David Cronenberg, EE. UU. y Canadá, 1986). Elisabeth Sparkle pierde su humanidad en cada etapa de su transformación y, así como en The Fly, el espectador siente el dolor y la desesperación del personaje a través de un proceso que está fuera de su control. El descenso al infierno que define el envejecimiento de Elisabeth también marca el conflicto central de Sunset Boulevard (dir. Billy Wilder, EE. UU., 1950). En esta joya del cine estadounidense, la impresionante Norma Desmond (Gloria Swanson) insiste en regresar al estrellato del que una vez gozó en Hollywood. Ella deposita la esperanza de su retorno en un joven escritor (William Holden), que tiene sus propios planes de convertirse en un libretista en la industria. Aunque al final se supone que observemos horrorizados a la demente y monstruosa Desmond anunciándole a Cecil B. DeMille que está preparada para su close-up; me identifico más con el terror y la desesperación del personaje por su condena al olvido. Norma Desmond es una Medusa que admiro por la dignidad que se niega a perder ante una industria que la engulló sin misericordia. Estas referencias funcionan magistralmente en The Substance ya que retrabajan lugares comunes en clásicos del terror y del género del body horror para inspirarnos a cuestionar la naturaleza de ese sistema grotesco que nos torna en abominaciones asqueantes.
En The Substance, Fargeat denuncia la misoginia que corrompe las transformaciones de mujeres representadas en joyas del cine como Vertigo (dir. Alfred Hitchcock, EE. UU., 1958). Estos cuestionamientos son hechos de maneras sutiles en momentos visuales y sonoros que funcionan en la historia que Fargeat nos cuenta. Me parece que a veces sus referencias tienden a ser algo innecesarias, como en el uso de una alfombra con los patrones singulares de la del Overlook Hotel de The Shining (dir. Stanley Kubrick, Reino Unido y EE. UU., 1980). Entiendo que a través del eco visual, Fargeat apunta a una esencia maldita y paternalista que domina los estudios de televisión en The Substance, así como los espíritus que poseen a Jack Torrance (Jack Nicholson) en The Shining. Sin embargo, esta referencia es tan obvia que la encuentro algo torpe en una obra que brilla precisamente por como la directora redefine imágenes icónicas del cine para arremeter en contra del paternalismo. The Substance se exhibe en Fine Arts de Miramar y el Banco Popular. La recomiendo altamente, aunque deben estar preparados para escenas de horror corporal.