El pasado miércoles 2 de octubre, al finalizar el debate entre los candidatos a la gobernación de Puerto Rico, las redes sociales y tradicionales se inundaron de análisis trillados. Opiniones de comentaristas reconocidos repitieron ad nauseam cómo la candidata del Partido Nuevo Progresista (PNP), Jenniffer González, y el del Partido Popular Democrático (PPD), Jesús Manuel Ortiz, dominaron acaparando el tiempo utilizando efectivamente las reglas.
Las reglas que permitieron invisibilizar al candidato más popular – Juan Dalmau, representando a la Alianza y al partido independentista puertorriqueño (PIP) – fueron aprovechadas por comentaristas para adjudicar a González y Ortiz como “ganadores”. Estas aseveraciones contradicen prácticamente todas las encuestas que se dieron en días subsiguientes.
Algunas de las encuestas más reseñadas – como la que hizo WAPA.TV – mostraron que la intención de votar por Juan Dalmau al final del día luego de su participación en el debate rondaba en 53%, mientras la candidata del PNP y el del PPD solo contaban con el apoyo 29% y 13% de los encuestados, respectivamente. Otra encuesta que se celebró en el perfil de X de Molusco reveló que 75% de su audiencia encuestada piensa que Juan Dalmau ganó el debate.
Por su parte, el exmonitor federal de la Policía, Arnaldo Claudio, anunció que la encuesta Fowler próxima a publicarse, evidencia un empate virtual entre la candidata del PNP recibiendo 33.7% de la intención del voto y Juan Dalmau con 33.2% del voto. Por último, una encuesta celebrada por Lourdes Fernández (@litdatapr) estima que la candidata del PNP sufrió una baja de 5.02% de la intención de voto durante la semana pasada, mientras Juan Dalmau gozó de un aumento en 3.5%.
Ante semejante contradicción, nos queda la pregunta de por qué las diferencias marcadas entre la opinión de las encuestas y los comentaristas. La respuesta es simple: El país está cambiando. Ya los comentaristas no deben dejarse llevar por las métricas que nos dejó la política chiquita del PNP y el PPD. En la vieja política “ganaban” los debates quienes acaparaban el tiempo peleándose entre sí, no contestando preguntas, ni haciendo mención de su adversario para evitar debatir con él. Esta vez, el pueblo vio ante sus ojos que estas peleas son una cortina de humo. El pueblo puertorriqueño desea cambios profundos, y eso se vio en el debate.
La participación de Juan Dalmau en el debate se puede resumir en su insistencia en no participar de las tácticas engañosas del PNP y el PPD. Mientras los candidatos del PNPPD buscaban acaparar el tiempo, Dalmau nos habló directamente. En materias de salud, seguridad, educación, la descolonización de Puerto Rico, la paridad en fondos federales, la criminalidad, el narcotráfico, entre otros temas, Dalmau contestó todas las preguntas y emplazó directamente a sus adversarios a hacer lo mismo.
Ante la insistencia de no contestar estas preguntas, ni atender los asuntos que les aquejan al pueblo puertorriqueño, se vio un contraste muy marcado entre la honestidad y el engaño; entre candidatos que buscan perpetuar su dominio en un sistema roto, haciendo uso inadecuado de reglas en un debate, y uno que aspira a liderar la nación, arrancando la corrupción de raíz. Fue un contraste muy simbólico para los puertorriqueños que han vivido en carne propia la desfachatez de un gobierno que vive del robo, de la corrupción y del engaño.
Una de las características más evidentes de la corrupción clientelista en nuestro país – o favores políticos que se dan a cambio de lealtad electoral – es la falta de propuestas verdaderas, ya que se prioriza el ganar sobre cualquier otra consideración. Se ve también modalidades de corrupción en la utilización deshonesta de los plebiscitos para manipular al voto a favor de candidatos que mantienen un monopolio sobre una posición de estatus en particular. Pero donde más evidente se ve es en la falta de disposición de darle cara al país. El no contestar preguntas sobre la deuda que crearon, la fuga de cerebros que ingeniaron, la corrupción que defendieron, el sistema eléctrico que hundieron, y el país que vendieron es la mejor admisión de culpa, y los comentaristas deberían tomar nota. El país está cambiando.