La Justicia de las Justas

Para Belin, quien siempre fue mi acompañante y la de Papi en las Justas por muchos años, y gracias a quien pude regresar ahora 20 años después

Para los Católicos la Semana Santa es conocida como “la semana mayor”, en mi casa la semana mayor, la semana en la que todo se paralizaba, era la semana de las Justas. Desde pequeña veía cómo la vida de mi padre cambiaba en las semanas previas a este evento. Toda la emoción y adrenalina que asumo sienten los atletas antes de competir, la sentía él cuando se acercaba este evento. Las Justas eran “el evento” del año para él. Nunca participó en ellas como atleta, aunque sí como estudiante, y por las últimas décadas como el narrador principal del evento. Pero las Justas eran para él muchísimo más que un trabajo o un evento el cual ir a narrar, eran un festival deportivo universitario, y él se vivía todas las facetas. Esta semana se le dedicaron póstumamente las Justas y aunque no era la participación que hubiera querido, fue un día lleno de emociones y sé que él hubiera disfrutado mucho.

“Ese perro del Colegio, ése sí que está cabrón…”, ésa era una de las canciones de cuna favoritas de mi Papá para ponerme a dormir. Imagino que soñaba con criar una futura Juana, y pues, tuvo que bregar con criar una Jerezana. Aún así, y entre vacilones de él vestirse de verde y yo de rojo durante la semana de las Justas, él cantarme el himno del Colegio, cuya versión terminaba “tumbando” la torre de la Universidad, y yo gritarle “refugio”, siempre era una semana especial para los dos. Tan pronto pude, Papi me empezó a llevar a las Justas, cuando aún eran en el Sixto Escobar, y junto a mi gran amiga Melinda Eisenmann, la gran Belin, la “nena dulce” de Papi, trabajábamos de runner, llevando estadísticas y corriendo. Melinda y yo, que ya éramos Jerezanas pues estudiábamos en la UHS y soñábamos con estudiar en la iupi, nos sentíamos universitarias y grandes y era un día mágico para nosotras. A las dos nos gustaba el atletismo y admirábamos muchísimo a esos estudiantes-atletas, pero también nos encantaba mirar hacia las gradas, el ambiente nos embriagaba. Íbamos aprendiendo las canciones, los insultos y el lunes, con guille en la escuela a contar nuestras aventuras en las Justas. Cuando se mudaron a Ponce la experiencia adquirió otros matices, ahí éramos más grandes y ya empezamos a janguear y cada vez más a trabajar menos y estar más en las gradas con los Gallitos y Jerezanas. Éste era nuestro fin de semana con Papi, él trabajaba un montón, desde días anteriores preparando libreto y trabajando en los otros eventos del festival deportivo que se añadieron al calendario en la Ciudad Señorial, pero ese día, a pesar del trabajo intenso, él era feliz, se lo gozaba y vivía, como él decía, era su Día de Reyes. Y con lo que le quedaba de energía, a veces jangueábamos después el sábado en la noche o el domingo. Y es que durante mis años universitarios, Papi fue también nuestro hotel y alcahuete durante las Justas. Muchos de mis panas se quedaron en su habitación, en mattress tirados por el piso y hasta una noche terminamos en un hospital con uno con gastritis.

