EN Rojo
El cuento absurdista “La nariz” de Nikolai Gogol, en una versión teatral escrita y dirigida por Joaquín Octavio González, que abre nuevas funciones el 8, 9 y 10 de noviembre en el Teatro Francisco Arriví como parte del 54to Festival de Teatro Internacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
Durante cinco años vivo principalmente en Vieques y por eso veo menos teatro que antes de 2019. Ver “La nariz” de El Absurdo LLC y Público Espacio inc. fue una feliz casualidad de estar en San Juan por otras razones.
Muy pocas veces en la última década he salido del teatro después de una función sintiéndome tan contento y satisfecho de haber visto una obra tan bien pensada, montada y actuada como este texto de Gogol, reimaginado por Joaquín Octavio.
El cuento como tal es tan sencillo como es absurdista: un barbero encuentra una nariz metida dentro de su pan de desayuno. Descubre que es la nariz de su cliente “el Mayor” Kabrera, un burócrata pretensioso con ambiciones de subir de puesto. La vida de Kabrera se complica una vez que descubre que su despegada nariz anda con vida propia. Recubre su nariz, pero ni un médico prestigioso puede pegarla a su cara de nuevo. Finalmente, la nariz regresa por si misma a su lugar, pero ya “el Mayor” pierde otra pieza corporal.
El éxito de esta deliciosa comedia grotesca de errores depende de la coordinación y sincronización de múltiples elementos teatrales. Primero, felicito las actuaciones, que incluyen pantomima, baile, canto, trabajo de voz y movimiento corporal de Iván Olmo (Kabrera), Israel Lugo (Barbero y otros) y Marisa Gómez Cuevas (esposa del barbero y otras). Sus destrezas físicas y actorales hacen posible que sobresalgan los demás elementos plásticos y dramáticos.
Segundo, y no en orden de importancia, el diseño y control de la animación visual y el video que sirve de trasfondo narrativo y escenografía de la actuación es ejemplar y raramente vista con tanta precisión e imaginación. Tercero, la voz animada de Kairiana Núñez Santaliz y su representación visual como una boca descorporalizada, sirve de enlace narrativo extraordinario. Cuarto, la creación de la nariz en sus varios tamaños y encarnaciones, los cabezudos y máscaras por Julio César Morales e Y no había luz ((y equipo) combina impecablemente con la variedad y los muchos cambios de vestuarios por los actores. (El ojo que baila es genial.)
Este ejercicio de teatro total-teatro físico-teatro del objeto también depende de un texto, de una dramaturgia que convierte un cuento clásico ruso del siglo 19 en una obra viva y contemporánea.
Hubo un público sustancial para la función del sábado 2 de noviembre y la obra merece más públicos así de numerosos y saludables. Gracias a Joaquín Octavio, todo su reparto y equipo y el Instituto de Cultura Puertorriqueña por una experiencia de creatividad teatral excepcional.
Todo esto es muy rápido y escueto y me gustaría revisitar este montaje en otra ocasión para analizarlo con más detenimiento.