La fe que nos hace soñar

A partir de hoy, las iglesias cristianas antiguas inician el tiempo de Adviento para preparar las comunidades a la celebración de la Navidad. Son cuatro semanas en las cuales se leen textos de los profetas y se recuerdan las grandes promesas divinas de un mundo de paz, justicia y comunión con el universo. Esa debería ser la forma de celebrar la Navidad.

Para muchos cristianos, esa fiesta se convirtió en el mero recuerdo del nacimiento de Jesús, revivido como si cada año, el niño fuera nacer de nuevo. Es una especie de regresión de la fe. De hecho, el sentido más profundo de esta fiesta es recordar el nacimiento de Jesús para fortalecernos en la esperanza de la renovación de la humanidad en su modo de ser y vivir.

De hecho, para quien ve la realidad del mundo actual y cómo están nuestros países, no es fácil mantener la confianza de que sea posible una transformación social y política que signifique más vida, alegría y paz para la humanidad y para los seres vivos. Todo parece conspirar en la dirección contraria. Por supuesto, los príncipes de ese mundo no quieren cambiar nada, porque perderían sus privilegios. Sin embargo, la misma Tierra grita: si la humanidad prosigue en ese camino, el sistema de vida se volverá inviable en el planeta. Por eso, grupos alternativos profundizan estilos de vida basados ??en la sobriedad y contra el consumismo. Los pueblos indígenas proponen como paradigma el bien-vivir como camino de espiritualidad. Igual aunque no pertenezcan a los cuadros del Cristianismo, estos grupos viven mejor lo que debería ser el tiempo del Adviento, propuesto por las Iglesias, aunque muchos que se consideran cristianos y religiosos. Ellos ensayan ese mundo nuevo que Dios quiere.

En la carta sobre el cuidado de la Tierra, nuestra casa común, el papa Francisco propone una alianza de toda la humanidad. Debe ser iniciativa de personas y grupos de todas las religiones y culturas en favor de la Tierra, la Vida y la justicia ecosocial. Es urgente que la sociedad civil y los movimientos sociales se articulen para que puedan hablar en nombre de la humanidad a favor de la Vida. Esa nueva organización de la humanidad por la justicia y por el amor es signo de la realización procesual del proyecto divino que es una humanidad nueva, conducida por el Espíritu. Uno de los himnos usados en ese tiempo de Adviento es el cántico de María, madre de Jesús, que profetiza: “Dios derrumba los poderosos de sus tronos y eleva los pequeños. Llena de bienes los hambrientos y deja los ricos de manos vacías”. El hace eso por un amor que instaura justicia y vida para todos.

Artículo anteriorMueven oficinas del Registro de la Propiedad
Artículo siguienteAdiós, amigo.