«Científicos de doce países están trabajando en seguir el Iceberg A 68. Se originó cuando el 14 de julio de ese año, en la Antártida, una parte de la plataforma Larsen C se rompió y una inmensa montaña de hielo se desplazó del continente. Se formó así un iceberg hasta entonces inexistente. Las corrientes de la zona y el viento lo arrastran lentamente hacia el Mar de Weddelli. (J. Marco, in La Razón, 21/07/2017, p.5).
Al acompañar el desplazamiento de ese iceberg, el objetivo de los grupos de estudio es descubrir o hasta prever los cambios que provocará en la fauna marítima y en el clima mundial. Los científicos enviaron fotografías del iceberg al presidente Trump que se negó a firmar el Pacto de París y declara que “no hay cambios sustanciales en la naturaleza”. Independientemente de la prepotencia de un hombre que se arbola como emperador del mundo, la imagen de ese iceberg no deja de ser para nosotros todos una imagen de la prepotencia humana. La punta de montaña helada que los lentes capturan es sólo una parte mínima de una enorme masa de hielo escondida debajo de la superficie. También nosotros celebramos las conquistas del desarrollo sin darnos cuenta de que estamos sobre un iceberg de dimensiones desconocidas y destino ignorado. El iceberg social y económico impuesto por una élite de la humanidad también sigue un camino peligroso. Lo peor de ese iceberg social es que esperamos decisiones de los gobiernos, pero cada uno de nosotros sigue su estilo de vida, como siempre fue. Muchas veces, estamos a favor de la ecología, pero en el jardín de los demás.
Conforme al evangelio, Jesús alertó a los discípulos sobre los cambios que iban a suceder con la destrucción de Jerusalén y la transformación del mundo. Para ello, utilizó imágenes del tiempo. “Y sucedió como en los días de Noé, y les advirtió a las personas que el diluvio estaba para llegar, nadie creyó, ni se preocupó por ello. La gente siguió comiendo, bebiendo y dándose en matrimonio No percibieron nada hasta que llegó el diluvio y mató a todos “(Mt 24, 37-39).
La diferencia es que en ese diluvio actual – Leonardo Boff tiene razón: no habrá arcas de Noé para salvar a un resto de la humanidad. Es importante no ceder a catastrofismos sin salidas, pero darnos cuenta de que el tiempo urge. Es necesario organizarnos en comunidades de resistencia y crear una contracultura contra el consumismo vigente. En la encíclica Laudatum SII sobre el cuidado con la casa común, el papa Francisco propone una alianza de toda la humanidad, específicamente de las religiones y de la sociedad civil para salvar el planeta.
El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.