La revolución de octubre y algunos poemas sueltos

En Rojo

 

0.La Revolución Rusa de 1917 tuvo dos fases principales: la Revolución de Febrero y la Revolución de Octubre. El mundo se sacudió ese año. En realidad se sacude continuamente, entre doce mil a catorce mil veces al año, pero me refiero a que fue este un hecho trascendental en el desarrollo posterior de la sociedad en todo el globo -con el perdón de los terraplanistas-. Las metáforas existen el el lenguaje coloquial.

Sé que no está de moda hablar de revoluciones, pero aquí me refiero a la historia, que es un género literario que siempre me ha fascinado. Y la Revolución, así con mayúsculas, es un concepto clásico, resiste la prueba del tiempo. Digamos que “revolución” es el cambio radical en la vida de la sociedad. El proceso conduce al derrocamiento de un régimen social caduco y al establecimiento de un nuevo régimen progresista. Desde la perspectiva marxista, se transfiere el poder de manos de una clase (reaccionaria, burguesa) a manos de otra clase (progresista, proletariado).

Bien, esta es la teoría. Les cito, para autorizar lo que digo: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social” (Carlos Marx). Desde esa perspectiva es inevitable que ocurran revoluciones sociales. Así ocurrió la Revolución Independentista Norteamericana, la Francesa, la Mexicana y, por supuesto, la Rusa. Todas diferentes pero condicionadas a que las relaciones de producción eran mantenidas por las clases dominantes apoyadas por todo un sistema de instituciones políticas, jurídicas y represivas, entretejidas al Estado y al derecho. También al revés -los intereses del capital-.

La Revolución Rusa pretendía, diferente a las otras, terminar con la opresión social, la explotación del hombre -y la mujer- por el hombre -y la mujer burguesa- y la construcción de la sociedad sin clases. Proceso larguísimo, como la esperanza. Y ese principio del siglo pasado fue una guerra brutal por instaurar la esperanza. Paradoja, sí.

¿Causas? El descontento social. El zarismo, tan elegante, mantenía a los campesinos y trabajadores en extrema pobreza, hambre y condiciones laborales extremas. La represión contra los que se oponían a la injusticia era brutal.

Por otro lado, la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial causó enormes pérdidas humanas y materiales, lo que aumentó el descontento hacia el gobierno. La falta de reformas políticas y económicas por parte del zar Nicolás II generó desconfianza y frustración aún entre los propios miembros de su clase. Sin duda, el crecimiento del socialismo y el activismo de partidos como los anarquistas, socialistas y los bolcheviques, liderados por Vladimir Lenin, promovieron la idea del cambio radical.

La Revolución de Febrero (marzo de 1917, según el calendario que escoja el lector)) inicia con protestas masivas en Petrogrado (actual San Petersburgo y por décadas Leningrado) que llevaron a la abdicación del zar Nicolás II. Se estableció un Gobierno Provisional. En la Revolución de Octubre (noviembre de 1917, ya saben) los bolcheviques, aprovechando el descontento con el Gobierno Provisional, tomaron el poder en un golpe relativamente rápido y sin mucha resistencia. Es más complicado pero no hay mucho espacio para largas explicaciones.

El resultado de ese proceso revolucionario fue el establecimiento del gobierno bolchevique y el inicio de la Guerra Civil Rusa, larga y cruel, entre los bolcheviques (rojos) y sus oponentes (blancos), que duró hasta 1922.

En esa fecha, tras la victoria bolchevique en la guerra civil, se formó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Se implementaron reformas radicales en la economía, la educación y la política, que sentaron las bases del estado comunista. En pocos años, la URSS pasó a ser una potencia mundial.

 

  1. Esta introducción es el pretexto para hablar de poesía. Porque de la misma forma que la Revolución Rusa tuvo un impacto profundo en la historia mundial, influyendo en movimientos comunistas y socialistas en otros países el resto del mundo, varios poetas jugaron un papel fundamental en la literatura y la cultura de la época, reflejando el espíritu de cambio y las tensiones sociales. Y mi acercamiento a ese hecho histórico se da sobre todo a partir de la poesía. No les voy a mencionar a los más importantes, sino a aquellos que conocí a través de mi interés particular. Por ejemplo:

 

A.Aleksandr Blok: considerado uno de los más importantes poetas simbolistas rusos, Blok capturó la angustia y la esperanza de su tiempo en su poesía. Su obra «Los doce» es especialmente conocida por su representación de la Revolución. Puro entusiasmo. Lo leí en traducciones al inglés, al español y al francés. No. No sé ruso. Solo algunas malas palabras y otras relacionadas a los revolucionarios. Pero Blok, a quien según mi recuerdo, leí porque lo mencionó Esteban Tollinchi en una clase en el siglo pasado, tenía que estar en mi radar. Este es un fragmento de su poema paradigmático, Los doce:

 

…Y se alejan con paso soberano…

– ¿Quién está allí? ¡Acércate!

