Gracias don Heriberto, por no claudicar.

 

Saludos compañeras y compañeros.

Antes de decir cualquier cosa, siento la obligación de tomarme el atrevimiento de mandar un saludo al valeroso pueblo dominicano, que un día como hoy, en 1965, se levantó en armas para defender la voluntad de sus clases populares, y como consecuencia, la soberanía de la nación. A nuestras hermanas y hermanos dominicanos, un abrazo.

Habiendo dicho eso:

Para mí es una honra que se me haya invitado a estar aquí, entre tanta gente linda en este Festival de apoyo a CLARIDAD, reconociendo a Don Heriberto Marín Torres.

Me han invitado en calidad de joven. Como diría nuestro querido Andy, las hojas blancas que se asoman en mi cabellera, además de las protestas de mis gastadas rodillas, me hacen cuestionar el haber aceptado. Pero, aun así, Humildemente aquí estamos.

Cuando CLARIDAD me hizo el acercamiento para participar en este homenaje, quedamos en que iba a tomarme unos días para pensarlo, pero la realidad es que antes de colgar el teléfono sabía que lo aceptaría.

«Pero ¿qué voy a decir?» Le preguntaba a Madeline Ramírez, mi reclutadora.

Mi disciplina es la historia, pero no pretendía traer una disertación historiográfica sobre el nacionalismo en Puerto Rico, mucho menos una hagiografía cursi.

Madeline me decía:

-«Piensa en lo siguiente: ¿Qué te viene a la mente cuando piensas en Heriberto?»

Ah, eso es fácil……Yo conozco a don Heriberto…

De hecho, Hace unos meses tuve la desfachatez de autoinvitarme a casa de don Heriberto. Demás está decir que me recibió con brazos abiertos y hasta una cervecita nos brindó. Llegué con la expectativa de escuchar la historia de primera mano de su participación directa en nuestras luchas de liberación nacional.

Esperaba escuchar cómo, un 30 de octubre de 1950, un grupo de hombres y mujeres valientes decidieron dar continuidad a las épicas inconclusas que nos legaron Betances, Valero, Lola Rodríguez de Tió y muchas más…Los disparos, las sirenas, las ametralladoras, el fuego que consumía a Jayuya y aquel coctel molotov que nadie tiró…, doña Blanca Canales plantando bandera de manera desafiante, declarando la república y repudiando el disfraz de legalidad que se le pretendía dar a la ocupación de Puerto Rico mediante la ley 600…

En resumen: las aventuras, sufrimientos y vicisitudes de un patriota con rostro de roble augusto.

PERO
Hablaba una voz suave:
«Yo recuerdo la primera vez que me monté en un carro, fue el mismo día que fui a San Juan por primera vez…»

Me contaba don Heriberto sobre cómo su maestra de escuelita de Jayuya fue tan buena y misericordiosa con aquel grupo de estudiantes que, dado a los mareos causados por las curvas mientras bajaban de nuestra cordillera central, se vomitaron TODOS la ropa. Ella los alineó como chanchitos, les pegó un manguerazo como pudo, y siguieron su odisea a la capital, donde también por primera vez, un niño del campo de Jayuya presenciaría la inmensidad del mar.

Pasaban las horas y mientras don Heriberto nos contaba su vida me di
cuenta que el inmenso mar que vio cuando niño cada vez se hacía más pequeño ante algo que yo no lograba identificar hasta que dijo por primera vez un nombre: Candita.

¡Ajá! Ahí fue que supe…aquella fuerza imparable, aquel primer motor inmóvil que por casi un siglo ha movido a don Heriberto Marín Torres, aquello que dio la valentía a un joven que no llegaba a los 20 años a tomar las armas por una causa noble, justa y necesaria. Aquello que lo llevó junto a Blanca, Elio, Carlos y tantos otros a hacer una denuncia armada y radical. Eso mismo que le permitió soportar la privación de su libertad, lo que ayudó a resistir el ver cómo la vida se le iba de los ojos a Don Pedro, abrazarlo y llorar para no volverlo a ver…y aun así no claudicar.
El amor.
Amor por su pueblo Jayuya, amor por la libertad, el amor por Candita, por sus hijos. Eso ha sostenido a Don Heriberto todos estos años.

Elio Torresola y Heriberto Marín. Foto Alina Luciano

El mismo amor que todos los que amamos este país somos capaces de sentir. La razón por la que nos frustramos, por la que en ocasiones nos desanimamos, por la que a veces queremos echarlo todo por la borda y que se fastidie todo. Y pataleamos, pero, aun así, perseveramos.

Porque nos importan las cosas. Porque nos preocupan. Porque nos duelen….Me he extendido demasiado, por lo que me despido con dos citas de fuentes muy distintas, pero yo sé que ustedes reconocerán:

Dice la primera:

«El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad.»
Y la segunda cita, un POQUITO más antigua dice lo siguiente:
«Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.»

Gracias don Heriberto. Por no claudicar.
Por ser un ejemplo de perseverancia en la búsqueda de nuestra libertad, de justicia, de amor.

¡Que viva don Heriberto Marín Torres!

¡Y que viva Puerto Rico Libre!

El autor es historiador y  forma parte del Colectivo de trabajo de las tarimas del Festival

Texto leído como parte de la dedicatoria a don Heriberto MArín en el 49 Festival de Apoyo a CLARIDAD.

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