Aunque llevaba casi veinte años sin asistir a las Justas, siempre hablaba con Papi y seguía todo desde Nueva York. Él se las continuaba viviendo como siempre, acomodando su itinerario de trabajo para que esa semana estuviera libre y con la pasión a flor de piel como si aún estuviera en el Colegio. Regresar al Paquito Montaner a unas Justas, sin Papi, dedicadas a él, fue una mezcla de muchos sentimientos. No niego que pisar la pista como parte del desfile me dio muchísima emoción, pero se me partió el alma al pasar frente a la mesa de transmisión y no verlo. Pero qué alegría me dio ver a su colega Manuel Charbonier y su hermano de la vida Joaquín Porrata trabajando con la camisa de “Qué bueno es”, ver a la compañera de tantas Justas Lizette Santiago, entre muchos otros compañeros. Me emocionó ver a la Banda del Colegio, que siempre le creaba un taco en la garganta a Papi. También fue emocionante el aplauso sólido que recibió de los miles de estudiantes que llenaron las gradas a apoyar su universidad, cuando mencionaron que se le dedicaban las Justas. Rectores, la alcaldesa de Ponce María “Mayita”, la otra homenajeada la Dra Ana Cintrón, el Comisionado de la LAI, José Enrique Arrarás, entrenadores, atletas, jóvenes, colegas periodistas, de todos y todas recibí hermosas palabras sobre Papi y su importancia para las Justas. Desafortunadamente la idea del legado es difícil de medir cuando las personas están vivas, pero me atrevo a decir que con las Justas Papi era una leyenda viviente. Entre las múltiples muestras de cariño quisiera destacar la del atleta dominicano de la Inter, Álvaro Abreu, quien se hizo una camiseta con la frase de “Qué bueno es” al frente y en la parte de atrás la cara de Papi. Mi madre, Vilma Ramos Acosta, Joaco y yo tuvimos la oportunidad de hablar con él y retratarnos, y realmente los ojos le brillaban al hablar de Papi y lo importante que fue en su vida atlética universitaria. Álvaro, quien posee el récord de los 3,000 metros con obstáculos y quien clasificó para los Juegos Centroamericanos en Barranquillas, es uno de los atletas para quienes la persona que le dio voz a sus gestas deportivas fue alguien importante en su vida, porque sabía que detrás de aquella voz había una persona que amaba el deporte y lo valoraba. Yo creo que parte de la conexión entre Papi y los atletas universitarios se daba por el respeto, la admiración y el valor que él le daba a lo que hacían. El creía genuinamente en el estudiante-atleta, en aquellos que se sacrifican estudiando para sacar una carrera y que mientras lo hacen practican duro un deporte para su desarrollo personal y gloria y orgullo de su institución universitaria. Creo que las Justas combinaban elementos que para él eran importantes, como el deporte aficionado de alta calidad, un espacio para la juventud y la educación, todos pilares para él del país con el cual soñaba. Y claro, quienes lo conocían, sabían que era un enfermo del atletismo y que mientras trabajaba, “se curaba”. Y también que para muchas cosas era como un chamaco, y que se sentía como pez en el agua entre los jóvenes. Creo que Papi hubiera estado particularmente orgulloso de la LAI y de los jóvenes y atletas del País, ya que lograron restablecer el calendario deportivo post Huracán María, cuando muchas de las instalaciones deportivas, incluyendo el Paquito Montaner, estaban afectadas. No sólo es un logro que se hayan llevado a cabo las competiciones, sino que los estudiantes afirmaran el derecho a una educación superior, sobre todo la pública, ante todas las amenazas de la Junta de Control Fiscal; los reclamos de algunos estudiantes y profesores durante el desfile le hubieran llenado de orgullo y emoción.

Por muchos años, muchas personas me comentaron que lo más que disfrutaban era la narración de Papi del relevo 4×400, la emoción que le ponía al evento que coronaba un día de atletismo era única y para él era el clímax de un día de emociones. Estas Justas dedicadas a él, el 4×400 fue un evento peculiar. Luego de una primera falsa salida, el atleta de la UPR de Río Piedras hizo una falsa salida y de acuerdo con el reglamento de la IAAF, la segunda se le aplica a todo el mundo, así que inmediatamente el relevo de los Gallitos fue descalificado. Ya me encontraba en las gradas junto con mi Madre en territorio Gallito y Jerezana y los gritos comenzaron. Pero fueron los estudiantes de la Inter los que comenzaron a gritar, “déjenlos correr, déjenlos correr”, coro al que se unieron los 10,000 estudiantes que estaban en el Paquito Montaner. Ante la negativa de los oficiales, cuando éstos pretendían pedir silencio para comenzar el relevo, se escuchó un sonoro abucheo, obviamente los estudiantes de las 21 universidades representadas no iban a permitir que se corriera el relevo sin los atletas de la iupi. Luego de unos minutos de un ruido ensordecedor y de una hermosa muestra de unidad y solidaridad universitaria, finalmente permitieron correr a los Gallitos. Antes de comenzar este evento las Justas estaban definidas, los Taínos de la Universidad del Turabo ya eran matemáticamente campeones, al igual que las Tigresas de la Inter, las campeonas. Muchos me comentaron que Papi se hubiera emocionado con esta muestra de unidad de los universitarios. Para mi fue una hermosa manera de concluir estas Justas para Papi. El siempre decía que las “Justas eran injustas”, pues eran sólo una vez al año. Ayer las Justas fueron “justas”, él se merecía esta dedicatoria. Se merecía que unánimemente las universidades decidieran homenajearlo, que los estudiantes, atletas y periodistas le reconocieran. Que le devolvieran el amor que tanto le tuvo que por tanto años desinteresadamente les dio. Definitivamente ayer fueron justas, y tan bellas y emotivas para mí como desde la primera vez hace 25 años, aquella vez al lado de Papi, ayer, con Papi presente en todas partes.

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