Historia de Batichica

 

 

Antes de separarnos, mi compañera de estudios y yo fuimos a ver una película en el cine de Plaza Carolina, que era un Centro Comercial que le quedaba cerca a la casa de María Noemí en una calle lateral de la Avenida Iturregui. La pelicula era The Fly, y según recuerdo trataba de una vieja idea griega traducida al orbe europeo, la telequinesis o viaje mental, que es el deseo de mudarse. Sin embargo, como la adaptaron de una idea satírica francesa que explica el fenómeno de manera bien práctica y concreta, no le quise decir nada a mi compañera. Uno viaja a otra parte mentalmente si alguien se atraviesa en tu camino, si entre el ser amado y tú, por las razones que sea, se entromete otra persona.

Existía alguna seguridad de que María Noemí y yo éramos primos hermanos. Por esa razón no podíamos evitar que un pretendiente la frecuentara toda la vida. Ya adultos, yo andaba por un lado, y ella por otro. Mi compañera de estudios ya usaba su nombre -María Noemí- para andar conmigo de arriba para abajo, lo que tocaba imprudentemente un delicado asunto local: el puertorriqueño de verdad es joven y se puede casar con sus primos, algo que yo no podía hacer. Al entrometido molestoso los franceses tienen la costumbre de compararlo a un insecto, y de ahí viene el nombre de la película que fuimos a ver antes de que ella se transportara a la Ciudad de México para seguir estudiando bibliotecología.

Aunque mi supuesta prima hermana y yo prometimos formalizar nuestra relación a través de mi compañera, que iba a ser la intermediaria entre mi futura esposa y yo, no fue posible evitar que su eterno pretendiente desde la infancia hiciera valer sus prerrogativas. Así, aunque estábamos legalmente casados, y no estaba claro si nuestra relación de supuestos primos era inconveniente, acabé por dejar a María con ese señor que siempre estuvo a su lado en la infancia. No obstante, la dolorosa realización de que nuestra relación nunca fue algo más que un pacto insustancial, afectó adversamente a mi compañera y sufrió eso que los griegos llaman telequinesis, que es el deseo y no el hecho de estar en otra parte.

A poco de casados por poder, en una ceremonia nupcial que representamos mi compañera y yo, fuimos a ver la película The Fly no muy lejos de la casa de María Noemí, a la que ya no podíamos ir a visitar aunque estuviera legalmente casado con ella. Nos separamos con mucha cordialidad y supe que le notificaron que llenara los papeles del divorcio también. Con la verdadera María yo no iba a sostener más que una cordial relación de amistad, y la relación de ella con el molestoso pretendiente se hizo tan estrecha que ellos sí tuvieron un hijo que dio a luz otra intermediaria que ya no era mi compañera.

El hecho doloroso dio pie al episodio que me importa destacar, que es la telequinesis de la bibliotecóloga que estudió conmigo. Su deseo de estar lejos de mí y de todas las personas que la conocimos fue tan marcado, que puso un blog en la red electrónica donde me aseveraba que era bibliotecaria de la Universidad Nacional Autónoma de México, y que se sentía tan mal que le puso Batichica al website. Esto porque recordaba que una de las cosas que desalentaban a María Noemí para casarse de verdad conmigo era el rumor de que yo me desempeñaba como guardia voluntario, igual que Batman. En realidad sucedió lo contrario, la mosca con la que María tuvo un hijo fue el que acabó en un cuartel de la policía en el sur de la isla. Batichica es un episodio de telequinesis de la que fue mi compañera de estudios. El concepto se entiende mejor si se lee el cuento del francés en el que se inspiró The Fly. El contexto mejora si se añade la lectura de The Lord of the flies de William Golding, que va por la misma línea. Otro autor muy dado a describir el mismo fenómeno sicológico es Milan Kundera en La vida está en otra parte.

Telequinética es, si se quiere, la presunta mudanza de tantos seres humanos para los que su entorno natural no tiene sentido o ha perdido el aura sentimental, como sucede ahora con tantos afganos, que no se quieren quedar con el Talibán y sin embargo no tienen otra, pues no se cree que Estados Unidos o Inglaterra los muden a su casa de verdad. En la Antigüedad pasó con los egipcios. No solamente de antiguo sino en la Modernidad, con poetas como Cavafis que no tenía otra: se tenía que quedar en Egipto porque era empleado agrícola y lo necesitaban para trabajar como empleado de balde, aunque soñara con vivir en Occidente.

Mi compañera de estudios, que tanto quería ser mexicana, y que bromeaba con la idea de que era la novia de un policía voluntario, acabó afectando majestad y pobreza en Saint Just y mis estudiantes de grado secundario la necesitaban tanto que le llevaban ropa a la panadería porque insistía en vestir mal, cosa que no haría la novia de un charro, que según reza el cliché del cine gustan de vestir muy bien. Si mal no me acuerdo fue Ana María Fuster la que en su libro Requiem narra que le llevó una muda de ropa.

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