…Era solo el viento jugando

Con la bandera roja enfrente…

 

Y hay enfrente un montón de nieve,

– ¿Quién vive? ¡Fuera de allí!..

Solo el pobre perro hambriento

Que cojea por allí…

 

– ¡Lárgate ya tiñoso!

¡O te cosquilleo con mi bayoneta!

¡Viejo mundo, desaparece!

¡Como a un perro sarnoso te golpearé!

 

…Los colmillos muestra – un lobo hambriento,

La cola entre las patas – y no se despega…

El perro tirita – un pobre quiltro…

– ¡Ey, responde! ¿Quién va allí?

 

– ¿Quién agita allá la bandera roja?

– ¡Miren, ahora sí que está oscuro!

– ¿Quién camina allá como un prófugo,

Detrás de las casas agazapado?

 

– ¡Da lo mismo, ya te agarraré!

¡Mejor será que te muestres vivo!

– ¡Ey, camarada, que esto se pondrá mal!

¡Sal de allí! ¡O vamos a disparar!

 

¡Rat-a-ta-ta! – Y solo el eco

Que rebota entre las casas…

Solo la risotada de la tormenta

Que se esparce en la nieve…

 

¡Rat-a-ta-ta!

Rat-a-ta-ta…

 

…Y así van con paso soberano,

Detrás les sigue el perro hambriento,

Delante – con bandera ensangrentada,

Invisible en la nevasca,

Invencible bajo las balas,

Con paso ligero sobre la tormenta,

En la nieve desparramada como perlas,

Con una corona blanca de rosas –

Delante – va Jesucristo.

Enero, 1918

 

B.Mi favorito es Vladimir Mayakovsky. Quizás por su afición al cine y su vida cinematogreafica. Un poeta futurista -diferente al movimiento fascistoide italiano- y uno de los más importantes de la Revolución, Mayakovsky fue un ferviente defensor del cambio social y político. Su estilo audaz y su enfoque en el lenguaje revolucionario lo convirtieron en una figura emblemática.

Poeta obrero
 

Gritan al poeta:

«Te veríamos junto al torno.

¿Qué son los versos?

¡Son estériles!

Imagino que trabajar… Entrañas delicadas.»

Puede ser

que para nosotros

el trabajo,

de todas las ocupaciones, sea la más entrañable.

Yo también soy una fábrica.

Y, si bien sin chimeneas,

puede ser

que para mí

sin chimeneas sea más difícil.

Yo sé

que ustedes no gustan de las frases vanas.

Talan robles para trabajar.

Y nosotros,

¿no somos acaso ebanistas?

De la cabeza de los hombres pulimos robles.

Por supuesto

que pescar es un oficio honorable:

Recogen la red y

¡en las redes hay esturiones!

Pero el trabajo del poeta es también honorable.

Se pescan hombres, que no peces.

Enorme trabajo es arder sobre la fragua,

templar el acero sibilante.

Pero, ¿quién pues

de «ociosos» nos arroja el reproche?

Cerebros pulimos con la lima de la lengua.

¿Quién es más grande: el poeta

o el técnico,

el cual

conduce a los hombres al beneficio material?

Ambos.

El corazón es tal motor.

El alma, tal diestra máquina.

Somos iguales:

Camaradas en la masa de los trabajadores.

Proletarios de cuerpo y espíritu.

Sólo juntos

el universo embelleceremos

y las marchas dejaremos sonar.

Aislémonos a cal y canto de la tormenta de palabras.

¡A la obra!

Trabajo vivo y nuevo.

Y los vacuos oradores,

¡al molino!

¡Con los molineros!

Que el agua de sus discursos haga girar la noria.

 

 

C.Por otro lado, una enorme poeta, Anna Ajmátova, se desarrolló más plenamente en el período del posrevolucionario. Ajmátova fue una voz importante antes y después de la revolución, explorando temas de amor, dolor y la vida en tiempos turbulentos.

 

Estamos tan intoxicados uno del otro

Estamos tan intoxicados uno del otro

Que de improviso podríamos naufragar,

Este paraíso incomparable

Podría convertirse en terrible afección.

Todo se ha aproximado al crimen

Dios nos ha de perdonar

A pesar de la paciencia infinita

Los caminos prohibidos se han cruzado.

