Ante el torbellino que ha dejado un gobierno que aparece y desaparece como por arte de magia, conviene pausar y reflexionar sobre lo que ha ocurrido. Repasemos lo reciente: El 28 de junio de 2024, tras tres semanas de huelga, la empresa Suiza Dairy anunció el cierre parcial y temporero de sus plantas de producción y el despido de 483 trabajadoras y trabajadores. Se citaron diversas razones. Se le llamó a la huelga “la gota que colmó la copa”. Como de costumbre, se demonizó a las personas más vulneradas en el proceso.
En el día número 35 de huelga, el secretario de Salud de Puerto Rico, Carlos Mellado apareció en los medios junto a oficiales de la EPA, advirtió sobre una crisis de salubridad inminente debido a la contaminación. La leche dura aproximadamente dos semanas antes de que comience a cortarse. No obstante, tuvieron que pasar cuatro semanas para que el gobierno tomara cartas directas en el asunto. En medio del pánico, el tribunal legitimó la acción represiva contra las y los huelguistas. La empresa hizo colapsar las negociaciones, que incluían la limpieza que hubiera evitado cualquier amenaza a la comunidad. En el día número 36 de huelga, la fuerza de choque de la Policía de Puerto Rico arrestó a 16 trabajadoras y trabajadores por luchar por sus derechos. Ahora conocemos que el Estado intervino por petición de Pablo Vallejo, gerente general de la empresa.
Cualquier trabajadora de a pie, cualquier ciudadano que haya perdido un día en una agencia gubernamental, no podría esconder la sorpresa. Cuando se trata de un conflicto obrero patronal, las agencias gubernamentales hacen acto de aparición, los burócratas aceleran el paso, despiertan al gigante dormido de los tribunales, se activan los medios de comunicación corporativos, se despliegan las fuerzas policíacas, se resuelve la cosa con rapidez y autoridad. De repente, el gobierno de Puerto Rico parece operar ágilmente. ¿De dónde sale esta energía? ¿Dónde estaba esta gente ayer?
Y es que es crucial preguntarse: ¿Cuándo antes hemos visto la consternación y el sentido de urgencia que Carlos Mellado y sus secuaces quieren gesticular ahora ante las cámaras?
Cuando nuestros acuíferos del sureste y las comunidades aledañas a la carbonera AES en Guayama sufren los estragos del desastre ambiental que representa el depósito de cenizas de cabrón, ¿dónde encontramos a Carlos Mellado y las agencias locales y federales de la salud? ¿Dónde estaban el PNP, el PPD, y sus legiones de cargamaletas en las agencias de gobierno cuando la misma compañía creó otro desastre ambiental al decidir desechar ilegalmente las cenizas en un vertedero en Peñuelas?
Pero no nos vayamos muy lejos, concentrémonos en lo inmediato: ¿Qué preocupación han expresado Carlos Mellado, empresarios, jefes de agencia, burócratas y figurines mediáticos del bipartidismo en torno a la crisis en la que la Suiza Dairy ha sumido a casi 500 trabajadoras y trabajadores? ¿Se han parado frente a las cámaras a poner de manifiesto la inseguridad a la que lanzan a miles de familiares, dependientes del seguro médico que pierden?
Hay que preguntarse dónde han estado metidos ante el fracaso mortal de LUMA. Tan sólo se puede especular sobre qué han estado haciendo para emplazar la apatía genocida de la Marina de los Estados Unidos y el desastre que dejaron en Vieques.
¿Dónde estaba esta gente?
Creo que ya tenemos una idea: ordeñando la teta gorda; cuajando mala leche.
Cuando más se les necesita, aparecen, con la condición de que puedan apuntarse una victoria contra la clase trabajadora organizada de nuestro país. Ahora tienen en mano un problema mayor: vamos despertando, los vemos por lo que son. El país conecta los puntos. Los ve dar la cara en momentos puntuales, por cierta gente. Como mismo aparecen se desvanecen, y quedamos nosotras y nosotros, y una peste que no se quita.