En Reserva: Puerto Rico©, un juego de estrategias

Medardo Gabriel Rosario

Especial para En Rojo

 

En 2002, la casa editorial alemana Alea publica el juego de mesa Puerto Rico©. Frente a su tablero, los jugadores asumen el rol de colonizadores que intentan enriquecerse a expensas de la Isla de San Juan Bautista. Si bien el juego resulta desconocido para el puertorriqueño común, Puerto Rico© goza de gran popularidad dentro de la comunidad de aficionados a los juegos de mesa y estrategia. Así lo confirma el sitio web BoardGameGeek, foro dedicado a la reseña y la documentación de este tipo de afición, que lo posiciona en los primeros puestos de su lista de “mejores juegos jamás publicados”. El dato produce no menos que estupor.

Veamos cómo se juega a Puerto Rico©. De tres a cinco participantes asumen el rol de colonizadores en la segunda mitad del siglo XVI. El objetivo es simple. Los jugadores intentarán construir un asentamiento con la plantación más productiva sobre el territorio expropiado. El capital producido se convertirá, a su vez, en victory points. Quien los acumule con mayor destreza, ganará la contienda.

 En cada turno, los jugadores asumen uno de los siguientes roles: gobernador, alcalde, capitán, comerciante, prospector, colono, constructor y artesano. Cada rol les ofrece ventajas y desventajas en el establecimiento de plantaciones de café, tabaco, azúcar, el arbusto índigo y maíz. Los roles también posibilitan la construcción de edificios para el funcionamiento de la colonia. Cabañas de construcción, fábricas, hospitales, haciendas y residencias son algunas de las edificaciones que sirven de infraestructura para el proyecto colonial.

Pero hay más. Las plantaciones rinden ganancias solo si los jugadores acumulan la mano de obra necesaria para cosecharlas. Por eso, Puerto Rico© también incluye un barco esclavista, el Colonist Ship, que transporta personas esclavizadas, o colonists, para trabajar. A estas se las representa con fichas marrones, color que, sin amagues, alude al tráfico humano desde África, y que las diferencian de otro tipo de mercancía. Previsiblemente, son ellos los que producen la materia prima que se exportará hasta Europa.

De Puerto Rico© también destacan sus silencios, que apuntan a un discurso fragmentado y siniestro. No hay indígenas ni poblaciones que posibiliten la emergencia de una sociedad civil paralela al sistema colonial. El tablero de juego solo presenta el noreste de la isla, que sienta la ruta marítima hacia los puertos españoles. La capital de la isla, con su puerto, queda designada como una ciudad amurallada donde la actividad marítima resume su valor. El resto del espacio isleño es representado por un fondo verde que designa una vegetación espesa. En otras palabras, se juega sobre “tabula rasa”.

Irónicamente, Andreas Seyfarth, diseñador del juego, revela que en sus ciernes Puerto Rico© era un juego de mafiosos con Nueva York como escenario. De cómo Seyfarth terminó utilizando la colonización de la isla como historia de trasfondo para su creación, poco se sabe. Aun así, la transformación no deja de ser sugerente. Hoy la isla, la verdadera, resiste a la Junta de Control Fiscal, que extrae y reparte los recursos del país entre “amigos” e inversionistas rapiña de Wall Street. También, enfrenta a la Ley 60 o “Código de Incentivos de Puerto Rico”, que beneficia a la inversión extranjera y le da la espalda a la puertorriqueña. Tampoco olvidemos el quita-y-pon del bipartidismo, que sirve de boquilla y músculo al aparato colonial. En fin, que siempre hemos sido un tablero de juego tanto para España como para los Estados Unidos. En ambos contextos, nuestro patrimonio cultural ha quedado silenciado a expensas del capital. En este sentido, Puerto Rico© no revela nada nuevo. Lo que sí destaca de esta representación es que ni siquiera se nos concede la posibilidad de una metáfora, tal vez una ínsula imaginada en donde el proceso de extracción sea velado por la ficción de monstruos y héroes.

En el diseño del juego, la violencia colonial queda expuesta y normalizada, lista para servir de entretenimiento “sano”. Para Seyfarth, no hay necesidad de dorar la píldora; su creación trasciende cualquier demagogia que presente a la isla como algo más que una colonia.

¿Y qué hacer frente a este tablero? Queda, entonces, apostar por otra metáfora. No para velar la realidad colonial, sino para trasladar la colonia del sentido literal al figurado, en virtud de una comparación que posibilite una realidad distinta, donde tengamos control sobre nuestro tablero de estrategia. Mientras tanto, el resto del mundo podrá seguir jugando a la extracción colonial con San Juan© (2004), una versión de Puerto Rico© en cartas que, según Seyfarth, es más apropiada para el disfrute de toda la familia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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