Entre lágrimas cansadas y giros sorpresivos: Los cortos animados nominados para los Oscares del 2018

Los cortos animados nominados para los Oscares de este año nos traen unas perspectivas que muchas veces sorprenden por sus comentarios sociales y sus giros inesperados. Desgraciadamente, entre los nominados también se han incluido otros que repiten fórmulas algo cansadas, pero que siguen marcando el triunfo de producciones de Pixar y Walt Disney. A diferencia de un corto, un largometraje permite la exploración profunda de una historia, unos personajes y/o unos temas porque el director y todo su equipo técnico y artístico cuenta con más tiempo para elaborar su mundo creado. Por otro lado, un corto enfrenta al espectador con una realidad intensa que brilla precisamente por su corta duración. Por intensidad, no me refiero necesariamente a una historia que mantenga un ritmo enérgico que nos transporte de manera accidentada de principio a fin. Cuando un corto triunfa en todo sentido, maravilla al espectador con algo tan natural como el nado de una rana en un charco de agua o la explicación de cómo se acomoda la ropa dentro de una maleta.

Entre las nominaciones, dos de los cortos fueron producidos en los Estados Unidos. El primero, Dear Basketball (dir. Glen Keane, 2017) fue escrito y narrado por Kobe Bryant, una de las estrellas del baloncesto que jugó para los Lakers de Los Angeles. El corto es una carta de amor y de despedida al deporte que tanto apasionó a Bryant desde su infancia y del cual se retiró en el 2016. La película hace referencia al medio animado clásico ya que resalta sus bellos trazos a lápiz. El movimiento de estos trazos fluye entre reconstruir a un niño que juega con una bola de medias hasta el profesional que encesta entre la algarabía de la multitud. La narración de Bryant sorprende en su emotividad. Sin embargo, la música de John Williams, un compositor que ha creado bandas sonoras tan memorables como la de Superman (dir. Richard Donner, EEUU, 1978) y Raiders of the Lost Ark (dir. Steven Spielberg, EEUU, 1981), entre otras, le resta a la voz de Bryant al forzar al espectador a las lágrimas. Aunque la música nos toca las emociones, en Dear Basketball, la composición de Williams las fuerza afectando así la potencia de la narración. LOU (dir. Dave Mullins, 2017), la segunda muestra de los Estados Unidos, es un corto entretenido, pero que no puede negar sus vínculos a Pixar. El corto nos presenta una criatura que se forma de todos los objetos que los niños han perdido y que le dará una lección al “bully” de la escuela. El tipo de animación computarizada, el uso de colores primarios, la moraleja y el final que marca una pérdida son ya elementos narrativos cansados que vemos en toda producción de Pixar. A pesar de que las muestras provenientes de Estados Unidos no son las mejores, es muy probable que una de ellas se lleve el reconocimiento ya que la combinación de animación y lágrimas ha demostrado ser muy popular desde Bambi (dirs. James Algar, Samuel Armstrong, et al., EEUU, 1942).

Francia nos trae dos cortos que no sólo sorprenden por su belleza, sino también por cómo desarrollan sus historias de maneras impredecibles. El primero, Negative Space (dirs. Ru Kuwahata, Max Porter, 2017), basado en el poema de Ron Koertge, trata sobre la manera que un hijo se relaciona con su padre a través del arte de empacar una maleta para un viaje. La animación presenta la distribución de camisas, pantalones, medias, una correa y hasta un par de zapatos en una maleta como una manera de organizar el caos que, en una escena, toma la forma de un oleaje de vestimenta que amenaza con ahogar al niño. Negative Space es la reflexión poética de un hijo que combate la ausencia de su padre reinventando lo rutinario en una imaginativa muestra de amor. La conclusión del corto es algo cómica por su ambigüedad, rechazando la esperada emoción que usualmente asociamos con este tipo de historia. La segunda muestra francesa, Garden Party (dirs. Florian Babikian, Vincent Bayoux, et al., 2017), captura el mundo natural que resurge en una mansión vacía donde ocurrió un evento trágico. La animación realista nos enseña las ranas y los sapos que se adueñan del espacio una vez ocupado por alguien adinerado. La película, que es mi favorita en el grupo, toma un giro político que condena la figura de Donald Trump y su indiferencia ante la protección del medioambiente. A pesar de que este es el mensaje más claro, el corto también se puede tomar como una metáfora del estado opresivo y aquéllos que vivimos en los márgenes con la constante esperanza de la revolución.

Finalmente, Revolting Rhymes: Part 1 (dirs. Jan Lachauer, Jakob Schuh, et al., Reino Unido, 2016), un corto basado en las rimas de Roald Dahl, combina varios cuentos populares para niños, incluyendo Caperucita Roja, Blanca Nieves y los tres cerditos. Diferente a Shrek (dirs. Andrew Adamson, Vicky Jenson, EEUU, 2001) y sus secuelas, que buscan la risa fácil con sus referencias superficiales a la cultura popular, Revolting Rhymes toca temas como la identidad sexual, la opresión de clases y el empoderamiento de la mujer. Estos temas son examinados con un humor inteligente que le llega a niños tanto como a adultos. La Caperucita Roja y la Blanca Nieves del corto tienen la fuerza y la valentía de una Pippi Langstrumpf y de la Princesa Mononoke, tornándose en modelos perfectos para todo niño. La segunda parte del corto, que salió también en el 2016 y que no he conseguido, no fue nominado pero promete tener una conclusión tan sólida como su principio. Aunque me maravilla más la manera en que se hace el comentario político mordaz en Garden Party y la belleza de su animación realista, Revolting Rhymes: Part 1 es una historia que reinventa el cuento popular con dos héroes que afirman su voz ante los depredadores que reconocemos en nuestra propia realidad.

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