Llevamos el paraíso como una cadena bendita

Miramos en él, como en un aljibe insondable,

Más profundo que los libros admirables

Que surgen de pronto y lo contienen todo.

 

D.No tan conocida es Marina Tsvetáyeva, otra figura clave que escribió sobre la experiencia humana y la desilusión en un tiempo de cambio.

 

A ti, dentro de un siglo

A ti, que nacerás dentro de un siglo,

cuando de respirar yo haya dejado,

de las entrañas mismas de un condenado a muerte,

con mi mano te escribo.

¡Amigo, no me busques! ¡Los tiempos han cambiado

y ya no me recuerdan ni los viejos!

¡No alcanzo con la boca las aguas del Leteo!

Extiendo las dos manos.

Tus ojos: dos hogueras,

ardiendo en mi sepulcro —el infierno—

y mirando a la de las manos inmóviles,

la que murió hace un siglo.

En mis manos —un puñado de polvo—

mis versos. Adivino que en el viento

buscarás mi casa natal.

O mi casa mortuoria.

Orgullo: cómo miras a las mujeres,

las vivas, las felices; yo capto las palabras:

“¡Impostoras! ¡Ya todas están muertas!

Solo ella está viva.

Igual que un voluntario le ha servido.

Conozco sus anillos y todos sus secretos.

¡Ladronas de los muertos!

¡De ella son los anillos!”

¡Mis anillos! Me pesa,

hoy me arrepiento

de haberlos regalado sin medida.

¡Y no supe esperarte!

También me da tristeza que esta tarde

tras el sol haya ido tanto tiempo

y he ido a tu encuentro,

dentro de un siglo.

Apuesto —dice él— que vas a maldecir

a todos mis amigos en sus oscuras tumbas.

¡Todos la celebraban! Pero un vestido rosa

nadie le ofreció.

¿Quién era el generoso? Yo no: soy egoísta.

No oculto mi interés si no me matas.

A todos les pedía cartas,

para por las noches besarlas.

¿Decirlo? ¡Lo diré! El no-ser es un tópico.

Y ahora, para mí, eres ardiente huésped.

Les negarás la gracia a todas las amantes

para amar a la que hoy es solo huesos.

 

E. Sergey Esenin, conocido por su poesía lírica y su conexión con la vida rural, Esenin abordó la cultura rusa y la identidad a través de un lente profundamente personal.

 

ESTOY CANSADO…

Estoy cansado de vivir en mi país natal,

con la nostalgia de las extensiones de trigo negro;

dejaré mi choza,

partiré como un vagabundo y un ladrón…

Volveré a la casa paterna

a regocijarme con el júbilo ajeno.

Y en una noche verde, bajo la ventana,

con la manga de mi camisa me ahorcaré.

Los sauces de plata contiguos a la cerca

inclinarán sus cabezas con mayor dulzura aún.

Y sin lavarme, sin el menor ritual,

se me enterrará bajo los aullidos de los perros.

La luna continuará bogando por el cielo,

perdiendo sus remos en el agua de los lagos;

y Rusia siempre será la misma,

danzando y llorando alrededor de las empalizadas.

 

  1. La Revolución Rusa, como paradigma, sirvió como fuente de inspiración para muchos autores que buscaban reflejar las luchas sociales y políticas en sus propias naciones. Había esperanza en un mundo mejor. Yo sé que la esperanza, como decía San Agustín, solo está en los corazones de los viadores justos, en los pecadores fieles, que no hayan cometido pecado de desesperación, que es el que sólo destruye directamente la esperanza. Se halla también en las Almas del Purgatorio y así sucesivamente. Pero que escritores como el francés André Gide y el alemán Bertolt Brecht, o los peruanos Mariátegui y Vallejo, se sintieron atraídos por las ideas revolucionarias, me parece suficiente. Pero, por si acaso, autores como el estadounidense John Steinbeck y el británico George Orwell exploraron temáticas surgidas al fuego de la revolución en sus obras.

Bastaría que las obras de autores rusos, como León Tolstói, Gogol, y Fiódor Dostoyevski, se tradujeron y difundieron ampliamente, generando debates sobre la moralidad, la libertad y la justicia social en contextos internacionales.

¿Qué les digo? Aparte de la memorable foto en la que la bandera de la URSS baila al viento en una Alemania nazi derrotada, de las vueltas que dieron en el espacio la perrita Laika y el formidable Gagarin, la Revolución Rusa dejó una huella profunda en la literatura mundial, inspirando a escritores y escritoras a explorar la condición humana en un contexto cambiante.

 

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