Fiestas juninas y profecía

En diversas regiones de Brasil y de otros países de América Latina se celebran fiestas ancestrales durante la segunda mitad de junio. Aunque el cristianismo asocia estas festividades al nacimiento de San Juan Bautista, estas fiestas populares sobrepasan los límites de la celebración religiosa y se convierten en festejos de la naturaleza a través de fogatas, fuegos artificiales y danzas características de la época. En la cordillera de los Andes, en el solsticio del invierno, o sea, alrededor del 21 de junio, la fiesta del Inti Rami, el renacimiento del Sol, manifiesta la vitalidad de las culturas indígenas y la unión de diversos pueblos antiguos en defensa de la naturaleza amenazada. En los países que están en el hemisferio norte, el solsticio de verano tiene otros signos de fiesta y de renovación de vida. El cierre del año escolar crea un clima de libertad, aunque hay que aclarar que no todo Brasil goza de vacaciones durante esta temporada. Aun así, en el campo y en las ciudades, sus habitantes interpretan piezas de carácter satírico que ridiculizan a figuras como el cura y el juez, a los amigos de los ricos y a los apegados al dinero. Esas costumbres unen al pueblo en expresiones de igualdad y libertad, que, de modo espontáneo, pueden ser signos anticipadores de la fiesta de la libertad social y política que todas las personas de buena voluntad desean.

Juan nació de una mujer que era vieja y estéril; por la gracia de Dios quedó embarazada y dio a luz. Zacarías, el padre, había quedado mudo y en el día del nacimiento del hijo la lengua se soltó y él pudo cantar las maravillas que Dios había realizado en su vida. En el mundo actual, la alegría expresada en las fiestas juninas parece cumplir la palabra que, según el evangelio, Zacarías, padre de Juan el Bautista, recibió del ángel acerca del nacimiento de su hijo: “Por su nacimiento, muchos se alegrarán”.

En todas las épocas, la alegría mesiánica es aquella que durante situaciones difíciles nos hace creer que Dios puede abrir los úteros estériles de nuestros pueblos y liberarnos de la mudez del conformismo y de la parálisis del miedo. Al ser bautizado por Juan, Jesús se reveló discípulo de Juan y comenzó su misión profética. Así también, podemos esperar que las personas que participan en los festejos que recuerdan a San Juan, hombres y mujeres de varias Iglesias cristianas, asuman la misión de profetas y profetizas de Dios que se nos pide para construir una sociedad hermanada en una humanidad renovada y renovadora.

El autor es monje benedictino y ha escrito más de cuarenta libros.

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